Interdependencia armada: las redes económicas como instrumentos de poder

26 agosto 2025

Hace unos días leí un excelente artículo de Henry Farrell y Abraham Newman en Foreign Affairs, “The Weaponized World Economy – Surviving the New Age of Economic Coercion”, de lo más interesante que se ha publicado estas últimas semanas sobre el panorama geoeconómico actual.

El artículo enlaza perfectamente con mi última entrega en Sintetia sobre la geopolítica del caos, razón por la que me parece valioso compartir con los lectores sus ideas principales.

Esta nueva entrega explora precisamente cómo la economía global ha dejado de integrarse para convertirse en un arma explícita, y lo que es más importante, evidencia que no todos están preparados para este nuevo escenario.

La era de la post-globalización.

En mi artículo anterior analizábamos cómo la geopolítica del caos emergía de la colisión entre recursos estratégicos, ambición tecnológica y pugna por el liderazgo global.

El texto de Farrell y Newman aborda una dimensión adicional de ese desorden: la economía mundial ha dejado de ser un terreno de integración para convertirse en un indisimulado campo de batalla.

Las redes económicas y tecnológicas que antes servían para unir mercados y generar prosperidad compartida hoy funcionan como palancas de presión y coerción. La interdependencia, que parecía establecer un seguro colectivo frente a la incertidumbre, se ha transformado en un instrumento más de poder.

El reciente acuerdo entre Estados Unidos y China de junio simboliza este cambio de paradigma. No ha sido el resultado de la potencia unilateral de Washington ni de una rivalidad gestionada con inteligencia estratégica, sino la constatación de que hemos entrado de lleno en la era de la economía como arma.

Los denominados chokepoints económicos y tecnológicos (finanzas, semiconductores, minerales críticos, datos) se han convertido en una herramienta de coerción.

Los elementos que antes conformaban cadenas de valor ahora se utilizan para condicionar y presionar adversarios o competidores.

Cómo se arma la interdependencia: el caso estadounidense.

El marco analítico de Henry Farrell y Abraham Newman ayuda a entender este giro. Los autores mencionan dos dinámicas principales:

  • el efecto panóptico, que permite controlar la información desde los nodos centrales de las redes,
  • y el efecto cuello de botella, que otorga a quien controla un punto crítico la capacidad de bloquear o sancionar.

Después del 11‑S, Estados Unidos decidió explotar estas capacidades con una lógica prioritaria de seguridad nacional.

Durante dos décadas, Washington dominó y explotó en su favor los puntos de control de la economía globalizada. Desde el privilegio del dólar y su papel central en el mecanismo SWIFT (red global que permite a bancos e instituciones financieras comunicarse y enviar mensajes de forma segura para transferir fondos y realizar transacciones internacionales), hasta su dominio en la arquitectura de Internet y el diseño de semiconductores, supo usar esas infraestructuras como palancas de poder.

No obstante, ahora empieza a comprobar qué ocurre cuando otros actores imitan esas prácticas o las vuelven en su contra. El acuerdo con Pekín lo refleja bien:

Trump ha tenido que ceder en el terreno de los chips a cambio de que China aflojara las restricciones en tierras raras que estaban asfixiando a la industria norteamericana. La efectividad de dicho acuerdo todavía está por ver.

China: aprendizaje acelerado

Pekín ha aprendido con rapidez. Tras el caso Snowden y la guerra tecnológica contra Huawei y ZTE, levantó su propio andamiaje de controles de exportación, reforzó su dominio sobre las tierras raras y comenzó a construir, en palabra de los autores, un stack tecnológico alternativo.

Este se apoya en la energía y los recursos como columna vertebral, acelera el desarrollo alternativas tecnológicas y busca garantizar que la dependencia sea siempre gestionable en términos favorables.

No se trata de autarquía, sino de un ecosistema propio que reduzca vulnerabilidades y otorgue capacidad de presión.

Europa: poder latente, voluntad insuficiente.

Europa, en cambio, muestra una evidente fragilidad. Dispone de algunos activos estratégicos únicos —como ASML en litografía avanzada, SWIFT en pagos (es una sociedad cooperativa internacional de derecho belga, propiedad de unos 3500 miembros, todos instituciones financieras)  y, sobre todo, un mercado único de gran escala—, pero carece de la voluntad política y de la arquitectura institucional necesarias para usarlos con la determinación que el momento geopolítico exige.

El instrumento anti‑coerción de Bruselas, concebido como un potente marco para la actuación de la UE en los casos de coerción económica dirigida contra la Unión Europea o un Estado miembro, es percibido desde fuera como una amenaza hueca: existe sobre el papel, pero nadie cree realmente que vaya a utilizarse con contundencia.

Algunos disparos al pie.

La paradoja es que Estados Unidos también sufre un debilitamiento auto‑infligido.

  • Los recortes introducidos por Trump en agencias clave como la OFAC (Office of Foreign Assets Control) (OFAC) o el BIS (Bureau of Industry and Security);
  • la falta de coordinación política en la Casa Blanca por el personalismo caótico de Trump;
  • el cambio en las prioridades energéticas con un regreso a los combustibles fósiles, y una cierta erosión en su poder tecnológico, han debilitado su capacidad de imponer normas.

Washington se enfrenta así a rivales que perfeccionan sus armas económicas mientras debilita parcialmente las suyas propias. En este contexto, el uso generalizado de aranceles forma parte de su arsenal económico para tratar revertir esta situación, con resultados inciertos.

El nuevo realismo económico

El resultado es un proceso de proliferación geoeconómica desordenada.

Farrell y Newman destacan cómo la interdependencia armada recuerda a la carrera nuclear: todos buscan capacidad de disuasión, pero sin reglas claras ni doctrinas compartidas.

La globalización se fragmenta en stacks o bloques: Estados Unidos trata de mantener su eje en torno a los chips e Internet; China refuerza el suyo en torno a la energía y las tierras raras; y Europa intenta, con más voluntad que éxito, levantar un “EuroStack” que combine soberanía digital y autonomía estratégica.

La pregunta es si Washington insistirá en la coerción unilateral (con lo que podría acelerar su declive relativo con respecto a sus competidores) o si será capaz de liderar un nuevo marco de cooperación que introduzca un cierto orden en los respectivos arsenales económicos.

La actual dinámica global no apunta a la cooperación, desgraciadamente.

En definitiva, la globalización ya no es un espacio de mercados y confianza, sino un terreno explícito de confrontación ofensiva y defensiva. Las armas de este nuevo realismo no son misiles ni tanques, sino chips, minerales, datos y finanzas.

La jerarquía del poder internacional se define cada vez más por la capacidad de transformar interdependencia en coerción estratégica.

Quien controla los nodos críticos, los estándares tecnológicos y los recursos esenciales dispone de un poder que va más allá de lo económico.

En este contexto, conviene recordar los que publicamos hace más de una década en Sintetia, donde ya asemejábamos al tablero geopolítico global a un campo de batalla, un verdadero teatro de operaciones económico del siglo XXI, congestionado, confuso, disputado, conectado y restrictivo. 

Hablábamos entonces de operaciones económicas, de información estratégica y de necesidades de inteligencia. Todo ello sigue plenamente vigente, hoy más que nunca.

Como en la era nuclear, la interdependencia armada exige reglas, mecanismos de contención y diplomacia económica inteligente.

Entre la ingenuidad del libre comercio y el maximalismo coercitivo existe un espacio intermedio: el de la cooperación vigilante, que administre la interdependencia como fuente de poder compartido y no como un arma de destrucción mutua.

Artículo escrito por Sebastián Puig

Analista del Ministerio de Defensa

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Raúl Carrión Estudio, S.L. es la Responsable del Tratamiento de tus datos, con la finalidad de moderar y publicar tu comentario con tu nombre (en ningún caso se publicará tu correo electrónico).
Tienes derecho de acceso, rectificación, supresión, limitación, oposición al tratamiento y portabilidad. Puedes ejercitar tus derechos en [email protected].