Del lápiz al Ipod: el poder del mercado

23 febrero 2010
fuga de capitales espana deuda

¿Cómo se construye un lápiz? Con esta sencilla pregunta, el Premio Nobel en Economía Milton Friedman explicaba en los años 80 las bondades del mercado. El autor mostraba que para que un simple lápiz llegue a una tienda hacía falta el trabajo de muchas personas en varias partes del mundo. También argumentaba que sólo con un sistema de mercado se podía conseguir que esas personas, a través de los precios y guiadas por sus incentivos, se coordinasen para que los lápices estén en las estanterías de las tiendas a un precio muy asequible.

Las cosas han cambiado mucho en las dos últimas décadas, pero el ejemplo sigue siendo útil. Podríamos seguir hablando de lápices pero también de otros productos que forman parte de nuestra vida diaria como son los reproductores de música, el teléfono móvil, el DVD o el ordenador personal que, de los muchos ejemplos que se pueden poner, nos permiten explicar la interconexión que existe en la actual economía global o mundial.

Tres investigadores de la Universidad de California han publicado recientemente un estudio en el que tratan de averiguar dónde se produce una Ipod de la empresa Apple y cuál es el reparto mundial de su beneficio. El punto de partida es una Ipod de 30 gigabytes que en Estados Unidos tiene un precio al público de unos 300 dólares. A partir de ahí se “destripa” el Ipod en 451 componentes distintos, que van desde los tornillos hasta la logística necesaria para poner el producto en las estanterías de las tiendas.

Muy pocos de los componentes del Ipod los produce Apple, la mayoría son subcontratados a otras empresas especializadas repartidas por el mundo. Sus 451 piezas tienen un coste para la empresa estimado en 144$. Hablemos del reparto del beneficio, ¿quién gana más con la venta de una Ipod y dónde? Apple y las empresas americanas son las que más beneficio obtienen por la venta de un Ipod. En concreto, Apple obtiene un beneficio bruto de 80$ por cada Ipod, el 42,1% del total. En segundo lugar están Japón y sus empresas, que obtienen 26$, y en último lugar los países emergentes (China, Taiwan, Filipinas) que aportan menos del 1% al total del beneficio bruto de un Ipod.

La lectura de este ejemplo es clara, Apple ha aprovechado una oportunidad global. Se ha centrado en lo que sabe hacer, aquello por lo que obtiene el mayor beneficio: concebir la idea desde su diseño e ingeniería hasta su distribución, subcontratando lo que otros pueden hacer mejor y a menor precio por todo el el mundo. La palabra clave es “en el mundo”, porque las nuevas tecnologías y la caída de los costes de transporte y de comunicación entre países permiten a las empresas diseccionar aún más sus procesos productivos y, o bien contratarlos a empresas especializadas, o bien producirlos en aquellos países con mayores recursos y menores costes.

Las empresas españolas también han aprovechado estas oportunidades globales. En un estudio de 2006, el profesor de la Escuela de Negocios de Wharton, Mauro Guillén, pone de manifiesto que las empresas españolas invierten en el mundo más de lo que las empresas de capital extranjero invierten en España. Hoy, las inversiones de empresas foráneas en España, que superan los 20.000 millones de euros, generan el 6,6% del total del empleo.

En cambio, estas oportunidades globales también tienen otra cara, el de las amenazas locales. Tres profesores de la Universidad Complutense han detectado que en los últimos quince años se han producido 130 casos significativos de deslocalización en España.

En este contexto, muchas personas que ocupan empleos de baja cualificación pueden verse amenazados, aunque las cosas están cambiando. Actualmente, las actividades de alto valor añadido, como la Investigación y el Desarrollo (I+D), así como en la producción de bienes de elevado contenido tecnológico, también son objeto de deslocalización. Un documento reciente de la Organización Internacional del Trabajo pone de relieve la creciente localización en países emergentes de actividades de alta tecnología, dejando de lado el tópico de que en China se hacen productos de bajo valor añadido. Por ejemplo, las cuatro empresas de telefonía más importantes del mundo (Motorola, Nokia, Ericsson y Siemens) suman 33 centros de I+D en China con más de 3.000 empleados altamente cualificados.

Las cuatro ideas más importantes que me gustaría transmitir con estos ejemplos son las siguientes. Primera, que existen oportunidades globales para aquellas empresas que tienen ideas y pueden ejecutarlas a costes cada vez menores. Segunda, estas oportunidades benefician a todos los consumidores del mundo, porque aumenta la competencia a escala global y con ello la innovación y la posibilidad de reducir los precios de un gran número de bienes y servicios. Tercera, los países emergentes tienen una gran capacidad de absorber inversión de las empresas de los países más desarrollados, lo que abre una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de millones de personas que también se están convirtiendo en consumidores globales. Y cuarta, los efectos positivos a escala global también tienen la contrapartida de amenazas locales, tanto para trabajadores de alta como de baja cualificación, y tanto en la industria como en los servicios.

La creciente integración y conexión de los mercados exige respuestas flexibles e imaginativas de empresas, trabajadores y Administraciones Públicas. Las empresas y los trabajadores tienen que dibujar su papel en el puzzle global a través de la innovación y el conocimiento, pero las Administraciones también, porque lejos de perder protagonismo lo tienen y de manera decisiva. Las empresas necesitan una Administración ágil y flexible, instituciones estables, un buen funcionamiento de los mercados y una política fiscal atractiva. Necesita buenas infraestructuras físicas y tecnológicas, un buen funcionamiento del sistema educativo y un sistema de innovación, pieza clave de ese puzzle global, efectivo. Y esto lleva consigo el medir la innovación no a través de los recursos destinados sino de la rentabilidad que obtienen las empresas de dichos recursos. Lo relevante no es el gasto dedicado a actividades de I+D, sino su resultado: las oportunidades globales que este esfuerzo permite aprovechar, como muestra el caso de Apple y su Ipod.

Artículo escrito por Javier García

Editor de Sintetia

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