Si la física fuera economía (II)… ¿Y por qué NO?

10 febrero 2015

Un aviso a navegantes: lo que van a leer ustedes no es propiamente un artículo sobre economía, finanzas o gestión. Se acerca más a lo que podríamos llamar disquisición filosófico-argumentativa, cuyo objeto es ir más allá de la visión habitual, tan compartimentada, que tenemos de las diferentes disciplinas científicas. Todo ello con objeto de dar cumplida respuesta al reto planteado por el ingeniero industrial y brillante pensador David Herce, a propósito de una reflexión sobre economía y entropía, así como al primer artículo resultante de ese reto, en el que mi apreciado vecino de farras intelectuales en Sintetia, Simón González de la Riva, concluía con pocas dudas que comparar física y economía no tiene ningún sentido.

A tan sentenciosa afirmación, que no comparto, yo le opongo un rotundo ¿por qué no? La simple intuición me sugiere estar en lo cierto, pero como sé que a mis distinguidos interlocutores eso no les basta, pasaré a explicarme lo mejor que pueda.

En la ciencia, como en la vida misma, nada está grabado en piedra

La evolución del conocimiento humano es la historia de una superación, a menudo traumática y dolorosa, de sucesivos paradigmas que han ido iluminando áreas oscuras o inexploradas de nuestra realidad, revelando en el proceso nuevas y extensas planicies de brumosa ignorancia que esperan a su vez ser descubiertas. Y no sólo eso: dicha evolución nos demuestra, cada día más, que nuestros esfuerzos para desentrañar tal neblina epistemológica conducen a la evidencia de que las distintas ciencias (ya sean físico-matemáticas o humanas) y sus cuerpos teóricos se hallan interconectados y contribuyen a conformar, como si de un cuadro puntillista se tratara, una visión mucho más completa, y compleja, del mundo.

Para muestra, un botón. Mejor dicho, una imagen:

Ramon_Cajal_Dibujos

Muchos lectores habrán reconocido la fotografía de uno de los maravillosos dibujos de Don Santiago Ramón y Cajal, en este caso representando las células de un cerebelo de pollo. De aquellos pioneros estudios médicos de histología y anatomía patológica hemos pasado en la actualidad a contemplar el desarrollo y pujanza de la neurociencia, o mejor dicho, neurociencias; un conjunto de especialidades científicas (biología molecular, bioquímica, genética, farmacología y patología, entre otras) que, combinadas con la psicología, disciplina antaño alejada de ese ámbito, nos permiten entender e incluso predecir los procesos mentales implicados en el comportamiento y sus bases biológicas (o explicar el porqué de algunos refranes).

Estoy convencido que Don Santiago, hombre multidisciplinar por excelencia, estaría maravillado al comprobar dónde condujeron sus descubrimientos y cómo encajan los actuales hallazgos en algunas de sus geniales intuiciones. También estoy seguro de que si a un psicólogo de la época se le hubiera dicho que los trastornos que trataba podían explicarse gracias a conexiones sinápticas, reacciones bioquímicas e interacciones moleculares o atómicas hubiera afirmado que eso “no tenía ningún sentido”, ¿no creen?

¿Realidad? ¿Qué realidad?

Otro ejemplo palmario de esta continua disrupción en el conocimiento lo tenemos en la física, una ciencia «pura» en la que el mecanicismo clásico con el que Newton y Kepler explicaron el Universo acabó superado tres siglos después por la relatividad de Einstein, y apenas unas décadas más tarde por la teoría cuántica, cuya interpretación de Copenhage no sólo niega la existencia de mecanismos de causalidad en los fenómenos físicos, sino que descarta la mera existencia de una “realidad objetiva”, introduciéndonos en un mundo incierto, probabilístico, fronterizo con la metafísica y la filosofía.  En palabras del gran Stephen Hawking:

hawking

Tales consideraciones no sólo afectan a la física, sino que tienen implicaciones en la Estadística, la Ingeniería, la Química, la Biología o la Economía, ya que la naturaleza de los cálculos que efectuamos,  la información que utilizamos y los resultados que obtenemos dependen de nuestro punto de vista como observadores, así como  de nuestras propias valoraciones probabilísticas sobre el hecho estudiado.

Precisamente, en el primer artículo de esta serie, Simón cita también, de forma muy oportuna, ese principio de incertidumbre, pero limita de forma drástica las posibilidades de obtener teorías científicas (en economía) más allá, de “propensiones, tendencias o porcentajes”. Tal consideración, aunque comprensible, resulta a todas luces insuficiente y también prejuiciosa, puesto que a pesar de tanta indeterminación no debemos olvidar algo que Edwin Thompson Jaynes destacaba brillantemente al reflexionar sobre la mecánica cuántica:

La existencia de este mundo es el primer hecho experimental de todos, sin el cual no tendría sentido la física ni cualquier otra ciencia; hecho del que recibimos nuevas evidencias en cada minuto consciente de nuestras vidas”.

En este sentido, el mismo Heisenberg, «padre» de la incertidumbre, afirmaba que nuestros esfuerzos no deben dirigirse a representar la realidad, sino nuestro conocimiento de esa realidad. Partiendo de este principio, las posibilidades son casi infinitas y no debemos cercarlas con vallas metodológicas inamovibles, fronteras mentales o trampas apriorísticas, como por ejemplo separar con un muro las ciencias “humanas” de las “naturales”.

Se trata, por tanto, de reflexionar sobre la naturaleza (humana, física, biológica…) e intentar explicar e incluso predecir su comportamiento partiendo de un conocimiento siempre incompleto, pero utilizando todos los medios a nuestro alcance, de manera rigurosa pero, sobre todo, con completa libertad. Ello implica, en la mayoría de las ocasiones, salirnos “de la caja”. Por eso es tan saludable que un pensamiento “entrenado para seguir ciertos cauces” (SIC) se salga de ellos para iluminar oscuridades. Desaprender y aprender de nuevo, es una clave de progreso en todas las áreas de la vida.

outside the box

Ocurrencias Versus Ciencias

Uno de los aspectos más brillantes del artículo de mi compañero lo constituye su paseo por las numerosas analogías o metáforas físicas que se utilizan para explicar realidades económicas. Pero dichas artimañas, como bien apunta en su artículo, no son ciencia, sino un conjunto de ocurrencias más o menos felices que nada tienen que ver con ella. Que existan multitud de malos ejemplos, como los que describe Simón, no significa que no haya, o pueda haber, aportaciones serias (que no deformaciones) de la física, química o biología al muy extenso campo de la economía, tal y como las ha habido, por ejemplo, desde las matemáticas o la psicología.  Una frontera cada vez más difusa, como bien pone de manifiesto la economía experimental, especialidad del economista y Premio Nobel Vernon Smith.

Tampoco podemos escudarnos en que la economía sea “infinitamente más complicada” para negar esta ósmosis  de experiencias y principios entre disciplinas científicas. ¿Desde cuándo la complejidad ha resultado un obstáculo para el conocimiento? Sí, en cambio, lo han sido los prejuicios y la pereza intelectual de muchos especialistas para moverse más allá del cómodo terreno de sus disciplinas, metodologías y abstracciones. Ojalá pudiéramos preguntar a Leonardo Da Vinci su parecer sobre esta cuestión.

roprocess

Y, por fin, llegamos a la entropía.

La segunda ley de la termodinámica, uno de los principios fundamentales de la física,  expresa que la cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo. La entropía es una magnitud física que mide aquella parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo.

Hoy en día, comprobamos cómo la realidad económica no puede describirse simplemente en términos de variables macro o micro, sustentadas en principios de equilibrio y en modelos matemáticos que reflejan dichos principios. En un brillante “paper” sobre la analogía termodinámica, el anteriormente citado profesor E.T. Jaynes esbozaba los fundamentos teóricos para superar tales limitaciones:

“El fracaso de los mecanismos Keynesianos y Monetaristas para explicar el comportamiento económico reciente podría ser atribuido, al menos en parte, a su fracaso en reconocer los factores entrópicos que controlan finalmente el cambio y equilibrio económicos, tal y como ocurre en la termodinámica.

Esto es, puede ocurrir que un sistema macroeconómico no evolucione en respuesta (o al menos no únicamente) a las “fuerzas” supuestamente existentes en las teorías actuales; puede que simplemente se mueva hacia una entropía creciente dentro de los límites de las leyes de conservación impuestas por la Naturaleza y el Gobierno, del mismo modo que un sistema termodinámico se acerca al equilibrio siguiendo una creciente entropía, constreñido por la conservación de la masa, energía, etc.”.

Podríamos entonces hablar de una “entropía económica” representada por la función

S(X,Y,Z …) = log W(X,Y,Z, …)

Siendo X,Y,Z, etc. las variables manejadas por la teoría económica, y W el factor de multiplicidad del estado macroeconómico, esto es, el número de diferentes formas microeconómicas en que dicho estado puede darse.

Entropia

El autor establece y desarrolla esta conjetura inicial (cuya explicación escapa con mucho de la ambición de este artículo) reconociendo que, pese a ser prometedora, no constituye por sí misma una prueba científica, y  que existe todavía un enorme y complejo campo teórico por explorar. De hecho, un campo que hoy en día estudian intensamente la mecánica estadística y la teoría de la información, con amplísimas aplicaciones multidisciplinares, no pocas de ellas en economía. Tal vez nos animemos a escribir algún día sobre ello en esta casa.

La analogía termodinámica, asimismo, extiende su campo exploratorio hacia la producción y explotación de los recursos, con un cariz marcadamente ecológico, abundando en la vía abierta por Myron Tribus y Nicholas Georgescu-Roegen, senda que mi apreciado Simón da prematuramente por “fracasada” en su artículo, cuando de hecho sigue siendo objeto de interesantes debates, investigaciones y trabajos, como este ensayo de John Scales Avery, titulado precisamente “Entropy and Economics”.

Descartar tales aproximaciones y equiparlas a simples metáforas me parece un atrevimiento y una minusvaloración de la capacidad del conocimiento humano para reinventarse sobre principios que antes nos parecían inmutables. La economía puede beber perfectamente del resto de disciplinas científicas, y viceversa, siempre que tales aportaciones se realicen con el rigor intelectual, el método y la disciplina que toda ciencia exige. Lo contrario es poner imposibles puertas a un campo, el del saber, que como bien sentenció Sócrates, es de naturaleza inabarcable.

Muchas gracias a David por propiciar este intercambio y a Simón por iniciarlo de manera tan brillante. De reflexiones como éstas todos aprendemos. Recordando de nuevo al gran Leonardo: “la ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable”.

Amén a eso, y ya saben: never surrender.

Artículo escrito por Sebastián Puig

Analista del Ministerio de Defensa

4 Comentarios

  1. Absalon

    Absurdo… remito un paper sobre la consideración de las ciencias en cuanto al cientificismo imperante: http://www.cop.es/infocop/pdf/2067.pdf, sin olvidar de paso el movimiento dominante (mainstream) para imponer una economía matemática hasta sus últimos elementos de análisis desarrollados sin considerar los aspectos históricos sociológicos psicológicos antropológicos que como ciencia humana y no natural es la economía.

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  2. Sebastián Puig

    Interesante documento.

    Habiéndolo leído, no acabo de entender el calificativo de «absurda» para una reflexión que defiende que nada está escrito en piedra,que la realidad económica no puede describirse simplemente en términos de variables macro o micro, y que reniega del determinismo y del saber aislado en compartimentos estancos.

    Ello puede significar:

    1) Que yo no me haya expresado bien (probable).
    2) Que, aún habiéndome expresado bien, esté equivocado (muy normal).
    3) Que usted no me haya leído correctamente o lo haya hecho llevando sus perjuicios cognitivos a cuestas (también posible).

    En cualquier caso, la cortesía y el espíritu crítico constructivo son norma de esta casa, le animo a aportar sus propias consideraciones.

    Cordiales saludos de unas lentejas cuánticas 🙂

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  3. David Herce

    Sebastián, creo que el texto es un ejemplo de mesura y equilibrio en la exposición de algo tan en vías de extinción como el humanismo; sólo le encuentro como flaqueza la innecesario y excesivo elogio de la cita.

    Citar a Da Vinci en el cierre creo que refuerza esa idea de humanismo.

    La hiperespecialización en determinadas áreas de conocimiento han permitido avances rapidísimos en todos los campos en apenas doscientos años pero han generado vasos estancos, incomunicantes, impermeables y, lo que es peor, intolerantes a otras disciplinas que pueden complementar los propios conocimientos.

    El genial Da Vinci, tan brillante en áreas creativas tan diversas me sirve de hilo para traer al debate a quien para mí, es el último renacentista —por lo polifacético— Bertrand Russell http://global.britannica.com/EBchecked/topic/513124/Bertrand-Russell

    Sobre la economía y la entropía, de alguna forma, tal como yo lo veo, se produce un curioso ciclo.

    Algunos padres de la economía como Malthus y David Ricardo intuyeron restricciones naturales al crecimiento y desarrollaron un pensamiento económico sobre sus catástrofe malthusiana y ley de los rendimientos decrecientes antes de que Carnot formulara la segunda ley de la termodinámica y luego Clausius definiera la entropía dotando de fundamento científico lo que hasta entonces era mera intuición.

    Finalmente, sobre el fundamento científico de los conceptos termodinámicos se desarrollan nuevas corrientes de pensamiento económico que llevan, cerca de dos siglos más tarde a conclusiones similares: el límite del crecimiento.

    Habida cuenta de que todo proceso económico consume energía no parece descabellado que las leyes que rigen en la energía tengan alguna influencia en su uso y por ende en la economía y, finalmente, en las sociedades.

    En relación con el comentario de Absalon quisiera apostillar que creo que hay formas menos groseras de introducir nuevos elementos en el debate.

    Estoy de acuerdo en el hipercientifismo actual que polariza aún más la dicotomía ciencias v. letras cientifismo vs. humanismo.

    Los paradigmas mentales con los que nos desenvolvemos nos ayudan a conducirnos y a entender el mundo pero muchas veces —por no decir generalmente— nos limitan.

    Este es mi resumen del artículo de Sebastián.

    Si nos quitamos las orejeras de los apriorismos y fundamentalismos intelectuales avanzaremos más y mejor hacia nustras propias metas y de paso verermos el paisaje.

    Gracias, Sebastián, por pensar y compartirlo.

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  4. Sebastián Puig

    Gracias a ti por tu reflexión y generoso comentario. Seguiremos reflexionando, amigo David.

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