El Hotelling de la política

23 abril 2013

En el estudio de la economía es habitual la creación de modelos, representaciones simplificadas de la realidad, que nos sirven para comprenderla con mayor facilidad. El ejemplo que todos conocemos es el de competencia perfecta, en el que tanto los productores y los consumidores son pequeños e irrelevantes en el mercado, de forma que ninguno de ellos tiene ninguna posibilidad de alterar el precio.

Hay dos críticas habituales a los modelos económicos.

  • La primera contempla que, como simplificaciones de la realidad que son los modelos, no contemplan buena parte de la misma. La respuesta habitual es que el objeto del modelo es entender la realidad, y precisamente en esa función es útil la simplificación.
  • La segunda les achaca que partan de consideraciones poco realistas, o directamente falsas. La defensa se fundamenta en que, si los resultados del modelo no se ven alterados por las consideraciones de partida, estos son igualmente útiles.

El pensamiento que subyace a ambas críticas es completamente distinto.

La primera supone analizar la validez de los supuestos en que se basa. Si esos supuestos, esas condiciones de partida son irreales o directamente falsos, poco va a ayudarnos el modelo para entender la realidad -recordemos el chiste que presenta a un físico que, para calcular el volumen de una vaca, comienza diciendo: “consideremos una vaca esférica”-.

La segunda supone evaluar el modelo según las predicciones que genera. Si son acertadas, el modelo nos resulta válido porque es útil. Si las predicciones se revelan erróneas, desechemos el modelo (y busquemos otro mejor). Al respecto, tengamos cuidado con la estadística, y recordemos que, como dijo Lawrence Lowell (presidente de la Universidad de Harvard) en 1909, las estadísticas “como algunos pasteles, son buenas si se sabe quién las hizo y se está seguro de los ingredientes”.

Dejando a un lado la manipulación de la que es susceptible la modelización y las matemáticas (la misma que se puede dar en el lenguaje o las representaciones gráficas), personalmente prefiero un desarrollo lógico correcto a un modelo matemático brillante pero que simplifique excesivamente la realidad que describe. Los números ejercen cierta atracción en los seres humanos, que hacen que la ciencia matemática nos parezca más rigurosa, más fiable, en definitiva “más ciencia”. Sin embargo la investigación cualitativa, en su radio de acción y siempre en ciencias sociales es tan científica, útil y rigurosa como la basada en matemáticas.

Una vez hechas todas estas aclaraciones y disculpas (en inglés se dice disclaimer, o luego-no-me-vengas-riñendo-que-ya-te-he-advertido), os voy a hablar de un modelo económico y una posible aplicación del mismo.

Harold Hotelling publicó en 1929 Stability in Competition mientras ejercía de profesor de matemáticas en la universidad de Stanford. En su artículo, describía cómo dos empresas en ciertas condiciones tenderían a competir de forma que desembocarían en una situación muy similar a un monopolio; no buscarían diferenciarse sino parecerse cada vez más. También aquí en Sintetia se exponía hace poco algunas implicaciones de este modelo.

Imaginemos dos empresas en un mercado, por ejemplo dos puestos de helados en una playa un día de agosto. El producto que venden no está diferenciado, es decir, los helados que tienen ambos puestos son exactamente los mismos. Los consumidores se distribuyen uniformemente en el mercado; tienden a ocupar uniformemente la playa, por ejemplo para minimizar los salpicones de arena. Dada esa distribución, ¿cómo utilizarán los oferentes esa variable competitiva? En el ejemplo, ¿dónde se colocarán los puestos de helados? Una primera respuesta intuitiva es que se colocarán a igual distancia del centro de la playa y de los extremos:

En el gráfico, en verde está dibujada la distribución de los consumidores y en rojo y azul la ubicación de los oferentes. Esta ubicación minimizaría la distancia a recorrer por parte de los consumidores para encontrar un oferente, maximizando su bienestar. Dicho de otro modo, la media de metros andados por la arena caliente, que quema los pies, será la mínima posible.

Sin embargo, ambos oferentes tienen incentivos (¿otra vez los incentivos?) para desplazarse hacia una posición más central, porque por cada “metro” que se acercan es medio metro de clientes que le “roban” a su competidor (los clientes situados en los extremos de la playa, en “las colas” de la distribución, son siempre clientes cautivos).

De este modo es muy probable que en poco tiempo ambos heladeros acaben plantando el puesto muy cerca el uno del otro. No tan cerca como para que a los clientes les de igual a cuál acudir (aún debe haber arena que queme los pies entre ambos), pero sí muy próximos.

El modelo supuso una enorme sorpresa, puesto que desmentía con un desarrollo lógico brillante la impresión intuitiva de que las empresas en competencia tenderían siempre a maximizar la satisfacción de los consumidores y a diferenciarse entre sí.

Este modelo se ha aplicado desde un principio para describir cómo se llega a un bipartidismo hegemónico en democracia y cómo se sitúan esos dos grandes partidos a largo plazo. Ambos partidos pugnarán por copar el centro político intentando desplazar al otro hacia sus respectivas colas. Máxime si hablamos de un país en el que no abundan los extremismos, en un país “normal” (tanto en el sentido de no excepcional como en el de la distribución normal). Cuando la mayoría de la población es “centrista”, cuando su población es en general gente de centro que lo que quiere es prosperidad y seguridad económica, este comportamiento se incentiva todavía más.

Pero, ¿es España un país de centro? A menudo se considera a España como un país de izquierdas, o al menos se dijo de forma habitual hasta el primer gobierno Aznar. Durante dos legislaturas pareció que no lo fuera, hasta la primera victoria de Zapatero. Sus gobiernos, de una inspiración más a la izquierda que los de Felipe González, aprobaron el matrimonio homosexual, la ley contra la violencia de género, la ley de la dependencia, la leyde igualdad y modificaron la ley del divorcio.  Su sucesor, Pérez Rubalcaba, perdió las elecciones ante Mariano Rajoy.

Otra interpretación de la actitud política de los españoles reza que solo cambian de gobierno o proyecto político cuando su desacuerdo con una decisión o actitud política es total, sea la recesión, la entrada en una guerra, o un exdirector fugado con el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil.

Recientemente, hemos podido conocer los resultados del Estudio Internacional Values and Worldviews de la Fundación BBVA. Y en él se revelan como claramente de izquierdas o favorables a la redistribución:

  • Apoyo a un amplio sistema de Seguridad Social (81%)
  • Incremento del gasto público en sanidad (78%), atención a discapacitados (75%), mayores (73%) y parados (69%), educación (65%) e investigación científica (62%)
  • El estado es responsable de la cobertura sanitaria, las pensiones y también de los beneficios  (entre el 77% y el 86%)
  • El estado es responsable de garantizar los depósitos bancarios, mantener los precios bajo control y proporcionar una vivienda «digna» a todos (entre el 64% y el 77%)
  • El estado es responsable de  asegurar un nivel de vida «digno» a los ciudadanos (74,1%)

Por todo ello podemos suponer que la población española, si bien es moderada y centrista, presenta asimetría hacia la izquierda. Que en el fondo es más de izquierdas que de derechas. Algo que ya nos había confirmado reiteradamente el CIS (Centro de Investigaciones Científicas).

En tal caso, ¿cómo es posible que un gobierno de centro derecha con mayoría absoluta en España? Mi tesis es triple.

Primero, entiendo que las opciones “de izquierdas” son múltiples, resultando su voto más fragmentado, al revés que en “la derecha”, con un único partido hegemónico. De este modo, la identificación de los votantes “de derechas” con un partido político concreto es superior, concentrando su voto (63,4% contra 57,1%, según el estudio del BBVA Research).

Segundo, creo que los gobiernos de Rodríguez Zapatero movieron su partido hacia la izquierda, alejándose del centro y permitiendo que un Partido Popular más socialdemócrata ganase las elecciones.

Tercero, veo que este movimiento del Partido Popular deja a su derecha una gran cola de “clientes cautivos” insatisfechos pero abocados a otorgarles su voto hasta que no aparezca una opción que fragmente “la derecha”.

Y las preguntas que me hago son ¿aparecerá ese partido? ¿Corremos el peligro de que sea una propuesta populista? ¿Será quizá un partido de corte liberal?

Hasta aquí hemos visto la aplicación de un modelo económico en esferas que no tienen nada que ver con la economía. Antes de que se me tache de economicista, recordemos que la economía trata fundamentalmente del comportamiento humano. Y que el modelo de Hotelling describe cómo el comportamiento humano, guiado por incentivos, puede dar lugar a resultados contraintuitivos.

Volviendo a las preguntas que hacía, díganme por favor qué opinan ustedes.

Artículo escrito por Simón González de la Riva

2 Comentarios

  1. Jaime

    A mí me da la impresión que lo fundamental es la segunda opción: el PP en esta legislatura se ha quitado la careta de un supuesto liberalismo y ha terminado de dar un giro radical hacia las políticas de socialización de costes y pérdidas. Prueba de esto son el rescate de bancos a costa del contribuyente y los ajustes que se han hecho principalmente por la vía del (intento de) aumento de la recaudación y poco por el lado de la reducción del gasto.
    El PP es claramente a día de hoy un partido pro-socialización de derechas.

    Muy interesante el artículo, aunque discrepo en la terminología usada para la descripción de las alternativas políticas.
    Creo que el eje que se emplea «izquierda-derecha» corresponde más bien al eje «individualismo-comunitarismo» o «liberal-intervencionista» del gráfico de Nolan (o cualquiera de sus derivados con terminología menos tendenciosa)
    Seguir simplificando el espectro político en izquierda-derecha creo que no hace más que confundir en la ya difícil tarea de encontrar un partido político que le represente a uno.

    Responder
  2. Simón González de la Riva

    Hola Jaime.

    No solo tengo en cuenta la variable liberalismo-colectivismo, sino que además de ortoginal a la de derecha-izquierda la considero mucho más importante.

    Sin embargo, y dado que la percepción del votante tipo se centra en izquierdas-derechas, planteo la cuestión en esos términos. Puedes verlo aquí: http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/desconexion-PSOE-camaleonismo-PP_6_103649636.html

    Puedes ver a Nolan detrás de las preguntas que planteo: ¿Aparecerá ese partido? ¿Corremos el peligro de que sea una propuesta populista? ¿Será quizá un partido de corte liberal?

    ¿Cuál es tu interpretación?

    Responder

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