7 lecciones que aprendí del mentoring para desarrollar el liderazgo

4 noviembre 2020

Mi visión de liderazgo es funcional, se trata de un rol que tiene asociada una función: que otras personas quieran remar en la misma dirección para lograr un objetivo que asumen como común. Para desarrollar esa función son necesarias una serie de habilidades. Y en ellas, para mí destacan las relacionales y conversacionales.

No creo que el liderazgo sea un don, ni una habilidad en sí misma, sino un conjunto de habilidades que están al servicio de un fin, de un objetivo común.

Por esa misma razón nunca he entendido el liderazgo como una aspiración o un objetivo, sino como un rol que desempeñamos para lograr propósitos o metas.

Creo que confundir el fin con el medio acarrea muchos problemas, desviaciones, desajustes y desequilibrios. El liderazgo no es un fin es un medio para lograr un fin.

La elección del fin y la forma de lograrlo ya es una decisión personal, con una alta carga valorativa. Una decisión que por otra parte no solo nos retrata como líderes sino como personas.

Por mi parte entiendo que el liderazgo debe tener en cuenta el bien común, y ser ejercido de forma tal que logre un beneficio para todos.

Me dedico al mentoring desde el año 2002, y desde ese mismo año ejerzo como mentora, porque aunque pueda parecer lo mismo, no lo es. Hay muchas personas que dicen dedicarse al mentoring, forman mentores y desarrollan programas de mentoring y, sin embargo, nunca han ejercido como mentores o mentoras.

Algo que vendría a ser lo mismo que dedicarse a formar líderes o dar clases de liderazgo y no haber ejercido de líder en la vida o haberlo hecho con dudosa efectividad y calidad.

He recibido formación en liderazgo y un sin fin de habilidades asociadas al mismo, pero puedo asegurar con total seguridad y convicción que lo que realmente me ha ayudado a ser mejor líder, en los proyectos en los que me he embarcado y con los equipos que he liderado, es ser mentora y tener una mentora.

Por eso hoy quiero compartir contigo algunas de las lecciones aprendidas en el mentoring que me han servido para desarrollar el liderazgo.

1) Mentalidad de principiante y apertura a la experiencia

“Solo se que no se nada” como diría Sócrates, pero también sé que puedo aprender de cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento, y esto tiene más poder que saber.

Dejar de ser experta y gurú, con la respuesta siempre dispuesta para impresionar, para mostrar todo mi saber o elocuencia. Para pasar a ser curiosa, permanentemente interesada por conocer y comprender al otro. Acudir emocionada a cada nuevo encuentro para dejarme sorprender por la increíble grandeza y sabiduría que atesoran en su interior las personas. Querer zambullirme en el mundo interior de cada ser humano que me ha permitido acompañarle, indagando apreciativamente sobre sus visiones, sus percepciones, sus mapas.

Dejar las respuestas en un cajón y permitir que la pregunta surja al hilo del discurso de mi interlocutor, construyendo una conversación que nos enriquece mutuamente.

Iniciar cada conversación como si fuera la primera, abierta a la experiencia de conversar con la persona que está siendo y estoy siendo en ese preciso instante, prescindiendo de todo lo anterior y todo lo que pueda venir.

Huir de jergas, lenguajes sofisticados, artificiosos, desprovistos de humanidad, cuyo único objetivo es querer demostrar algo que en realidad no existe, alimentar nuestro ego insaciable, y evitar la cercanía con el otro para que quede patente la distancia intelectual, vital, social, o de cualquier tipo. Comenzar a hablar para comprendernos, para conectarnos, para hermanarnos, para crear sentido juntos.

Conversemos para crear islas de palabras, que sirvan de refugio a otros para reflexionar, para buscarse, para encontrarse, para reconocerse, para mirarse de otra forma, para despertar, para recuperar su poder creador.

2) Ayudar a descubrir el norte, ajustar la brújula y ser un faro que guía

Las personas nos movemos hacia un fin, está en nuestra naturaleza. El problema es que muchas no lo han descubierto, no lo han encontrado, no han creído que tenían que buscarlo, se han dejado llevar por los nortes de otros sin cuestionarlos.

Imponer un norte a otros no sirve de nada, no crea compromiso, no genera satisfacción, desmotiva, ocasiona fricciones, conflictos y  desajustes. Cada persona alberga en su interior un propósito, un sentido de vida, algo por lo que realmente quiere luchar, esforzarse, implicarse, comprometerse.

Nuestra misión como líderes, como mentores, no es establecer el norte, es ayudar a cada persona a descubrir su norte y cómo puede llegar a él uniéndose a otros, colaborando con otros, aunando esfuerzos con otros. Una vez que conectan con ese norte, nuestra labor es facilitarles que ajusten su brújula para llegar a él, conectando con su sabiduría interior, con su intuición, y que sepan orientarse en él mundo, en sus diferentes caminos, sus límites, sus oportunidades, sus momentos, sus recursos, sus obstáculos.

Ayudar a establecer visiones, a clarificarse y hacerlas realidad en el contexto en el que se mueven es clave para un liderazgo efectivo.

La auto-confianza, la auto-estima, la seguridad en uno mismo, la iniciativa no surgen de nuestro ego, sino de nuestra conexión con nuestro propósito, nuestras metas, nuestra sabiduría, y con la posibilidad de hacer eso posible en el mundo que nos rodea.

Nuestra misión como líderes y mentores no es dirigir sino guiar, servir de faro cuando las distracciones, las tempestades, los escollos surgen, ayudando a mantener el rumbo.

3) Aceptación incondicional positiva

Creo firmemente, como creía Carl Rogers, que las personas poseen capacidades y recursos dentro de ellas para lograr cambiar sus actitudes, su concepto de sí mismas, y sus comportamientos para lograr aquello que quieren y quieren ser, y que estas capacidades y recursos pueden ser liberados, desplegados a través de una relación en la que se den una serie de condiciones, entre ellas la aceptación y consideración incondicional positiva. Y lo creo, no solo por las enseñanzas y experiencias de Carl Rogers, sino porque lo he visto una y otra vez a lo largo de mi experiencia profesional como mentora con muy distintos tipos de personas.

Aceptar y considerar de forma incondicional y positiva a las personas les permite ser, sin miedo a ser juzgados, sin miedo a no ser aceptados, a no ser queridos, a ser rechazados.

Cuando una persona se permite ser, aprende quién es realmente, y puede conectar con sus verdaderos valores, motivaciones, experiencias, propósitos. Esto es lo que a una persona le da confianza, seguridad, la vuelve más expresiva, más optimista, más proactiva.

Dejar atrás nuestro juicios, prejuicios, nuestra tendencia a clasificarlo todo en bueno o malo, a rechazar de plano todo aquello que no concuerda con nuestra forma de ver el mundo, nuestras normas, valores, nuestros intereses.

Olvidarnos de convertir las conversaciones en una discusión de egos, en demostrar quién tiene razón y quién no, para simplemente contemplarlas como intercambios de mundos distintos en los que puede haber un enriquecimiento mutuo de visiones, percepciones, ideas, y la emocionante posibilidad de encontrar un punto de conexión, de contacto vital, de hermandad.

Aparcar nuestro deseo de modelar a nuestra imagen y semejanza, dejando que sea el otro que se modele y moldee como el quiere, que construya la persona que quiere ser, que se convierta en el ser humano que intuye habita en él. Cambiar la tendencia a corregir, dirigir para simplemente acompañar en el camino de llegar a ser.

4) Huir de los diagnósticos, las etiquetas y cultivar el aprecio hacia los matices, lo inesperado, lo diverso, el verso suelto

No creo que exista alguna persona hoy en día que no se haya hecho uno o varios test para que le digan quien es, cómo es, qué le motiva, en qué es bueno, cuál es su talento, etc. Y compruebo en cada formación de mentores que llevo a cabo la necesidad de tener etiquetados a nuestros mentees, nuestros clientes, nuestros colaboradores, nuestros empleados. Clasificados en su casilla, perfectamente diagnosticados para poderles aplicar la receta maestra y, por supuesto, corregir los resultados cuando el diagnóstico no se ajusta a nuestro ideal de ser.

No estoy en contra de los test, pero una persona es mucho más que eso, y no creo que sea etiquetable, pues no es ni un pantalón ni una camiseta.

Hay demasiados matices en un ser humano para que quepan en una o varias etiquetas. Etiquetar priva a las personas de la oportunidad de ser, de experimentar nuevas formas de ser, de mostrarnos más detalles, más posibilidades.

Los test nos ayudan a orientarnos y a entender la diversidad, e incluso la variabilidad de personas y comportamientos. Ir más allá es deshumanizar y convertir a la persona en un objeto de estudio y diagnóstico. Las personas nos estamos descubriendo continuamente, si nos permitimos el placer de hacerlo.

Si quieres conocer a alguien, si quieres conocerte a ti mismo conversa, dialoga, observa, explora, escucha, pregunta, y reflexiona. Y sobre todo, déjate sorprender, atrévete a descubrir algo nuevo, un verso suelto en cada encuentro, en cada interacción, en cada conversación.

Huye de estereotipos, de clasificaciones en bueno o malo, mejor o peor. Agudiza tu empatía hacia la diferencia, contempla a quienes son más diferentes y te cuesta más conectar con ellos como tus maestros para desarrollar nuevas habilidades, nuevas formas de comunicar y de relacionarte.

Cada persona que nos topamos en el camino es un maestro, es alguien que nos enseña algo sobre nosotros, en nuestra mano está descubrirlo y aprender la lección.

5) Practicar la generosidad inteligente

Adam Grant, profesor de comportamiento organizacional de Wharton, señala que hay tres grandes tipos de formas de relacionarnos, derivando de ello tres perfiles: dadores, tomadores y emparejadores.

Los dadores ayudan por el placer de dar, esa es su ganancia más allá de una compensación o recompensa concreta por parte del otro.

Los tomadores buscan obtener ganancias de cualquier interacción.

Los emparejadores buscan un equilibrio entre sus demandas y lo que otros quieren.

Más allá de esta clasificación, que tiene su utilidad para iniciar una reflexión acerca de cómo son nuestras relaciones y como influyen en nuestra vida, prefiero quedarme con la idea de que una relación debe ser una fuente de aprendizaje, enriquecimiento y crecimiento mutuo.

La correspondencia es un concepto indisolublemente unido al de relación, en una relación tiene que haber intercambio, flujo en ambas direcciones. En lo que se refiere al mentoring y al liderazgo, mi parecer es que las relaciones deben ser como las que el Análisis Transaccional describe de “adulto a adulto”, en las que se practica, lo que yo llamo una generosidad inteligente:

  • dar lo que el otro necesita y cuando lo necesita, y no lo que nosotros creemos que necesita o queremos dar. Para no equivocarnos lo mejor es dar cuando nos lo piden y preguntar cuando no lo tenemos claro.
  • dar cuando el otro responde a sus compromisos y también aporta a la relación, y no dar sin más, ni sin medida.
  • dar con consciencia y responsabilidad de lo que se da y de su valor, para qué se da, cómo se da, que va a aportar.
  • no dar cuando no es necesario, conveniente, o adecuado.

En los intercambios comprometemos nuestra energía, nuestro recurso más valioso para seguir creciendo y ayudar a crecer a otros.

6) Apreciar el regalo de poder escuchar con el cuerpo y con el alma.

«Cuando escucho realmente a otra persona entro en contacto con ella, enriquezco mi vida» Carl Rogers

Todo lo que he aprendido sobre las personas, sobre psicología, sobre mi misma, sobre cómo somos, sobre porque actuamos como actuamos, sobre los procesos de cambio, sobre el liderazgo, lo he aprendido escuchando a las personas de una forma global y profunda.

Escuchar con atención plena, presencia plena, apertura y empatía. Escuchar más allá de las palabras, intuyendo las emociones que están presentes o que estuvieron, captando los matices, lo que es más personal y a la vez más común a la esencia humana (valores, motivaciones, emociones, aspiraciones, pasiones).

Escuchar acompañando los pensamientos del otro, sus sentimientos, apreciando el significado personal que le da a lo que dice, incluso llegando a vislumbrar el significado inconsciente de lo que dice, o lo que no dice pero está queriendo ser dicho.

Ser capaz, como describe Carl Rogers, de escuchar en el discurso del otro «su grito humano profundo, un grito silencioso» que está ahogado, no se oye pero se siente, se palpa su necesidad de expresarse. Dejar que ese grito resuene en ti para poder ser su eco, dejarlo salir y seguir creciendo juntos.

“Como mentora he adquirido consciencia de la importancia de dedicar tiempo a escuchar a la gente de la organización. Es la inversión más rentable personal y profesionalmente que se puede hacer.»

Frase de una mentora para las conclusiones de un programa de mentoring para el impulso de la carrera directiva de las mujeres en multinacional sector publicidad y medios.

7) Convertir las diferencias en poder creativo

Vivimos inmersos en una red de relaciones, y en toda relación siempre hay conflictos, surgidos de las diferencias de valores, visiones, expectativas, ritmos, objetivos, etc.

Los conflictos son una oportunidad de aprendizaje, sobre nosotros, sobre los demás y sobre la vida. Empatizar con la diferencia nos ayuda a descubrir nuevas aristas de nuestra personalidad y de la de los demás, y si sabemos tallarlas bien nos servirá para seguir evolucionando y convertirnos en mejores personas. Para ello debemos dar prioridad en nuestras relaciones al encuentro y la conversación, en vez de a la discusión y la contra-argumentación.

Un conflicto no es una guerra, no es una batalla entre los buenos y los malos, entre los que tienen razón y los que no, es una herramienta poderosísima para nuestro desarrollo personal.

Las diferencias, los conflictos son la experiencia de aprendizaje perfecta para practicar la apertura a la experiencia, la escucha global y profunda, la empatía, la aceptación incondicional, la generosidad inteligente, la creatividad.

Con todas ellas podremos descubrir nuevas formas de lograr la satisfacción de las necesidades y demandas de otras personas, alinearlas con las nuestras, y hacer crecer la relación.

Además de estas 7 lecciones que he aprendido me gustaría compartir contigo este video TED sobre la experiencia de McCrhystal como líder en el ejército de los Estados Unidos. En él habla de la importancia de escuchar, aprender del otro, confiar, ser ejemplo para ser creíble y confiable.

McChrystal aprendió que ordenar a los soldados que ejecutaran tareas, que él mismo nunca había llevado a cabo ponía en tela de juicio su legitimidad como líder.

Liderar desde el ejemplo es fundamental, y esto implica que no puedo ayudar a aprender a otros, a desarrollarse a otros, si yo no estoy dispuesto a dejar que me ayuden a aprender y desarrollarme.

El mentoring es una relación de co-aprendizaje, en la que siempre está implícito un “reverse mentoring”, algo que muchos citan como nuevo e innovador, cuando es consustancial a la relación de mentoring.

Los mejores líderes no son buenos por tener siempre razón, soluciones, conocimiento o respuestas; son buenos porque están dispuestos a aprender de sí mismos y de otros, están dispuestos a experimentar en carne propia aquello que quieren que experimenten sus equipos, están dispuestos a cambiar para ser los mejores catalizadores del cambio de otros.

«El programa de mentoring ha sido una oportunidad excelente para enviar un mensaje muy poderoso a toda la organización, de cómo debe ser la forma de liderar y dirigir a las personas”

+Frase de un mentor para las conclusiones de un programa de mentoring para el desarrollo del talento high potential en una multinacional industrial

Artículo escrito por Mª Luisa de Miguel

Directora Ejecutiva de la Escuela de Mentoring

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