Españoles, Pin y Pon han muerto

31 marzo 2015

Los que ya no cumpliremos 45 años recordamos a un hombre gris, en una televisión gris, en una España gris, anunciando la muerte del dictador Francisco Franco un 20 de noviembre de 1975. Con un verbo forzado y pesadamente florido Carlos Arias Navarro loaba las muchas virtudes que él veía en el dictador y que, supuestamente, los demás españoles reconocíamos. Por supuesto, la muerte de Franco fue el inicio de un cambio a mejor, a mucho mejor, de una España monocroma a un país de colorines. Pero también dio paso a un país más realista, ilusionado pero realista, que se dio de bruces con la realidad de un mundo sin los filtros de la censura, sin las mordazas de las malas noticias y sin el mensaje oficial de un mundo feliz y perfecto. España se dio cuenta de que era posible hacer muchas cosas y de que las íbamos a hacer, pero que éramos nosotros los que teníamos que hacerlas. Fue un baño de realidad ilusionante, una mayoría de edad de golpe, una asunción de responsabilidades sin anestesia.

España_No_es_Pais_de_Matices

Los que vivimos aquella época, aunque fuera en los ojos de nuestros mayores, podemos analizar, salvando las distancias, la situación en la que nos encontramos hoy y ver ciertas similitudes. Hay crisis económica, como entonces (la crisis del petróleo del 73 había afectado de lleno a España y obligó, entre otras razones, a firmar los Pactos de la Moncloa), crisis política, como entonces, crisis moral (entendida como cambio de valores morales, no necesariamente negativo). Era, como lo es ahora, un momento de cambio profundo, de reposicionamiento social y personal, de redefinición de todo lo que era sólido. Y sin embargo creo que estamos, en algunos aspectos, construyendo una sociedad peor.

Escribo esto el 25 de marzo, un día después del terrible accidente del avión en los Alpes. Algunos (¿jóvenes?, ¿personas?) critican el retraso del programa Mujeres, Hombres y Viceversa por las noticias del accidente. Otros directamente insultan a los pasajeros muertos por su supuesta catalanidad.

Independientemente de la tristeza que me provocaron estos comentarios, y que sobre todo define la bajeza moral de sus autores, esto no hace sino confirmarme algo a lo que le vengo dando vueltas hace tiempo: vivimos en el país de Pin y Pon, o al menos eso creemos. A distintos niveles, y cada uno en su ámbito, estamos obsesionados por construir un mundo aislado de peligros, responsabilidades y esfuerzos. No hay nada mejor que un programa zafio, hormonado y vulgar, eso antes que enfrentarte a la realidad de una tragedia que te puede amargar el día. No hay responsabilidad si digo cualquier barbaridad por las redes, quiero libertad pero sin responsabilidad.

Dijo en una ocasión Felipe González que el problema de la democracia es que es aburrida. Nosotros hemos vivido bajo la ley del péndulo y hemos pasado de un régimen, la dictadura, donde éramos responsables y culpables, a otro en el que nos han inundado de derechos que no han traído consigo sus correspondientes responsabilidades. Y esto, que parece centrarse en un enfoque político y social tiene también su trasunto en el mundo de la empresa y el emprendedurismo.

Hay un video de Odin Dupeyron, autor y actor mexicano, que circula por la red en el que habla de la obsesión por escuchar mensajes positivos y la facilidad con la que asumimos el buenismo y esa motivación barata que prolifera por ahí. Hagan una prueba, revisen su timeline de Facebook. Seguramente habrán notado un aumento de videos de motivación, frases positivas e imágenes de felicidad. Es normal, con la crisis las personas reaccionan en sentido contrario tratando de refugiarse en entornos más felices o buscando recibir impactos de motivación. ¿No han notado una proliferación de coachs los últimos años? Respeto mucho esa profesión y tengo amigos que son magníficos profesionales como para darme cuenta que muchos de los nuevos entrenadores son gente que se ha subido a la ola del momento. Y lo malo es que, como por lo general analizan muy bien el mercado, no transmiten un mensaje realista, sino el que el mercado quiere oír: “todo es posible si lo intentas” “el futuro depende de ti” “todos podemos ser emprendedores”…


Incluso hay gurús de 7.000€ la charla que se dedican a promover la felicidad en las mismas. No sé si les ha pasado alguna vez. Yo he ido a alguna de estas charlas con mi libretita y mi boli para apuntar ideas. Me lo he pasado pipa, me he reído, me ha divertido, pero al salir he mirado mi libreta y estaba en blanco. Ni una idea aceptable y que resista más de una carcajada.

Vale, estoy maximizando. Es necesario el pensamiento positivo, por supuesto, pero yo creo que más que el pensamiento positivo es necesario el pensamiento realista, que tiene tanto elementos positivos como negativos. Hace unos meses participé en un programa para emprendedores que, desde mi punto de vista, es uno de los más interesantes de España. Además de dirigir un grupo de mentores que íbamos a trabajar sobre un proyecto, me pidieron que participara en la jornada inicial, que iba a ser una especie de jornada de motivación. Traté de que mi enfoque no fuera el habitual y construí un discurso más realista que motivador. Algunas frases que utilicé:

.-“La motivación a un emprendedor es como el valor para el soldado, según nos decían en la mili, se presupone”

.-“El fracaso no es algo ajeno al emprendedor y ha de asumirlo como parte del camino”

.-“No es cierto que todo el mundo pueda ser emprendedor, se necesita algo más que una idea”

.-“Las ideas no tienen ningún valor, el valor lo tiene la ejecución de la idea”

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Con el tema de la motivación hay que tener cuidado, porque a veces la utiliza el emprendedor hasta para gestionar sus equipos. Ya hablé de los distintos tipos de motivación hace unos meses y comentaba que existen tres tipos fundamentales de motivación: de trueque (yo hago algo para conseguir algo, por ejemplo salario), del artista (yo hago algo por el placer de construir algo lo mejor posible, también se llama del artesano o del profesional) y del voluntariado (motivación intrínseca que nace del deseo de conseguir un resultado beneficioso para “el otro”). Un modelo ideal es el que tenga en cuenta los tres tipos de motivación. El problema es que hay muchos emprendedores que se olvidan directamente de la motivación por trueque y supeditan todo a esperar que sus equipos se alimenten de una voluntad autónoma de seguir adelante con el proyecto, como si las motivaciones del profesional y del voluntariado vinieran de serie. No son realistas.

Y no es sólo culpa suya, ya que estamos en un ecosistema que se alimenta de nubes de algodón. Vemos constantemente motivadores que se dedican a soltar frases como “si crees en ello, cualquier cosa es posible” o “las ideas están en ti, sólo has de encontrarlas”. Y no se trata de ser pesimista, se trata de ser realista, repito. No todo el mundo puede ser emprendedor, no todos están capacitados, por mucho que se haya creado una burbuja en torno a ello más por el tipo de mensaje que se está manejando que por el volumen de negocio que mueve. Y es que ese tipo de mensaje optimista hasta el dulzor, almibarado e irreal hace que entren en el ecosistema, emprendedores, proyectos y actores que o poco aportan o no están capacitados para estar en él. Y muchos encuentran su primer muro o golpe de realidad a la hora de la financiación, sobre todo si han de tratar con inversores.

Cuando hablo con emprendedores que tienen su emprendimiento para sus horas libres, fuera de sus horas de trabajo, y les digo que ellos jamás encontrarán un inversor que quiera poner dinero si no dejan sus empleos y se dedican 120% a su proyecto, se extrañan y algunos hasta reaccionan como si les estuviera atacando. Y ya si les dices que incluso con mucho dinero invertido es casi seguro que estadísticamente su proyecto fracase veo en sus ojos el deseo de matarme de la manera más cruel y dolorosa posible.

Me he encontrado con proyectos que eran inviables pero que el emprendedor era incapaz de verlo “porque mis amigos me han dicho que ellos sí lo comprarían”. Siempre digo lo mismo, la familia y los amigos están bien para poner pasta, pero no para validar un producto o un negocio. Es como cuando vienen con frases como “yo sé que estoy cubriendo una necesidad”, “mi proyecto es mejor que otros parecidos y el cliente lo apreciará”, “lo he testado con algunos y a la gente le gusta”. Primero se ha de detectar una necesidad y luego validar que mi solución es aceptada por el mercado. Sólo el mercado dice si un proyecto o un producto es mejor que otro, aquí la calidad del mismo es un concepto relativo. Que un producto guste a alguien no quiere decir que lo compre, ese paso no se suele tener en cuenta.

Vemos entonces que hay un estado de irrealidad que lleva a algunos a empezar la casa por el tejado, a invertir dinero, que no les sobra, en proyectos llenos de suposiciones y vacíos de certezas. Y lo peor es que no están dispuestos a cambiar. En algunos proyectos pido a los emprendedores que pongan en duda todas las ideas con las que vienen… es casi imposible. No vienen con dudas, vienen con sus certezas (recuerdo: “Nunca te fíes de un Economista que no Dude”), que es peor, porque no son certezas que les ha dado el mercado, sino las que ellos se han creado.

Y vuelvo a decir, no se trata de ser pesimista, sino de ser realista. Y la realidad supone ver lo bueno y lo malo. Y en la motivación también hay mucho de bueno, pero una motivación realista, que sea consciente de los peligros y esfuerzos que supone emprender y tener proyectos empresariales. Hace poco salió un artículo hablando muy duramente de Pau García-Milá, artículo que tuvo su réplica del propio Pau. Aunque estoy de acuerdo con algunas cosas que se dicen en el artículo sobre Pau, creo que sí que es verdad que no podemos pasar del país de Pin y Pon a Mordor. He estado en alguna conferencia de Pau y es cierto que es pura motivación, al menos en las que yo estuve, y poco más. Pero también es cierto que no se puede criticar a un emprendedor porque haya fracasado en sus proyectos (en caso de que eso sea así, puesto que Pau lo matiza). Si criticamos a los que fracasan el emprendimiento español y mundial sería un campo yermo y seco.

No somos un país de matices, somos un país de trazo grueso, de reflexión recia y poco dada a las florituras. O estás conmigo o estás contra mí. Y si tienes éxito algo malo habrás hecho. Pasamos de la desesperación y el abatimiento del paro a la euforia y el sol brillante del emprendimiento, y no nos engañemos, muy jaleados por unos gobiernos que sacan tajada de todos los emprendedores, tengan éxito o no.

Sé que mis reflexiones son también gruesas, que les faltan matices e incluso, si me apuran, justicia en el juicio. Pero véanlo más como un problema de espacio que de pensamiento (o al menos eso es lo que quiero creer). En lo que sí estoy seguro y quiero que se marque a fuego en la primera página de todo plan de negocio de cualquier proyecto (a ver si así sirven para algo) es que hemos de ser más realistas, que hay cosas que podremos conseguir y otras que no, que el hecho de que mi vecino haya montado una empresa de cría de cebollino que le va espectacular no quiere decir que a mí me irá de igual de bien. “Pero es que yo sacaba mejores notas en el colegio que él”, “pero es que él era el tonto de la clase”. Como si eso importara. Es más, define “tonto”.

Sí, amigos, sí, españoles (y mexicanos, peruanos, argentinos, uruguayos…) Pin y Pon han muerto, ya no estamos en un mundo de piruleta donde las flores son de gominola y en el cielo hay un arcoíris perpetuo. No importa que trabajes más que nadie, es posible que nunca lo consigas si ese no es tu camino o no estás preparado para ello. No importa que lo creas y que luches por ello, igual no se cumple. No pienses que las ideas ya anidan en ti, hay que trabajar para tenerlas, esforzarse para darles forma y empujar para que nazcan “con el sudor de tu frente”. Es un camino fantástico, motivador, emocionante y lleno de alegrías, pero también oscuro, pesado, aburrido y frustrante. Emprender es así, y cuanto antes lo tengas claro antes nos podemos poner a trabajar en tu proyecto.

Decía un amigo que cuando daba, o cuando da, conferencias más que hablar vomita por la cantidad de ideas que le surgen y va soltando a velocidad endiablada. Espero que mi vómito no haya salpicado a nadie y perdonen por el desorden de las palabras, creo que he conseguido alguna frase coherente. De lo demás, miren a ver qué pueden sacar en claro. Y si no pueden sacar nada no pierdan el tiempo, olviden este artículo y a otra cosa, que hay muchos proyectos que sacar adelante. Pero les espero en el próximo artículo, ¿eh?

Artículo escrito por Juan Sobejano

Fundador de Innodriven, consultor de innovación en Innolandia y profesor

2 Comentarios

  1. Jesús

    Como suelo decir: en política pasa como en literatura, las buenas novelas no son las que te hacen creer en los reyes magos, sino las que te hacen volver a sentir como cuando te enteraste de quiénes eran.
    Un saludo

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  2. Edita Olaizola

    Suscribo todo lo que expones,Juan, aunque efectivamente habría que matizar algunas cosas.
    Estoy convencida de que parte de estos problemas derivan de la sobreprotección que se ha ofrecido a los jóvenes. Si te apetece puedes echar un vistazo a «Felicidad, derechos, deberes….» en http://linkd.in/1yDL35S

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