Miserias corporativas, capítulo 1

9 octubre 2012

Viendo la excelente respuesta que tuvo mi entrada sobre la Generación X, parece que voy a poder escribir más de forma anónima (aunque eso signifique que mi klout siga más tieso que la mojama). Me recuerda a un capítulo de Freakonomics dónde se habla de Stetson Kennedy, un periodista que se infiltró en el Ku Klux Klan (KKK) y les hizo más daño que todas las acciones del FBI juntas. Bueno, no soy Stetson, ni mi empresa es el KKK, bueno, ni siquiera soy periodista, pero quizá éste pueda ser el principio de una serie de entradas que hablen de las grandezas y miserias de las grandes corporaciones con un poco de humor, pero con el objetivo de aprender de ellas. Y hacerlo desde esa posición de infiltrado de incógnito.

Pero antes, aparte de agradecer a Sintetia que me dejara publicar el artículo de la Generación X, y agradecer los “RTs”, “favoritos”, “Me gusta” y demás formas de compartir (por cierto, os dije que cuidado que podía leerlo vuestro jefe), dejadme contestar a algunos de los comentarios que leí al respecto. Especialmente, al que me pedía que saliese del armario.

En realidad, cuando hablaba en la entrada de la necesidad de emprender hablaba de que debíamos prepararnos, y que eso se podía hacer de varias maneras. También hablaba de que se podía emprender de formas muy diferentes. Bien, yo estoy haciendo un poco de todo eso, aunque no pueda salir del armario. Hay proyectos emprendedores sociales que no se pegan de ninguna manera con acuerdos de no concurrencia o de exclusividad, y por otra parte, hay objetivos personales que pueden ir desde desarrollar una nueva aptitud, hasta practicar un nuevo deporte, que de alguna forma también es emprender algo nuevo. Mi recomendación, para el que no pueda montar su propia empresa de momento, es que explore estas vías cómo manera de canalizar sus ansias emprendedoras.

Escribir de forma anónima me va a permitir decir cosas que de otra forma no me atrevería a admitir.

Aquí va la primera: me gusta mucho El Sargento de Hierro de Clint Eastwood. Fue una de las pelis de las que me aprendí un montón de diálogos, cómo hacen todos los adolescentes, y creo que no sería capaz de firmarlo con mi nombre. En público sólo hablaría del Tercer Hombre, curiosamente otra cita sobre el tema de esta entrada, la democracia.

El otro día tuve que ir a una reunión fuera de España. Cuando llegué al hotel, antes de irme a dormir, empecé a hacer zapping, y sorpresa, estaban poniendo El Sargento de Hierro. Hacía bastantes años que no la veía, así que me enganché de inmediato, y curiosamente, empecé a verla justo antes de uno de mis momentos favoritos.


En ella, el sargento Highway pide a su escuadrón que limpie el barracón. Ante sus reticencias, les pregunta si ellos creen que está suficientemente limpio. Mayoría absoluta, lo está, y el sargento les dice que es bonito ver la democracia en acción, así que, como está limpio, todos a correr.

Pues bien, al día siguiente, sentado en la reunión que me había llevado allí, no podía quitarme la escena de la cabeza. Uno de los temas principales de la reunión era trabajar en equipo sobre unas mejoras a realizar en los procesos del equipo, en cómo nos comunicamos entre nosotros, y cómo lo hacemos con otros equipos principalmente.

Mi empresa, y sé que a muchos de vosotros esto os parecerá ciencia ficción, es una empresa que ha adoptado a lo bestia los principios del coaching y del liderazgo. Se espera que se escuche a los empleados. Continuamente se llevan a cabo encuestas, y los jefes deben actuar sobre lo que se dice en ellas, de una forma constructiva y participativa. Esto es muy bonito, ¿verdad?

Lo es, pero el problema surge cuando eso se lleva al extremo. De hecho, siguiendo con las referencias frikies (y aquí hay premio para el que la reconozca), esto me recuerda a un capítulo de una serie de mi época en la que los protagonistas se enfrentan a un alien que se alimenta de emociones negativas (lo sé, es muy raro). Uno de ellos se queda sin su rabia, y de repente se convierte en un grotesco pacifista que quiere dialogar con el alien para ver si llegan a un acuerdo.

Pues bien, algunos jefes y compañeros míos se han convertido un poco en eso. Escuchan sin pestañear y poniendo buena cara a cualquier gilipollez que cualquiera tenga que decir, y eso en sí no es malo, lo malo es cuando esas gilipolleces ni siquiera tienen que ver con el tema a tratar, o peor, lo único que hacen es torpedear un proceso que al final tiene un buen objetivo. 

En el caso de la reunión del otro día, se hizo lo que se debería hacer en esas reuniones. Se hizo un guión de lo que íbamos a hacer, y se definió qué era lo que esperábamos. Se acordó lo que debería ser el producto de la reunión, y empezamos.

El proceso acordado era ver rápidamente 6 áreas de mejora sobre las que se había hecho una encuesta, y elegir las dos que «peor» salieran para trabajar sobre ellas. El proceso no nos duró ni 2 minutos, y creo que las razones se podrían agrupar en dos tipos:

:: Quiero hablar de mi libro: Algunos se empecinaron en hablar exclusivamente de lo que a ellos les preocupaba. Daba igual que se hubiera acordado un proceso entre todos, ellos sólo querían hablar de una cosa, lo suyo.

:: Quiero evitar hablar de lo otro: Otros, viendo que había temas complicados de los que se iba a hablar (relacionados con el jefe, por ejemplo), se dedicaron a dar las respuestas de manual a los problemas menos complejos y a centrar la discusión sobre ellos.

El resultado, 3 horas de tiempo tiradas a la basura (sin incluir viajes…). La reunión acabó siendo un estrepitoso fracaso, con todos frustrados, y con ningún objetivo cumplido. Un par de siguientes acciones acordadas para cubrir expediente, y siguiente tema.

Es obvio que estas reuniones tienen que ser muy abiertas, pero obligatoriamente tienen que ocurrir dos cosas en ellas para que sean útiles:

:: Estructura de reuniones efectivas: Objetivos claros, agenda clara empezando por los temas importantes y realista en cuanto a tiempo, fijar el rol de los asistentes y dejar claro cómo se van a tomar las decisiones… Esa lista de cosas que todos sabemos pero que muy pocos utilizamos.

:: Que el líder de la reunión haga de líder: Pensándolo bien, quizá ni siquiera el dueño de esta reunión quería hablar de los temas espinosos. Quizá no creía en lo que se suponía que teníamos que conseguir en la reunión. Pudiera ser, y quizá por eso, o porque no supo, no ejerció ningún liderazgo en la reunión para reconducirla hacia los temas importantes. Se hicieron un par de intentos, pero enseguida los que querían hablar de su libro y los que no querían hablar de lo importante monopolizaron otra vez la discusión, y poco a poco, nos fuimos desconectando todos.

Podría parecer muy infantil, pero seguro que si el líder hubiera ofrecido al equipo una votación sobre hacer bien la reunión sobre problemas comunicativos, o salir a correr 30 km bajo la lluvia, seguro que la democracia en acción hubiera funcionado.

Así que la democracia en la empresa está muy bien, pero sólo para algunas cosas. Para la mayoría, hace falta liderazgo que afronte los problemas de verdad, y que lleve a los equipos por los caminos difíciles, no que coja el primer atajo que aparezca para cubrir el expediente.

Aunque quizá, la respuesta esté en la primera norma de reuniones efectivas, «¿hace realmente falta la reunión?»

Autor:

Uno más de la Generación X que en 2012 es directivo en una gran corporación

Artículo escrito por Colaboración

1 Comentario

  1. ichi78

    startrek, el alien que se alimenta de ira, tercera temporada de la serie original.
    muy buena serie de artículos.

    Responder

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