¿Está el ‘Doing Business’ perjudicando a la empresa y el desarrollo?

14 marzo 2014

DoingBusinessNo es el título de esta entrada ni las ideas de la misma fruto de mi ingenio. Más bien, lo que sigue se basa en un artículo académico publicado en 2007, en el que el catedrático de Organización de Empresas Benito Arruñada, llama la atención sobre los graves problemas de los que adolece la metodología del muy popular proyecto del Banco Mundial, Doing Business. 

Como seguramente saben, este organismo publica todos los años una clasificación en la que presuntamente se mide y compara cómo es el entorno para hacer negocios en 189 economías del mundo. Según su propia página web, “El proyecto Doing Business proporciona una medición objetiva de las regulaciones para hacer negocios” (énfasis añadido).

Edición tras edición del informe, España aparece muy mal parada, cosa que los medios aprovechan para generar titulares llamativos, como por ejemplo, “Crear una empresa en España es más difícil que en Albania o Zambia”. Ciertamente, mirando el ranking de facilidad para abrir nuevos negocios (que registra los procedimientos, tiempo y costes asociados a la apertura y puesta en marcha formalmente de una empresa), el panorama es para echarse a temblar: según la última edición del Doing Business España se sitúa en el puesto 142 (de 189) en este epígrafe. Para que se hagan una idea, dos puestos por encima de nosotros figura Sudán del Sur.

¿Realmente tenemos una regulación tan desastrosa en esta materia para merecer un puesto así? No voy a ser yo quien descubra que España no es el país que más se afana en atraer y mimar a aquellos que arriesgan su capital en poner en marcha nuevos negocios. Padecemos de una fiscalidad elevada, un mercado laboral ineficiente, una administración que pone demasiadas trabas burocráticas y regulatorias, un sistema judicial tremendamente lento, etc.

Pero, ¿acaso en Sudán del Sur el panorama es mejor que en España?

Ante una cuestión tan comprometida, uno podría lanzar la contra-pregunta, en términos eufemísticos (siendo el Banco Mundial…): ¿Y si la clasificación del Doing Business es “imperfecta”?

Benito ArruñadaPues sí, va a ser que sí. Lo es, y no solo imperfecta. También puede llegar a ser perjudicial para la salud (de las políticas económicas y por ende, de los países). Esta es al menos la tesis del trabajo “Pitfalls to avoid when measuring institutions: Is Doing Business damaging business?” del profesor Arruñada, quien ya en 2007 puso el dedo en la llaga a los fundamentos teóricos y metodológicos de uno de los ranking más populares en materia de regulación empresarial.  

Pese a que se publicara hace más de 6 años, mi sensación es que su mensaje todavía no ha calado tanto como debiera, y las clasificaciones del Doing Business gozan de una reputación que descansa más en la autoridad de quien está detrás (el Banco Mundial) que en su rigor teórico y metodológico. Algo similar, por cierto, a lo que sucede con las previsiones de crecimiento económico que lanzan organismos como el Fondo Monetario Internacional.

Prueba de que el mensaje de Arruñada no ha calado es que, ante el problema de la falta de emprendimiento en España, se suele sacar a colación nuestro puesto 142 en el informe. Este dato es utilizado para defender que es imprescindible simplificar y/o eliminar trámites para que el proceso de creación de empresas sea menos costoso y más rápido.

Es lo que el catedrático de la Universidad Pompeu Fabra llama “la moda por la simplificación” (the fashion for simplification) en el campo de la formalización de empresas. Una receta que, aunque a primera vista pueda verse como acertada por los mismos empresarios, acaba teniendo efectos perversos: reduciendo, en el mejor de los casos, algunas formalidades iniciales o costes de entrada, al tiempo que reduce los beneficios informativos que proporciona un sistema sólido de formalización, en forma de menores costes de transacción futuros entre los distintos agentes que interactúan con las empresas, ya sean otras empresas o administraciones.

Alguien familiarizado con los argumentos de Frédéric Bastiat, y que posteriormente difundiera Henry Hazlitt, podría ver aquí una asimetría informativa que explica, en parte, por qué la simplificación “vende”: los beneficios de la simplificación son visibles e inmediatos, mientras que sus costes son más difícilmente visibles y cuantificables, además de producirse a lo largo de un periodo de tiempo más o menos prolongado, lo que los hace difusos a la vista de los agentes económicos.

En este sentido, denuncia Arruñada cómo los medios de comunicación venden que las reformas pro-simplificación son algo extremadamente sencillo y carente de desventajas. Pero nada más lejos de la realidad: “los procedimientos que son fáciles de eliminar no son numerosos ni muy importantes… en la práctica, las reformas están lejos de ser simples, y en muchos casos, antes que simplificar introducen nuevos procedimientos y crean nuevas organizaciones”, escribe el profesor.

Además de estos defectos de partida, el método del Doing Business sufre de importantes debilidades. El principal es que tan solo se ocupa de estimar los costes iniciales y obligatorios que deben incurrir las empresas para ponerse en funcionamiento. Esto quiere decir que cuanto menor sea el control y detalle que ejecuten los registros de cara a formalizar las empresas, mejor será para figurar en un puesto de primera división en el ranking. Así, al índice no le importa si más tarde la empresa decide ampliar esos servicios iniciales obligatorios que resultaron ser insuficientes para conseguir un nivel óptimo de certidumbre legal en vistas al incierto futuro.

Por otro lado, como suele suceder al comparar métricas entre multitud de países heterogéneos, se acaban comparando peras con manzanas. En pocas palabras: la comparación de los costes iniciales medios de abrir una empresa en Estados Unidos respecto a Burundi, poco puede tener que ver con la eficiencia del sistema regulatorio, y mucho con las economías de escala de los registros o el nivel de demanda de formalización de las empresas, todo ello ligado al grado de desarrollo del país. Un corolario de lo anterior es que las decisiones de políticas apropiadas deberán tomarse teniendo muy en cuenta las circunstancias locales de cada país, y no un ranking que probablemente no esté midiendo lo que se quiere analizar.

Pero por si fuera poco, Arruñada apunta a algunos errores relevantes de cuantificación del índice para el caso de Estados Unidos. Imagínense si ya existen problemas con la medición para Estados Unidos, ¡qué pasará con países en desarrollo opacos!

En definitiva, se trata de un enfoque que pese a ser intuitivo a primera vista –simplificar y reducir trabas a la creación de empresas-, resulta cuanto menos incompleto, al enfatizar solo los costes de una institución como son los sistemas de formalización de empresas, ignorando el valor de los servicios que proporcionan de cara al desarrollo del intercambio impersonal, motor del progreso económico.

Espero que la próxima vez que el lector se tope con el Doing Business, tenga en cuenta sus importantes limitaciones.

 

Artículo escrito por Ángel Martín Oro

3 Comentarios

  1. Pedro Lalanda

    Siempre hemos cuestionado el impacto de las clasificaciones y rankings «sacralizados»,(agencias de rating incluidas), sobre los planes económicos que tratan de desarrollar los países dentro de su entorno y en función de sus peculiaridades con mayor o menor acierto.

    En nuestro humilde criterio no existe la metodología perfecta, y – lo que es peor – nos queda siempre la duda de que sus filosofías, al tiempo que su simplificación de criterios, encierren intereses particulares que desvíen la realidad de los análisis….

    Estamos con la duda intelectual del Profesor Arruñada, de rabiosa actualidad después de 7 años, y le felicitamos a Vd. por tan sugerente y acertado post.

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  2. Ángel Martín

    Muchas gracias por su amable comentario, Pedro.

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  3. Mas

    That’s why we try to launch the Doing Easy Business project as a platform to share best practices..not a ranking.

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