Trayectorias consistentes para luchar contra la mediocridad

3 julio 2018

De las personas, miremos sus trayectorias. Aunque sean cortas. La vida no sólo son episodios, son trayectorias. No son partidos aislados, son campeonatos. Y no son palabras, las trayectorias se conjugan en resultados. No pasa nada por haber arriesgado, por acumular algún fracaso. Pero hay trayectorias que denotan aprendizaje y otras solamente indolencia. Cuando tengamos dudas sobre una persona, examinemos su trayectoria, sin ser quisquillosos, sin escudriñar una culpa coyuntural, miremos su posicionamiento a largo. Si su trayectoria nos dice de dónde viene y nos sugiere a dónde quiere ir, podremos juzgar mejor que por fijarnos solamente en algún éxito deslumbrante o en algún sonoro traspiés.

Sobretodo busquemos pistas sobre su capacidad de aprender, pero también de su lógica por desaprender. Y algo muy importante: su capacidad de adaptarse, de ser una pieza a favor de cambios consistentes. Finalmente está la honestidad como baluarte definitivo de una trayectoria.

Las trayectorias están descritas por las responsabilidades profesionales que se han asumido, pero están hechas por las competencias que se consiguen acumular: las relaciones que se atesoran, la destreza en innovar, la forma de cómo en contextos distintos se resuelven problemas, el modo de plantear el liderazgo y su combinación con el manejo de equipos, la capacidad para aguantar situaciones adversas. 

Hay trayectorias que evocan linealidad, querencia por lo inercial. Otras en cambio expresan una cierta oblicuidad, un zigzag de búsquedas constantes. Las trayectorias impresionan por su resiliencia o por los esfuerzos acumulados. Algunas personas son un compendio de tenacidades con sentido, otras por desgracia, fueron un derroche de ahíncos desnortados.  

Sigamos mejor las trayectorias de las personas que escriben, y no me refiero simplemente a como disparan sus tuits. Hay trayectorias que son un mapa de pensamientos más o menos balbuceantes o de geografías intelectuales consistentes. De quien escribe, podemos intuir si piensa. Quien piensa por sí mismo puede dibujar trayectorias singulares e inspiradoras.

Hay trayectorias que evidencian elegancia en saber ganar. Hay trayectorias de triunfadores que se ven preñadas de ego y soberbia.  Comprar ganadores arrogantes es una mala inversión. Las trayectorias que transpiran humildad son más confiables especialmente para proyectos perdurables.

De las organizaciones podemos pensar lo mismo. Hay trayectorias marcadas por culturas profundas, tatuadas en su gente, fijadas en sus valores. Son trayectorias consistentes. Pueden haber tenido percances y malas épocas, pero hay una corriente de fondo que las hace resilientes a sí mismas, saben sobreponerse a liderazgos fallidos o a envites duros de una competencia crecida por sus aciertos.

IBM me parece una de esas organizaciones. Logró sobrevivir a sus propios éxitos en la informática a pesar de dejar de ser la referencia en computadoras. La empresa BIC de bolígrafos sobrevivió al riego de verse a sí misma solamente como una empresa fabricantes de una commodity como son los bolígrafos. Fuji, sorprendió con su capacidad de cambio cuando soplaban los vientos que se llevaron por delante a la todopoderosa Kodak. Hicieron de todo, pero sobrevivieron. Uno puede pensar que Nokia sobrevivirá a sus errores de los últimos diez años porqué tiene una trayectoria enraizada y cambiante: primero estuvo en  la industria forestal, después en el caucho, después en el cable, después en las telecomunicaciones, ahora probablemente en los negocios vinculados a la sostenibilidad ambiental.

Detrás de las trayectorias corporativas consistentes hay una comunidad profesional solvente y con capacidad de cambiar. Si son comunidades expertas, pero sin capacidad de adaptarse, no sobreviven. Las trayectorias corporativas que surcan mercados y coyunturas en largos períodos saben manejar la gestión eficiente y compadecerla con la innovación. Algo realmente muy difícil.

Detrás hay personas ambidiestras, saben explotar y explorar. Líderes inspiradores y ejemplarizantes, servidores de su comunidad. Y sobretodo gente que no pierde ni la capacidad de esfuerzo, ni el respeto por sus clientes.

Motorola con una trayectoria extraordinaria murió porqué perdió el respeto por sus clientes y apostó en su momento por la telefonía móvil analógica, que era buena para la empresa, pero mala para sus clientes. Son las personas las que permiten resolver la complejidad en la que vivimos.

Aquellas empresas que solamente saben añadir complejidad a la complejidad se ahogan en su sofisticación. Aquellas empresas que sacan lecciones sencillas de sus trayectorias saben manejar mejor la complejidad y evitar esas tonterías que matan a las grandes empresas y a las pequeñas.

Ahora vienen tiempos desafiantes. La inteligencia artificial y el set de tecnologías que la acompañan supondrán cambios profundos para muchas organizaciones. Las empresas que se salvarán son las que se componen por personas que cuando escuchen “cambio”, pensarán en que primero han de cambiar a nivel individual.

Aquellas en que la gente busque excusas para no cambiar y solamente se preocupen de procrastinar o de sindicar sus quejas, están perdidas. Y estas actitudes no se improvisan, son fruto de las trayectorias.

Las empresas consistentes son aquellas que saben acompañar largamente las trayectorias de sus clientes, construir proyectos inclusivos y trayectorias atractivas para sus profesionales y diseñar culturas corporativas resistentes porqué son flexibles capaces de hilvanar trayectorias perdurables. Esta superposición de trayectorias es la clave de los éxitos a largo plazo.

Estamos en un momento en el que todo tiende a la inmediatez. Pero la consistencia requiere perspectiva. El cortoplacismo como señal perenne se ha rebelado como un desastre. Necesitamos apoyarnos y construir trayectorias consistentes en lo personal y en lo corporativo. Ya nos lo advirtió Jim Collins: la mediocridad es fruto de la inconsistencia crónica.

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Leer más:

Libro de Xavier Marcet: Esquivar la Mediocridad

Artículo escrito por Xavier Marcet

Fundador y presidente de Barcelona Drucker Society

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