Liberalismo Punk (V): la santísima trinidad de las sociedades liberales

10 diciembre 2023

Afrontamos esta quinta entrega de nuestra visión recobrada del liberalismo, vigente y necesario como nunca en la actualidad, tras haber analizado tres elementos distintivos que lo configuran:

  1. las instituciones,
  2. su compleja relación con los impuestos
  3. y la libertad económica.

Esta vez, sin embargo, vamos a centrarnos en los aspectos más prácticos y a reflexionar sobre el ejercicio eficaz de los principios liberales.

Para ello recurriré a las tres formas de la persuasión que Aristóteles introdujo en su tratado Ars Rhetorica (siglo IV a.C.): el ethos, el pathos y el logos.

El ethos se refiere a los elementos de persuasión basados en la credibilidad; el pathos abunda en los factores emocionales y psicológicos, y el logos trata sobre los patrones del razonamiento.

Aristóteles consideraba que la retórica era un arte que debía estar basado en la verdad y el respeto, y que debía combinar los tres elementos para convencer e influir en las personas.

La influencia de estos tres pilares de la comunicación persuasiva se extiende mucho más allá de la retórica.

En los ámbitos de la política, la economía y la sociedad civil, ethos, pathos y logos conforman los cimientos sobre los que se construyen y sostienen las sociedades liberales.

Este artículo pretende analizar brevemente como su ejercicio e interacción virtuosa pueden contribuir al bienestar y crecimiento.

Ethos

En política, el ethos se relaciona con la credibilidad y la ética de los líderes y las instituciones, todos ellos rasgos distintivos de liberalismo que aquí defendemos.

Abarca la garantía de fiabilidad que los ciudadanos esperan de sus representantes electos: los líderes que cumplen sus compromisos, se adhieren normas éticas y mantienen la transparencia construyen un fuerte ethos político, que fomenta la confianza, el respeto y la cohesión social, elementos esenciales para el funcionamiento de todo sistema democrático.

Sin una base ética, los líderes políticos destruyen dichos pilares.

La corrupción, la deshonestidad y el desprecio por los principios morales erosionan la credibilidad institucional. Cunde así la desilusión y fallan el compromiso cívico y la cooperación.

En el ámbito económico, el ethos se manifiesta a través del correcto proceder de las empresas, las instituciones financieras y los organismos gubernamentales. El ejercicio de buenas prácticas, la libre competencia, la responsabilidad económica y social y la sostenibilidad ambiental resultan fundamentales para propiciar y mantener un crecimiento equilibrado. Todo ello, a su vez, influye en el comportamiento favorable del consumidor, atrae inversión y crea riqueza.

Finalmente, los valores éticos y los principios compartidos definen el ethos de la sociedad civil.

La confianza entre ciudadanos, organizaciones cívicas y líderes comunitarios establece la base moral sobre la que se construye una sociedad libre, abierta, justa e inclusiva.

Pathos

Las acciones políticas, cada vez con mayor frecuencia, apelan a las emociones para obtener apoyo o provocar la respuesta ciudadana. Las conexiones emocionales construidas a través de narrativas y experiencias compartidas pueden movilizar a la sociedad y promover cambios y mejoras importantes.

Sin embargo, el recurso excesivo al sentimiento acaba conduciendo a la manipulación y al populismo, que sacrifica la racionalidad por la gratificación emocional inmediata y cortoplacista, dando lugar a políticas que priorizan la popularidad sobre la eficacia.

Las decisiones impulsadas únicamente por apelaciones emocionales suelen descuidar las consecuencias a largo plazo y no abordar problemas complejos. Tenemos miles de ejemplos a nuestra disposición.

En economía, el comportamiento del consumidor a menudo está impulsado por apelaciones emocionales, especialmente en marketing y publicidad. El pathos del discurso económico radica en comprender y aprovechar los deseos, aspiraciones y temores personales. Sin embargo, un enfoque descontrolado en los factores emocionales acaba conduciendo a la toma de decisiones impulsivas, creando burbujas económicas o patrones de consumo insostenibles. Tanto en el ámbito público como privado.

En cualquier caso, y pese a que el fervor sentimental desenfrenado puede conducir al comportamiento errático, a la polarización y a la quiebra del diálogo constructivo, no debemos olvidar que las conexiones emocionales dentro de la sociedad civil son la fuerza motriz detrás de los movimientos sociales, el activismo y el voluntariado.

Las personas y comunidades apasionadas se movilizan por el cambio, abordando los problemas sociales y abogando por los derechos civiles, cuya defensa constituye otro de los pilares de los sistemas liberales.

Logos

El logos en política se refiere al razonamiento lógico en el discurso público y, sobre todo, la evidencia detrás de las decisiones políticas.

Las políticas basadas en razonamientos sólidos y respaldados por datos mejoran la credibilidad y el liderazgo institucional.

Ello no significa, como algunos pretenden argumentar, pasar por alto el impacto humano y las desigualdades con las que debe convivir el liberalismo. El enfoque científico debe ser integral y empático, y debe incluir necesariamente las ciencias sociales.

Asimismo, la dimensión económica exige un enfoque lógico y basado en la evidencia para la formulación tanto de políticas como de estrategias empresariales.

Las decisiones económicas racionales, respaldadas por datos y análisis, contribuyen a la estabilidad y el crecimiento a largo plazo.

El ámbito civil tampoco es ajeno al impacto del logos: la comunicación efectiva, basada en datos verificables y un compromiso institucional permanente con la verdad, fortalece la voz colectiva de los ciudadanos y el debate público informado.

En el equilibrio está la virtud

La interacción dinámica y positiva entre el ethos, el pathos y el logos configura el tejido de las sociedades liberales. Lograr un equilibrio entre estos tres elementos resulta esencial para el ejercicio responsable de las libertades civiles y una gobernanza capaz y justa. Como hemos visto, los desajustes en una dimensión a menudo se extienden a otras. Cuando un elemento domina o se descuida, crea un desequilibrio que distorsiona los procesos de toma de decisiones y la dinámica social. Por ejemplo, la falta de ética política puede contribuir a la desigualdad económica, y los desequilibrios económicos pueden exacerbar las disparidades sociales.

Se conscientes de las consecuencias de dichos desequilibrios resulta crucial, ya que nos permite navegar mejor por las complejidades de las interacciones humanas y las instituciones. También nos facilita diseñar estrategias integrales para conseguir una sociedad más libre, ética, emocionalmente madura y lógicamente sólida. Reflexionaremos sobre ello en la próxima entrega de esta serie.

Artículo escrito por Sebastián Puig

Analista del Ministerio de Defensa

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