Joaquín Nieto, OIT España: «Las competencias de hoy no se ajustarán a los trabajos de mañana»

22 diciembre 2019

Desde 2011 es director de la Oficina de la OIT para España y a lo largo de su trayectoria profesional ha ocupado distintas responsabilidades relacionadas con el medio ambiente y la salud en el trabajo.

Joaquín Nieto ha sido secretario confederal de Medio Ambiente y Salud Laboral de CC.OO., presidente de la Fundación Laboral Internacional para el Desarrollo Sostenible (SUSTAINLABOUR), vicepresidente de la Comisión Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, presidente de la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales y presidente y cofundador del Instituto Sindical de Trabajo Ambiente y Salud (ISTAS).

Ha representado a los trabajadores en el Foro Consultivo de Medio Ambiente de la UE, en la Comisión de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, en el PNUMA y en las Cumbres de Cambio Climático.

Es también autor del libro “Los desafíos del cambio climático” y coautor de “Labour and the Environment: a natural synergy”.

Hoy hacemos un repaso a los grandes desafíos laborales a los que se enfrenta la organización más respetada en esta materia en el mundo. Mi agradecimiento personal a Natalia Díaz  y Judith Carreras , ambas Consejeras de la OIT, para lograr que esta entrevista sea posible y tan enriquecedora.

.: Joaquín, se cumplen 100 años de la OIT. Hagamos un poco de historia de la organización:

 — ¿En qué contexto y cómo nace la OIT?

 La OIT fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles que terminó con la Primera Guerra Mundial, y reflejó la convicción de que la justicia social es esencial para alcanzar una paz universal y permanente.

Su Constitución fue elaborada entre enero y abril de 1919 por una Comisión del Trabajo establecida por la Conferencia de Paz, que se reunió por primera vez en París y luego en Versalles.  El resultado fue una organización tripartita, la única en su género con representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores en sus órganos ejecutivos.

La fuerza que impulsó la creación de la OIT fue provocada por consideraciones sobre seguridad, humanitarias, políticas y económicas. Al sintetizarlas, el Preámbulo de la Constitución de la OIT dice que las Altas Partes Contratantes estaban “movidas por sentimientos de justicia y humanidad, así como por el deseo de asegurar la paz permanente en el mundo…”.

Este principio basado en la justicia social, como condición para asegurar la paz universal, sigue siendo plenamente vigente y relevante cien años después.

— ¿Cuáles han sido los principales hitos que, consideras, ha logrado esta organización en el mundo?

La OIT nace con un carácter normativo, con la adopción de forma tripartita de normas internacionales del trabajo, en forma de Convenios y Recomendaciones, para proteger los derechos laborales. Asimismo, formula políticas y elabora programas para promover los derechos laborales, fomentar oportunidades de trabajo decente, mejorar la protección social y fortalecer el diálogo al abordar los temas relacionados.

En un repaso rápido, tres momentos claves que podrían mencionarse son.

La Declaración de Filadelfia de 1944 donde se reconoce que el principio de que ‘El trabajo no es una mercancía’, y que ‘la pobreza, en cualquier lugar, constituye un peligro para la prosperidad de todos’, y que sirve además como inspiración a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.

La adopción de la Declaración de los Principios y Derechos Fundamentales de la OIT a través del cual los países miembros de la OIT se comprometen a respetar y promover los principios y derechos comprendidos en cuatro categorías, hayan o no ratificado los convenios pertinentes. Estas categorías son: la libertad de asociación y la libertad sindical y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva, la eliminación del trabajo forzoso u obligatorio, la abolición del trabajo infantil y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación.

Y el tercero, por mencionar un acontecimiento más reciente, sería la adopción de la Agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Que tiene el gran valor de que hacer que el trabajo decente, que siempre había sido una agenda OIT, pase a ser con el objetivo 8 compartido por toda la comunidad internacional y sobre la cual deben alinearse las acciones que se desarrollen en la próxima década por parte de todos los actores.

— ¿Cuándo llega a España y cuáles son los principales hitos que ha logrado la organización en nuestro país?

España es miembro de la OIT desde su fundación en 1919. Personajes históricos como el socialista Largo Caballero formaron parte de la OIT, tanto en su fundación, como ugetista y representante de los trabajadores, como en su etapa de Ministro de trabajo durante la II República española. Después, con la llegada de la dictadura franquista España quedó excluida de la OIT a la que regresó tras su incorporación a Naciones Unidas en los años cincuenta, con una relación siempre muy conflictiva a causa de la falta de libertad sindical.

Durante la transición democrática la OIT apoyó a España en la configuración del sistema democrático de relaciones laborales, ello dio lugar a que en 1986 por un acuerdo de sede se abriera la Oficina de la OIT para España, y hasta hoy.

España es el país miembro que mayor número de Convenios ha ratificado. El último de ellos, el Protocolo sobre Trabajo Forzoso de 2014.

Esperamos que el Gobierno de España, en un plazo breve, pueda ratificar tres de los últimos Convenios adoptados. Está en condiciones para ello y existe un amplio consenso social para ello. Estos son, por una parte, el Convenio 188 sobre el trabajo en la pesca de 2007, el Convenio 189 sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos de 2011, y el Convenio 190 sobre la violencia y el acoso, recientemente adoptado en junio de 2019.

2.- Si tuvieras que identificar el mayor problema, o los 3 mayores problemas, del mercado laboral español, ¿Cuáles serían?

España necesita que la recuperación social acompañe a la recuperación económica, lo que todavía no está sucediendo. Pero además necesita reformas profundas.

La primera, el modelo productivo, que debería renovarse para poder reducir las altas tasas de desempleos de desempleo estructural, renovación en la que tienen mucho que aportar las políticas de transición energética con criterios de transición justa para transformar los sistemas productivos dependientes de los combustibles fósiles, creando la oportunidad de generación de cientos de miles de nuevos empleos de calidad.

Después restablecer la causalidad respecto a la contratación temporal, que es a todas luces excesiva, y los abusos en el uso del tiempo parcial.

Y, en tercer lugar, pero no por ello menos decisivo, llevar la igualdad de género al ámbito laboral, corrigiendo todas las brechas existentes, que van desde la desigual dedicación a los trabajos de cuidados no remunerados, hasta la brecha salarial.

La anunciada reforma del Estatuto de los Trabajadores, podría contribuir a resolver algunas de estas deficiencias.

4.- La digitalización de nuestras vidas, en todos los ámbitos, va afectar al puzle ya complejo del mercado laboral, varias preguntas al respecto:

— ¿cómo consideras que está afectando, y cómo afectará aún más, la digitalización en el mercado laboral?

Los avances tecnológicos –la inteligencia artificial, la automatización y la robótica– crearán nuevos puestos de trabajo, pero quienes van a perder sus trabajos en esta transición podrían ser los menos preparados para aprovechar las nuevas oportunidades.

Las competencias de hoy no se ajustarán a los trabajos de mañana y las nuevas competencias adquiridas pueden quedar desfasadas rápidamente.

La ecologización de nuestras economías creará millones de puestos de trabajo a medida que adoptemos prácticas sostenibles y tecnologías limpias; en cambio, otros puestos de trabajo desaparecerán cuando los países vayan reduciendo progresivamente sus industrias basadas en el carbón y en el uso intensivo de los recursos.

Por eso necesitamos una transición justa, para no dejar a nadie atrás y aprovechar todas las oportunidades de empleo a asociadas a las nuevas tecnologías y a las energías renovables.

— ¿Encuentras diferencias respecto a otras épocas históricas? Es decir, la tecnología siempre exigió una reestructuración del mercado laboral, pero siempre a cambio de mejoras en la riqueza. ¿Es la tecnología digital diferente?

Efectivamente a lo largo de la era Industrial se han producido varias e importantes restructuraciones de la mano de la tecnología. La diferencia, con respecto a otros momentos, es la velocidad e intensidad de esos cambios. La emergencia de las plataformas digitales de trabajo supone uno de los cambios más importantes acontecidos en el mundo laboral en los últimos diez años. Es una transición que está yendo más rápido y que además hay que conjugar con la inaplazable respuesta a la crisis climática, a la vez que otras tendencias como las demográficas o la creciente desigualdad. Son fenómenos que no pueden abordarse en paralelo.

En el mundo del trabajo, la nueva realidad tecnológica, conocida como la cuarta revolución industrial, ya ha comenzado. Si bien los países están experimentando sus efectos de forma diferente, a velocidades y niveles distintos, ya es evidente que muchos empleos están desapareciendo o están siendo rediseñados. Además de las oportunidades y desafíos que ello plantea en términos de creación de empleo, necesidades formativas, protección social.

En relación a las mejoras en la riqueza hay, por lo menos, dos aspectos por resolver. Por una parte, ver si las nuevas tecnologías van asociadas a mejoras reales en la productividad.

Por otra parte, hay que asegurar que los beneficios tecnológicos, que ya se están dando, vuelvan a revertir sobre la economía productiva y los dividendos redunden en beneficios para la sociedad, a través del fortalecimiento de los sistemas fiscales.

— Y ante cambios tecnológicos, ¿qué recetas (o políticas) son más adecuadas?

El informe elaborado por la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, Trabajar para un futuro más prometedor, con ocasión del Centenario de la OIT, aporta propuestas y reflexiones muy pertinentes en este tema.

Se señala como la tecnología puede liberar a los trabajadores del trabajo arduo, de la suciedad, la monotonía, el peligro y la penuria. Los robots colaborativos, o «cobots», pueden reducir el estrés relacionado con el trabajo y los potenciales accidentes laborales.

Se destaca la importancia que gobiernos y organizaciones de trabajadores y de empleadores inviertan en la incubación, verificación y difusión de tecnologías digitales en apoyo del trabajo decente.

A su vez se constata que los procesos impulsados por la tecnología también pueden hacer superflua la mano de obra y, en última instancia, alienar a los trabajadores y frenar su desarrollo.

La automatización puede mermar la capacidad de control y la autonomía de los trabajadores, así como la riqueza del contenido del trabajo, lo que podría dar lugar a la pérdida de calificaciones y a la disminución de la satisfacción de los trabajadores.

La realización del potencial de la tecnología en el futuro del trabajo depende de decisiones fundamentales en relación con la concepción del trabajo, que podrían implicar debates en profundidad entre trabajadores y directivos para el «diseño» de los puestos de trabajo.

Una propuesta clave en este sentido es adoptar un enfoque de la inteligencia artificial y del desarrollo tecnológico «bajo control humano», resolviendo aspectos como la privacidad y la desconexión.

5.- Otro gran desafío es la transición energética y la sostenibilidad:

  — ¿Cuáles son los grandes desafíos a los que se enfrentan las empresas y los trabajadores en el ámbito ambiental?

El cambio climático es el mayor desafío de este siglo, es un reto civilizatorio. Como señalaba recientemente el director general de la OIT, Guy Ryder, «si el trabajo es una de las causas del cambio climático tiene que ser un asunto central en las estrategias de mitigación y adaptación». Efectivamente esto es así. No podrá darse respuesta al cambio climático sin una transición energética y un cambio de modelo productivo. No serán viables socialmente las respuestas si no se asegura la transición justa y se dan las garantías para que no sean los más vulnerables los que paguen sus consecuencias.

La transición justa no es sólo un concepto, sino una guía para la acción con resultados exitosos, Transición justa significa que la transición energética debe hacerse con creación de muchos más empleos de los que se destruyen, con protección social y formación continua para las personas afectadas, y para todo ello el diálogo social es clave.

La actuación de las empresas y los trabajadores en clave en diferentes niveles, a nivel de empresa para asegurar la sostenibilidad –económica, ambiental, social— propia, con la definición de las necesarias transformaciones que ello pueda requerir. A nivel de sector y a nivel de políticas nacionales para asegurar que se creen los marcos que propicien y faciliten esos cambios, en términos e inversiones, formativos, de apoyo administrativo, etc.

Cabe señalar, que el reto ambiental al que nos enfrentamos no solo es de descarbonización de la economía, sino en recursos limitados –como agua, minerales…—, de contaminación –exceso de plásticos— y salud.

En este sentido, una mayor comprensión de los cambios que deben operar en el mercado productivo y el potencial que existe de la mano de la economía circular y acción concertada de los poderes públicos, sector privado y sindicatos, es una pieza clave de la ecuación.

— ¿En qué estáis trabajando desde la OIT en este ámbito?

 La OIT entró a trabajar de manera importante estos temas en 2007 con la ‘Iniciativa de empleos verdes’ presentada por el director general en su informe ‘El trabajo decente para un desarrollo sostenible’. Esta iniciativa se estructuró en torno a las alianzas con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Confederación Sindical Internacional (CSI) y la Organización Internacional de Empleadores (OIE) con el convencimiento que había que hacer confluir la agenda ambiental con las social y con el objetivo de movilizar a gobiernos, empleadores y trabajadores a fin de que participen en la puesta en marcha de políticas coherentes y programas eficaces en esta línea.

Como parte de la acción desarrollada en 2015 se adoptaron de manera tripartita las Directrices de política para una transición justa hacia economías y sociedades ambientalmente sostenibles para todos con el fin de orientar y apoyar la acción nacional. En efecto, la agenda de transición justa es una de las líneas prioritarias de actuación de la OIT en esta materia,

En el Acuerdo de París de la Convención Marco sobre Cambio Climático se incorpora la necesidad de “tener en cuenta los imperativos de una reconversión o transición justa de la fuerza laboral y la creación de trabajo decente y de empleos de calidad” y eso abre una línea estratégica de actuación, que ha tenido ya algunas concreciones como el compromiso de 46 gobiernos de todo el mundo en adoptar planes nacionales de transición justa presentado en la Cumbre sobre la Acción Climática de Nueva York de septiembre 2019, donde además se anunció el lanzamiento de la iniciativa de Acción Climático para el Empleo (Climate Action for Jobs), bajo liderazgo de OIT con la CSI y la OIE.

En la COP25 en Madrid, justamente ha habido un acto de presentación de la iniciativa Acción Climático para el Empleo de la mano del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, junto al director general de la OIT, Guy Ryder, junto con la participación de la ministra para la transición ecológica, Teresa Ribera, la ministra de trabajo, Magdalena Valerio y otros actores.

Tenemos la hoja de ruta clara para 2030 y para 2050, toca ahora ponerse manos a la faena e intensificar los esfuerzos.

Artículo escrito por Javier García

Editor de Sintetia

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