Confusiones con costes e ingresos
Durante el último mes, charlando y compartiendo en Twitter, en mis intercambios me he encontrado una y otra vez, con el mismo concepto erróneo. Además del ya típico -y tópico-...
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¿Se han preguntado alguna vez cuánto podrían llegar a ganar acertando el popular Pleno al 15 de La Quiniela en cualquier casa de apuestas? Pues bien, en este post vamos a analizar...
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Amancio Ortega: “Lo peor es la autocomplacencia. En esta compañía nunca nos hemos confiado. Yo nunca me quedaba contento con lo que hacía y siempre he tratado de inculcar esto...
Steve Denning es uno de los mayores expertos en management del siglo XXI. Tiene una amplia y dilatada experiencia como directivo en el Banco Mundial, ha publicado 8 libros, la...
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“Creo, y me puedo equivocar, que confundes coste para el usuario e ingreso para el oferente”
“El coste de un producto no es su precio de compra, sino su precio de uso”Coste monetario y coste total Además del coste monetario que hemos visto, hay un tipo de coste más, que solo hemos tocado de refilón y completamente imposible de traducir a dinero: el coste emocional de no haber alcanzado la adquisición del producto o servicio que realmente deseábamos, o no alcanzar la cantidad de dinero que esperaba obtener en el intercambio. Incluso habría que englobar aquí el coste emocional de no haber podido cerrar la operación en ocasiones anteriores, y que se traslada al cierre de la actual. Los profesionales inmobiliarios lo vivían a diario durante la burbuja cuando tenían que rebajar las expectativas de los compradores a sus capacidades reales de compra, mientras intentaban urgirles para que hasta esas expectativas rebajadas no se vieran frustradas por los precios al alza. Hoy lo viven en sentido contrario, desmintiendo las expectativas económicas de los vendedores e intentando corregirlas a la baja, mientras se les mete prisa para que el precio que puedan recibir sea aún menor. Otros profesionales tenemos una enorme dificultad al desmontar y corregir la idea de negocio que tenía nuestro cliente cuando vemos que no va a ser factible desarrollar una empresa sobre ella. Ese coste total, que engloba al económico y este al monetario, el que utiliza el actor económico para tomar su decisión. Queda claro, por tanto, que parte de ese coste es subjetivo y no objetivable, lo que impide predecir la decisión de un actor concreto
“Se puede hacer una correcta gestión de costes con un simple análisis de cuellos de botella”Ingreso y retribución
Entiendo que el tabaco tiene algunas externalidades no deseadas y que se aplique un impuesto disuasorio y lo mismo en cuanto al alcohol. Sin embargo, lo que sigo sin entender es ¿por qué la mano de obra es castigada con unos impuestos al trabajo tan elevados en España?El caso del salario como precio Ciertamente el mercado de trabajo es un caso extremo, y por ello muy ilustrativo, de lo que intento explicar. Si además de los impuestos tenemos en cuenta todos los demás costes que ambas partes afrontan para alcanzar un acuerdo, especialmente los riesgos por parte del empleador en forma de despido, incertidumbre sobre el desempeño del trabajador (calidad del servicio que prestará), etc. Resulta que la cuña entre las valoraciones de empleador y empleado es aún mayor, y la incomprensión mutua inmensa. El problema que subyace a esta diversidad de visiones es la definición de precio, que ya vimos, y de la definición del salario como precio en el mercado laboral. Porque, ¿cuál es el salario (el precio)? ¿El sueldo bruto? ¿Sueldo bruto más cotizaciones sociales de la empresa? ¿Lo que se ingresa realmente en la cuenta corriente al trabajador? ¿Lo que le habrá quedado en neto después de presentar la declaración de la renta en mayo del año siguiente? ¿Todos los costes que afronta la empresa para contratar un empleado? ¿Otra cifra distinta? Por supuesto que, para poder negociar, ambas partes suelen hablar del mismo concepto, el sueldo bruto. Espontáneamente se ha llegado a ese concepto como lenguaje común para negociar pero como vemos, la visión que ambas partes tienen de él, la valoración que ambas partes hacen de él, está tremendamente alejada. Y lo mismo, exactamente lo mismo, ocurre con cada precio en toda transacción.
Ningún economista defiende que los mercados reales funcionen como lo haría un mercado de competencia perfecta Por desgracia SÍPoder de negociación y transferencia de costes (impuestos) Una de las principales razones que se esgrimen para motivar la legislación (intervención pública) en diversos mercados es el diferente poder de negociación entre una y otra parte de dicho mercado. Y sin embargo esa intervención no suele estar orientada a aumentar las opciones de la parte “débil”, disminuyendo así el poder de negociación de la parte “fuerte”. Muy al contrario, la legislación tiende a introducir costes añadidos al acuerdo, adjudicándoselos a la parte teóricamente “fuerte” y agrandando la diferencia en las valoraciones del precio, con dos efectos añadidos: :: El primero, que las intervenciones suelen tender a generar ingresos para las arcas públicas, hasta el punto de que a menudo parece que ese sea el único interés al intervenir. :: El segundo, que o bien ignoran que el coste añadido será transferido desde la parte “fuerte” a la “débil” (ignorando al tiempo su propio análisis de partida y fundamento) o bien lo proscriben. Prohibir esa transferencia de costes es absurdo en todo caso puesto que, si no se puede hacer a través del precio (o de otras operaciones entre los mismos actores), se hará a través de la cantidad (con menor número de operaciones). Claro ejemplo de lo segundo es el paro causado por los sucesivos aumentos de los costes de la contratación. De este modo se abandona también el principio de la eficiencia, uno de los cinco principios básicos de la imposición (Siglitz, 1999), que supone que los impuestos no deben interferir en la asignación eficiente de los recursos, no deben distorsionar la actividad. Forzar al paro a gente que podría estar trabajando, ¿es eficiente? ¿Es deseable? ¿Qué otros efectos son preferibles y por tanto son puestos delante de este? Pensar que introducir un coste para la parte presuntamente “fuerte” de un acuerdo puede beneficiar de algún modo a la parte presuntamente “débil”, es una aplicación práctica de la errónea concepción de las relaciones económicas como juegos de suma cero. Y contiene un error de análisis añadido al anterior, y es pensar en las transacciones como estáticas, cuando la economía es siempre dinámica.
No son las montañas. Esto es la civilización y en la civilización no te roban en el camino. Se esperan que entres en las ciudadesOperación cerrada es ganancia esperada Vuelvo al primer error con que abría este post, pensar que el precio es el resultado de sumar los beneficios a los costes (cuando es justo al revés, el beneficio es el resultado de restar a los ingresos –inciertos– los costes –seguros–, si es que queda algo). El precio se cierra cuando se cierra la operación, y no antes. Y que la operación se cierre significa que ambas partes esperan que su situación mejore con el acuerdo (pensar lo contrario supone pensar que hay algún idiota que actúa en contra de sus propios intereses). Lo formularé de otra manera: operación cerrada es ganancia esperada. Eso no significa que la operación cerrada o la ganancia esperada haga necesariamente felices a los intervinientes. La satisfacción con el acuerdo depende también, como veíamos antes, de las expectativas previas de las partes. Que el acuerdo se cierre supone que su situación mejora, no que mejore tanto como habrían deseado o esperaban que lo hiciese. Tampoco significa que toda operación cerrada suponga beneficio para las partes, a menudo esto solo se corrobora con el tiempo; significa que se espera que sea beneficiosa. Por eso digo que el beneficio es el resultado de restar los costes a los ingresos, si es que queda algo.
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Comentarios
[…] Para la adopción, como ya hemos comentado antes, hay que contar con las personas. Para el despliegue o la entrega, no es necesario. El coste externo de la entrega es grande pero el coste interno es prácticamente nulo. El coste externo de la adopción es muy pequeño, pero el coste interno es muy grande, en tiempo, presupuesto, y sobre todo motivación y ejemplo. No hay que confundir costes de despliegue (lo que cuesta adquirir productos y servicios) con el coste interno de la adopción (el uso adecuado) de la contratación pública electrónica. En esta entrada se explican mejor estos conceptos que normalmente utilizamos y comprendemos mal. […]