La consultoría humanista

23 abril 2014

Quiero recuperar hoy un texto que escribí hace un tiempo en otra parte. No me gusta mucho hacer este tipo de cosas porque tengo la sensación de que estoy, en cierto modo, engañando al lector. Sin embargo en esta ocasión sí he querido retomar la reflexión que hice sobre el modelo de consultoría imperante, que es en realidad una reflexión sobre el modelo económico y empresarial actual. Ya he dicho algo al respecto aquí cuando hablé de la ética económica, y la verdad es que en todos mis artículos voy por esa línea. Mi amiga Lilian Fernández dice que soy humanista-renacentista innovador, lo cual es evidentemente una exageración, aunque más por la realidad que por la intención y el propio deseo.

Estoy cada vez más convencido que una formación integral y una visión 360 de la realidad es necesaria para una gestión adecuada de nuestro entorno, ya sea éste desde una perspectiva económica, social, cultural… Y para ello sigo viendo como clave la asimilación de un conocimiento cada vez más heterodoxo y menos “académico” o establecido. La libertad ha de formar parte de la formación como forma de iniciar un camino humano y ciudadano que tenga como base ese conocimiento y la consiguiente capacidad de pensar y razonar de manera única y distinta.

Pero tampoco me quiero enredar más y paso a trasladar el texto mencionado, al que he sometido a una leve revisión para actualizar y mejorar, dentro de mis limitaciones:

Me entrevistaron hace poco en Booquo, una comunidad de Círculo de Lectores que lanza cada cierto tiempo 10 preguntas a emprendedores de los más variados estilos. Entre ellos me tocó a mí. Y la verdad es que no me di cuenta del sesgo que, de manera inconsciente, le estaba dando a la entrevista hasta que, ya publicada, vi en título que había elegido: 10 preguntas a Juan López Sobejano, consultor de negocios con vocación humanista. Y eso me ha hecho reflexionar.

Me he dado cuenta de que ya hace cierto tiempo que me vengo relacionando con consultores y profesionales que tienen un enfoque poco tecnológico de la consultoría, es decir, un enfoque en el que la tecnología ocupa el lugar ‘que debe ocupar’. Gente como Amalio Rey y su equipo, Julen Iturbe y David Sánchez Bote, Gersón Beltran o Giselle Della Mea por nombrar algunos, tienen una visión muy centrada en el ser humano en todas sus dimensiones y no tanto en la tecnología, siendo esta fundamental. Son personas que parten de una visión integral de la persona con y para la que trabajan, entendiendo que ese trabajo nace de sus ideas y conocimiento, y no de una tecnología o herramientas que sólo son ayudas más o menos eficaces y eficientes para conseguir un fin.

Fruto de este “descubrimiento” me ha dado por pensar hasta qué punto no estoy sumido en un enfoque humanista de la consultoría. No invento la Coca Cola, ya cualquiera de los profesionales que acabo de nombrar hacen un enfoque en esa dirección, y antes que ellos autores como Charles Handy o Richard Sennett trabajaron sobre el tema. Además hay reflexiones en torno al modelo que, si no el mismo, sí tienen enfoques muy similares, como la consultoría artesana, la empresa abierta, el enfoque antropológico y otros.

Vivimos momentos complicados (menuda novedad) en los que los modelos se han quebrado o están en proceso de hacerlo. Lo que antes parecía obvio ahora no lo es, y lo que hoy es seguro no sabemos si mañana lo seguirá siendo. Ante este estado de incertidumbre creo que hay una serie de afirmaciones que, al menos desde mi punto de vista, podemos confirmar como ciertas.

1.- No vivimos un mundo ético. Y no estoy hablando de la ética cristiana, protestante, laica o cingalesa. Me refiero a un mundo en el que el ser humano ocupe un lugar central en la reflexión y desarrollo de las instituciones y realidades sociales. Hablo de una ética humanista, un modelo de pensamiento que no es nuevo, puesto que ya Protágoras habló del “hombre como medida de todas las cosas”. Y sin embargo el ser humano se ha convertido en un instrumento, en un medio para conseguir un fin. Las empresas ya no son instrumentos para conseguir unos objetivos, entre los que debe está la mejora social, sino que son unos fines en sí mismas que buscan la mejora contable, el aumento del valor bursátil, no real.

2.- El mundo empresarial es reflejo del mundo en que vivimos. Recuerdo que una de las frases que más me impactaron cuando estudié la carrera de Derecho la dijo mi profesor de Derecho Romano el primer día de clase: “el derecho no tiene nada que ver con la justicia”. Esa frase, que entiendo con el paso del tiempo que tenía una función más de prevención ante unos alumnos con demasiados ideales, me ha venido acompañando desde entonces, y la he ido ampliando a otros ámbitos sociales: la economía, la administración, la empresa… Porque sin duda falta una dimensión humana de la empresa, una forma de encarar las relaciones entre trabajadores de modo que dejen de ser trabajadores y se vean como personas.

El término Recursos Humanos (RRHH) es en sí mismo ofensivo, porque cosifica a la persona haciendo de ella un recurso identificable y puesto al mismo nivel que cualquier otro. Las contabilidades de empresa están llenas de apuntes en los que las nóminas son un coste, lo malo es que en la mente del empresario se mantiene esa identificación (trabajador=coste).

También nuestra forma de entender el mercado (otro concepto demasiado impersonal para mencionar a personas) está limitada por un enfoque instrumental. De este modo vemos cómo en muchas ocasiones, demasiadas, el departamento fundamental de una empresa es el de marketing o el de comercialización, preocupándose poco por la creación de un producto valioso para el cliente (persona), por hacer una reflexión desde la empatía con la persona que puede llegar a necesitar el producto o servicio que le ofrecemos.

No estaría de más releer a John Rawls y su Teoría de la Justicia para dar valor al ser humano como ser social, político y económico.

3.-Hemos idealizado el valor monetario, por encima del valor de uso. Dice Baudrillard: “La crisis del objeto en el capitalismo no es resultado del valor de cambio, sino del valor de uso. El objeto pierde valor por sí mismo, igual que el espacio”. Las cosas valen por el coste monetario que tienen, no por el uso que le podemos dar. Es descorazonador ver cómo las empresas farmacéuticas desechan programas de investigación porque no son rentables, porque no hay suficientes enfermos para rentabilizar las medicinas que se puedan producir con esos programas. Y más descorazonador es que nos resulte lógica esa decisión.

Las cosas han dejado de tener un valor de uso y social y han pasado a tener un valor de mercado. ¿Está ocurriendo así con las relaciones? ¿Estamos desarrollando modelos de relación en los que damos prioridad a la utilidad de la misma?

4.-Hemos apostado por una sobredimensión de la realidad. Hemos superado una dimensión humana por un modelo en el que la cantidad es más valorada que la calidad. Las empresas buscan el crecimiento constante, como si ese fuera su objetivo, como si en la dimensión estuviera cobijado el éxito y la supervivencia. Se pierde la perspectiva humana. Julen Iturbe ya lo ha comentado alguna vez en su blog. El crecimiento nos hace perder perspectiva, nos hace perder objetivos y nos hace ser incapaces de identificar a una empresa con un objetivo que no sea más que el de acumular.

5.-La tecnología se ha convertido en un fin. Lo veo constantemente. La gente está obsesionada con las herramientas, busca el como pero no el qué. Los medios sociales son un claro ejemplo de ello. Nos interesa más el estar a toda costa que el estar bien. Nos interesan más las herramientas en sí mismas que su uso humano. Hemos pasado del ser al estar. No le damos sentido al uso, a la presencia, sino que nos basta con esa presencia. Y así vemos que esas herramientas, esa tecnología no es lo que esperábamos, no es lo que necesitamos, porque no las hemos interpretado desde el ser humano, sino desde la propia tecnología. La tecnología es buena por sí misma, no por lo que nos da, por la forma en que la hacemos útil.

Ante todo esto urge redimensionar nuestra realidad y poner el foco en otras cosas y casos que de verdad den sentido a un modelo distinto y más humano.

1.-Poner al ser humano en el centro del debate. De cualquier debate, de cualquier reflexión. El ser humano ha de ser el sujeto y el objeto de nuestro pensamiento, caminando así hacia un modelo antropocéntrico de empresa y sociedad. Por supuesto, eso tiene una serie de implicaciones  que no siempre estamos dispuestos a asumir y que desgrano en los siguientes puntos.

2.-Olvidarse del cuánto y apostar por el qué. Dar sentido a la medición, en suma. El conocimiento no está en los números, sino en la interpretación de esos números, si no somos capaces de comprender que en ocasiones 100 tiene más valor que 1.000, tenemos un problema. Porque el cementerio de las empresas está lleno de organizaciones que pensaron que ganando hoy 1.000 estaban triunfando.

3.- Apostar por un modelo ético de gestión y relación social. Un modelo en el que el ser humano esté en el centro de la reflexión, como he dicho, y que sea al mismo tiempo el fin de la misma. Un modelo en el que la ética de también sentido a esa cantidad, a ese número que acabo de mencionar en el punto 2. No todo vale, y para conocer esto hemos de marcar unos límites claros, que nunca pueden ser ajenos al ser humano.

4.-Entender los procesos de manera abierta y flexible. Creo que es un error entregarse a los procesos como dogmáticos recalcitrantes. El ser humano dispone de una serie de herramientas (inteligencia, libre albedrío, imaginación…) que pueden enriquecer cualquier proceso de manera puntual. Los manuales deben ser guías, no biblias (incluso la Biblia no debería ser una biblia) y permitir ser interpretados según los momentos y circunstancias. El taylorismo y el fordismo no pueden seguir imperando (y no sólo en empresas industriales) como modelos de gestión. Creo que estrategias como el Design Thinking, el Lean y otros por el estilo ofrecen muchos más recursos y respuestas.

5.-No centrarse sólo en el resultado, sino también en el camino. Vale, lo importante el conseguirlo, lo que nos hace seguir vivos es el retorno, el beneficio, pero eso no nos puede impedir abrir el foco y enriquecer nuestro proceso y gestión. Yo siempre distingo entre objetivo final y objetivo inmediato. Al fin y al cabo siempre es mejor disfrutar de pequeños éxitos que esperar a la traca final, que nunca es traca y al final no siempre llega. Además, es necesario ser consciente de lo que hacemos, del camino que estamos recorriendo y cómo lo estamos haciendo.

6.-Integrar el error como parte de nuestra gestión diaria. Como fuente de conocimiento es fundamental gestionar adecuadamente el error. El miedo casi atávico que tenemos todavía al error tiene mucho que ver con la obsesión de gestionar toda la información que nos concierne. Huimos de la transparencia porque pensamos que supone una pérdida de control. El error se presenta como una indeseable alteración, cuando en realidad es algo natural, que ocurre constantemente, y que siempre hemos de hacer que forme parte de nuestra gestión y sea una de nuestras fuentes de mejora.

7.-Redefinir el concepto de éxito. Sí, porque el éxito no está en lo cuantitativo, como he dicho antes, sino en lo cualitativo. El éxito no es llegar, sino llegar bien. El éxito no está en tener más, sino en tener mejor. Se nos llena la cabeza de números para demostrarnos que un proyecto, un modelo o una temporada han tenido éxito. Que si se han ocupado en x% de camas hoteleras más esta temporada; que si el PIB ha aumentado en x puntos; que si hemos mejorado la productividad en un x%. ¿Pero a qué coste? ¿Qué precios hemos tenido que poner para conseguir mejorar la ocupación hotelera? ¿A cuántos hemos tenido que despedir para mantener esos precios? ¿Cómo se ha repartido ese aumento del PIB? ¿Ha mejorado o empeorado la distribución de la riqueza? ¿A costa de qué hemos mejorado la productividad? El éxito ha de tener una dimensión humana, si no es así no es éxito, es contabilidad.

8.-Apostar por unos conocimientos transversales. Que nos ayuden a comprender al ser humano en su globalidad. Yo no soy distinto cuando trabajo que cuando soy padre, amante o amigo. Soy la misma persona cuando voy a renovarme el DNI o cuando voy a ver una exposición de Renoir. No cambio de identidad cuando leo filosofía o cuando estudio libros de gestión. El ser humano es un animal complejo, y si queremos redimensionar el mundo para hacerlo más humano debemos aplicar un modelo transversal de gestión, en el que Porter sea tan importante como Rawls, tan necesario Philip Kotler como Claude Leví-Strauss.

9.-Poner la política (y a los políticos) al servicio de las personas, no al revés. Esto va a ser difícil. Duele cada vez que voy a un evento que inaugura un político. Tiene las dos primeras filas reservadas, porque llega con toda la comitiva, seguidores y demás “buscafocos”. Llegan tarde, sueltan el speech de la inauguración, y acto seguido salen con todo el rebaño sin tener la delicadeza de, al menos, fingir que le interese algo lo que allí se va a decir. No están para arreglarnos los problemas, es mentira, son centros de poder y su principal objetivo es seguir siéndolo. Lo que les motiva no es el ciudadano, sino el partido, su razón de ser no es el bienestar del pueblo, sino los votos.

Un cambio de modelo en este sentido pasa por romper con ese lenguaje político vacío e hipócrita del que asume culpas sin asumirla, del que promete sin cumplir, del que se responsabiliza sin ser responsable o del que gana sin merecerlo. Pasa por mejorar la participación en una democracia más directa en la que los cargos no dependan de cúpulas y partidos, sino de ciudadanos y personas.

10.-Apostar por un modelo de gestión y relación en forma de red. En el que todos sumen, un modelo de gestión que favorezca un modelo distribuido de colaboración, en el que se cumpla la máxima de que “la información no es útil cuando se posee, sino cuando se usa”. Las redes enriquecen a sus miembros, mientras que las cadenas los inmovilizan. La transversalidad intelectual se ha de corresponder con una transversalidad organizativa.

Como ya he dicho antes, no estoy inventando nada nuevo, no he creado un modelo de pensamiento, un sistema de gestión o una estrategia de innovación nueva. Además, no represento a nadie, a ninguna corriente ni a ningún grupo, sólo a mí. Otros ya están trabajando en torno a este enfoque (Julen Iturbe, Amalio Rey, José Miguel Bolívar entre ellos), incluso enfoques del management y la gestión  o de la empresa como el design thinking o la empresa abierta llevan años enriqueciendo este punto de vista. Lo que está claro, para mí, es que es fundamental apostar por un enfoque más humanista, un liderazgo que entienda el valor del ser humano (no de los RRHH), un modelo de gestión en el que la simplicidad tenga dimensión humana. Debemos apostar por una sociedad humana, por una consultoría humana.

Artículo escrito por Juan Sobejano

Fundador de Innodriven, consultor de innovación en Innolandia y profesor

3 Comentarios

  1. Diego Sánchez

    Enhorabuena por el artículo, es una satisfacción comprobar que otro estilo de dirección empresarial es posible. Pero es cada vez más díficil encontrar personas que no se hayan acomodado en la mediocridad y continúen su crecimiento personal. Sin ir más lejos cada día somos más necios, más incultos, menos ilustrados,… y para muestra nuestro nivel político, al escucharlos dan ganas de llorar.

    Ánimo y gracias por sembrar en el desierto.

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  2. Enrique Masiá

    Enhorabuena! Básicamente de acuerdo, con algún matiz:

    1) En mi opinión, el punto esencial es el 7): Redefinir el concepto del éxito… SOCIAL! Mientras la sociedad en su conjunto no considere el comportamiento ético de las personas como paradigma de sus líderes a admirar, poco o nada avanzaremos. Tenemos lo que, entre todos, hemos generado: el «tanto tienes, tanto vales». Y por ello priman los criterios egoistas, econometristas y monetarios por encima de las condiciones éticas y humanísticas.

    2) Mientras no seamos capaces de trasladar los comportamientos éticos de productores (empresarios y empleados) y consumidores a una valoración monetaria de los mismos, el tema se me antoja sumamente difícil. Estoy de acuerdo que no debemos confundir los fines (la realización plena de la persona humana) con los medios o las herramientas (el beneficio contable), pero no debemos olvidar que si bien éste último no es condición suficiente para alcanzar el fin, sí que es, hoy por hoy, condición absolutamente necesaria para garantizar la vida de la única institución que ha permitido mejorar las condiciones de vida de la sociedad: la Empresa.

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  3. Jorge Martínez

    Enhorabuena por el post. Comparto el enfoque, es fácil. El «problema» es que desde los años 80, Thatcher, el neoliberalismo se presenta con las apariencia de inevitabilidad.El discurso neoliberal se instala a la manera como Erving Goffman lo describe en las instituciones totales, es un discurso fuerte y difícil de combatir….el neoriberalismo desencadena una destrucción masiva de las instituciones y procesos colectivos …..la individualización de los salarios y las carreras en función de las capaciades/competencias individuales es un ejemplo, desde mi punto de vista, dramático.
    Bueno compartir que tuve el placer de conocer a muchos miembros de la Red Artesana cuando de presentaron en Bilbao.
    Por presentarme/presentarnos formo parte de la Junta directiva de una reciente asociación que ha surgido del master de Consultoria y procesos de Desarrollo organizativo en la Universidad de Valladolid. Asociación para el Desarrollo Humano y Organizacional
    Un saludo

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