Las universidades innovadoras no esperarán al BOE

15 septiembre 2014

Hay una trampa en la que pueden caer las universidades, tanto en España como en otros países: crearse un marco mental – reglamentario que las convenza que no hay nada que hacer, que no hay espacio para un salto adelante significativo en docencia, investigación o valorización del conocimiento. Agarrarse a que las limitaciones del sistema son tantas (exceso de reglamentación, gobernanza, financiación a la baja,  frágil meritocracia) que no hay nada que hacer hasta que alguien arregle el sistema. El peligro es instalarse en una autocomplacencia pesimista. Es decir, si no lo hacemos mejor, simplemente es porqué no hay dinero. Mientras, la tentación de sobrediagnosticarse no cesa. ¿Cuántos informes ha habido desde el Informe Bricall a nivel general? ¿cuántos DAFOS para cada universidad con listas de puntos débiles y amenazas cada vez más largas?

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Nadie con sentido común niega las enormes dificultades existentes ni que el entorno genera un desgaste excesivo e innecesario a la hora de hacer cosas nuevas. A pesar de ello extraña que no haya más ímpetu para desbordar los reglamentos y desafiar las crisis con más innovación y convicción. Alguien podría pensar que algunas universidades prefieren mustiarse antes que cambiar. Y no debería ser así porque las universidades no son Kodak que no supo cambiar y murió aplastada por  la propia fotografía digital que ella inventó.   

Hasta ahora las universidades han sido mucho mejores recomendando la innovación a los demás que aplicándosela a ellas mismas. Algo similar a lo que hacen las administraciones. Pero el mundo no espera y los que quieran reaccionar gregariamente, buscando consensos lentísimos de sistema, corren el riesgo de construir soluciones para problemas que el mundo dejó atrás y no conseguir dar respuestas a los retos vigentes de la sociedad. La resistencia al cambio o, el cambio a ritmos del siglo XX, pueden llegar a ser simplemente exasperantes. Además, en las universidades, la resistencia al cambio se disfraza a menudo de doctas notas a pie de página, o cómo utilizar el conocimiento para frenar más que para avanzar.

El panorama cambia aceleradamente. Y no solamente son los MOOC que disparan disruptivamente a los modelos de negocio convencionales de educación superior. Ni los rankings que dinamitan autocomplacencias. Ni el estallido de la burbuja universitaria en USA. Es el cambio radical del mapa mundial de universidades con la irrupción asiática. Es la nueva generación de propuestas académicas (tipo Minerva o Singularity). Son las nuevas plataformas de emprendimiento asociadas a universidades que van más allá del papanatismo general del ruido entorno al emprender. Son las universidades que entendieron que el I+D+i periclitó y que esto les abre grandes oportunidades. Son las experiencias de aprendizaje más colaborativo. Es la ciencia abierta que complementa la innovación abierta. Es el reto de atrapar un conocimiento que crece exponencialmente y que añeja los apuntes del curso anterior. Es la globalización de la lucha por el talento diferencial. Son las políticas de estado para la movilidad universitaria. Es la constatación de que la educación superior ya no es solamente la universidad. Es un mundo que se mueve rápido y que no espera a los que tienen que decidirlo todo en asambleas imposibles.

No necesitamos una planificación que busque igualar a las universidades, necesitamos nuevas formas de servir a la estrategia para diferenciar a las universidades desde la innovación. Diferenciarse en vez de querer ser miméticas. Crear modelos propios más que copiar modelos. Por descontado, hay destellos de esperanza. Universidades que no esperan y que enfilan caminos más arriesgados que atrincherarse en las inercias y decir que no hay nada que hacer más allá de resistir.

La Politécnica de Valencia ha creado un modelo de innovación que desafía ortodoxias y plantea una relación universidad – empresa radicalmente distinta. También lo ha hecho la Politécnica de Madrid que además ha debido adoptar decisiones internas muy duras. O la Pompeu Fabra que se ha colado entre las mejores del mundo de menos 50 años gracias a una internacionalización de verdad y su innovación en oferta de grado. O apuestas diferenciales como la que la Universidad de Las Palmas hace con Corea. Hay más ejemplos, pero que contengan el riesgo que conlleva la innovación de verdad, no hay tantos.

Las universidades deben cambiar el sistema pero no esperar a que cambie el sistema para innovar. La dificultad está en que intentar llegar al posicionamiento estratégico deseado (al proyecto institucional en mayúsculas) no se resuelve ya haciendo un plan estratégico convencional. Se requiere mucho liderazgo innovador. Las dificultades del entorno serán para todos más o menos las mismas. Pero algunas universidades tendrán liderazgos que anticipen visiones poderosas y arriesguen desde la innovación para alcanzar hitos estratégicos en un modelo propio, mientras otras se refugiarán en mil excusas desplegadas detalladamente en larguísimas asambleas corporativas para quejarse desde dónde estaban.

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El mapa universitario se está clarificando. Hay universidades que avanzan rápidamente hacia “college” locales y otras que arriesgan y se resisten a perder el tren de los cambios profundos que vive la educación superior en el mundo. Hay universidades cómodas en la trampa de las inercias fatalistas (con esta ley, esta financiación y esta gobernanza no hay nada que hacer) o las que toman un camino decidido de aplicar la innovación a la universidad, ni que el sistema no las acompañe. El sistema seguro que encargará un nuevo informe de diagnóstico. Las universidades innovadoras serán “doers”, explorarán alternativas, se diferenciarán, no esperarán al BOE ( Boletín Oficial del Estado).

Artículo escrito por Xavier Marcet

Fundador y presidente de Barcelona Drucker Society

1 Comentario

  1. ratbert

    Pues esto se parece demasiado a discurso hueco lleno de «palabros» de moda «disruptivos» e «innovadores», de nuevo de recomendaciones, como afirma el autor, a otros sin aportar mucho uno mismo.

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