La genética de la tecnología y la economía

9 abril 2020

El crecimiento a largo plazo depende del crecimiento de la productividad. Y demás de ella, está el cambio técnico. Esa conexión tecnología y economía la explica bien Brian Arthur. Ingeniero de formación y economista de profesión. Nació en 1945 y es conocido por sus trabajos sobre la teoría de rendimientos crecientes y la manera de entenderlos.

Bajo la influencia de la economía industrial, históricamente los protagonistas eran fundamentalmente los rendimientos decrecientes. Pero los rendimientos crecientes, por contrario, son muy relevantes porque se generan cuando los costes por unidad se reducen cuando aumenta la producción. Estos rendimientos son de vital importancia en las economías modernas.

La teoría de los rendimientos crecientes está en el corazón de las empresas tecnológicas propias de Silicon Valley y en los efectos que la concentración del mercado que se dan en ese mundo.

Según Arthur, los rendimientos crecientes se obtienen por mecanismos de retroalimentación positiva —por ejemplo, los efectos de red, propios de los ecosistemas— que operan, dentro de los mercados, negocios e industrias, para reforzar al que tiene éxito o agravar al que sufre pérdidas. El fuerte se hace más fuerte y el débil más débil. A pesar del mérito ampliamente otorgado a Arthur, Paul Krugman —Nobel de Economía en 2008— cuestionó duramente sus aportaciones y provocó una controversia académica.

Brian Arthur aún continúa en activo, como investigador visitante en el Palo Alto Research Center (PARC), ese centro de investigación que nació en 1970 como la unidad de I+D de Xerox Corporation, pero que después ha ofrecido servicios a muchas otras grandes corporaciones.

Brian Arthur es también profesor del Instituto Santa Fe, una entidad que se dedica a estudiar todo lo relacionado con la teoría de la complejidad. En los años 80 y 90, en ese Instituto, Brian Arthur lideró un pequeño equipo que formuló un nuevo enfoque para analizar la economía: la economía de la complejidad, que supone ver la economía como un sistema complejo.

La ciencia de la complejidad intenta encontrar mecanismos comunes que empujan hacia la complejidad a sistemas —de tipos muy distintos— en los que muchos agentes interactúan y se adaptan entre sí y a sus entornos. Es el caso de sistemas físicos, biológicos, sociales y tecnológicos. Como ejemplos tenemos Internet, pero también el sistema nervioso, los ecosistemas biológicos, economías, ciudades y civilizaciones.

Arthur nos recuerda que tradicionalmente la economía había sido vista como algo estático, en una situación de equilibrio estable. Por el contrario, su visión supone que la economía es algo burbujeante, siempre en formación.

Entiende la economía como un sistema dinámico donde un gran número de agentes interactúan a nivel micro y local para dar lugar a patrones de comportamientos globales. ¿Tiene estado de ánimo la economía? ¿Por qué los sistemas burocráticos, una vez instaurados, evolucionan hacia una mayor complejidad? El modelo ayuda a responder estas preguntas.

A pesar de su importancia, la economía de la complejidad tiene una gran limitación: no puede ser expresada mediante modelos matemáticos. Al respecto, surge de nuevo Paul Krugman, quien decía que la teoría económica es en esencia una colección de modelos. Aquellas propuestas que no se presentan en forma de modelos matemáticos pueden atraer la atención. Pero será temporalmente. No perdurarán ya que no se podrán codificar en algo que se pueda enseñar y transmitir.

Pero, decía que este post iba de Economía y de Tecnología. Voy pues a la segunda. Brian Arthur es también conocido por haber escrito un libro excelso sobre la naturaleza de la tecnología: The Nature of Technology: What it Is and How it Evolves. Ahí, expone tres principios que definen la Tecnología y su naturaleza.

Él dice que todas las tecnologías son combinaciones de otras tecnologías, que cada componente de una tecnología es en sí mismo una tecnología y que todas las tecnologías aprovechan y explotan algún efecto o fenómeno.

Es decir, las tecnologías nuevas se originan al unir las ya existentes. Podríamos visualizar el desarrollo de tecnologías cambiando estas partes interiores por otras más eficientes que mejoren su rendimiento. Y hay tecnologías diferentes que poseen partes internas heredadas en común de tecnologías anteriores. Esa idea de “herencia” explica lo que todos percibimos: que la evolución tecnológica es algo acumulativo.

Es decir, simplificando, que era imposible desarrollar la energía nuclear, por ejemplo, en el siglo XVIII. Todo llega cuando corresponde. Brian Arthur dice que, visto de esta manera, la tecnología comienza a adquirir una genética. Es decir, la tecnología sería algo casi orgánico, estaría “viva”.

Las tecnologías son cada vez más complejas. La tecnología es consecuencia de la mente humana y, por tanto, de la vida. Y la tecnología -como la vida- busca la complejidad. En definitiva, Ciencia y Tecnología siguen y amplían la evolución de la naturaleza.

Pero, de la mano de la tecnología, vamos también hacia lo complejo en otros aspectos. Por ejemplo, en las cuestiones sociales.

La tecnología cambia a las personas. Las personas del futuro, debido esencialmente -y casi únicamente- a la tecnología será muy distinta en sus comportamientos y en muchos de sus valores.

La economía es una de esas reglas o instrumentos sociales que evolucionará. Recordemos -lo dijo Brian Arthur- que la economía surge esencialmente de la tecnología.

Artículo escrito por Pere Condom-Vilà

Director de la Oficina de Investigación y Transferencia de Tecnología de la Universidad de Girona

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