Un modelo económico para hacer dieta duradera

14 enero 2013

Llega el mes de enero y tocan los propósitos del nuevo año, que normalmente pasan por ir al gimnasio y comenzar una dieta para recuperar la forma física que hemos perdido durante los festines gastronómicos de fin de año.

¿Cómo se plantea un economista una dieta? Por supuesto, la base de toda dieta es comer menos y mejor. Esto choca con nuestras preferencias de consumo, por lo que el reto es bajar nuestro perfil de consumo, y a ser posible de manera intertemporal, es decir, aguantar con la dieta mucho tiempo. Reducir el consumo al que nos animan nuestras preferencias nos produce desutilidad –es decir, que prefiero el jamón y la tortilla de patata a las verduras hervidas-, por lo que al final, si no somos capaces de cambiar para siempre nuestras preferencias – es decir, que pase a gustarme de verdad la verdura hervida-, nuestra dieta tiene fecha de caducidad ¿Cuánto tardaremos en abandonarla? La ruptura se producirá cuando la desutilidad de nuestro “desvío temporal de preferencias” –es decir, las largas noches a base de alcachofas- sea superior al beneficio que nos reporta la dieta, como por ejemplo vernos mejor estéticamente o reducir la probabilidad de problemas de salud futuros a causa del sobrepeso.

La dieta tiene un factor clave. Para desviarnos de nuestro consumo preferido debemos utilizar una herramienta que llamamos autocontrol, el cual depende de nuestra voluntad. Pero la voluntad  tiene un límite, y si bien se construye con entrenamiento también se desgasta o decrece con el uso excesivo. Al igual que con los músculos, podemos entrenar y mejorar mucho, pero si nos sobrecargamos, al final el músculo se satura y deja de servirnos para levantar peso. Lo mismo sucede con la voluntad: si abusamos de ella en exceso deja de servirnos para ejercer autocontrol.


Lo espinoso del asunto es que el entrenamiento de la voluntad sólo se consigue con tiempo, es decir, ejerciéndola. Conforme pase el tiempo consumiremos nuestra voluntad, y llegará un momento en que nos “pasaremos” del consumo óptimo. Por ello, el intentar aguantar demasiado tiempo con la dieta está abocado al fracaso.

La utilidad de la dieta es muy alta al inicio, cuando perdemos los primeros kilos, pero decrece con el tiempo. Según estamos más en forma, el deporte nos rinde cada vez menos. En cambio, cuanto más tiempo pasa, nuestra desutilidad de la dieta crece porque si no cambiamos nuestras preferencias cada vez nos cuesta más usar nuestra voluntad para tener autocontrol.

El punto de corte de ambas funciones de utilidad y desutilidad de la dieta nos indicará el momento en el que inevitablemente se producirá el “final de la dieta”.

Hasta ahora hemos argumentado que nuestro autocontrol dependía exclusivamente de la voluntad, la cual se consume con su uso excesivo. Pero un buen día, Dan Silverman, economista goloso al que le encantaba tomar tarta de chocolate, planteó el problema de una forma novedosa. Nuestro economista, el cual tenían un cierto sobrepeso, era plenamente consciente de que debía hacer dieta, y de hecho así lo hacía, pero no cesaba en su empeño de permitirse una tarta de chocolate como postre en el almuerzo. Mantener la dieta le consumía mucha voluntad, y Dan argumentaba a su compañero Dan Ariely que esta estrategia le permitía aguantar más tiempo desayunando avena y comiendo filetes de pollo a la plancha.

La anécdota sirvió de inspiración para un artículo científico, en el cual Dan Silverman se plantea las siguientes preguntas respecto al problema de la dieta: ¿puede el autocontrol recargarse? ¿Cómo es posible? El ceder a alguna que otra tentación hace que el nivel de autocontrol suba, porque la tentación relaja nuestro músculo (voluntad). Es decir, si estamos cansados en el gimnasio nuestro rendimiento disminuirá porque los músculos se cansan, pero si rebajamos algo la velocidad de la cinta de correr, podemos luego levantar más pesas, porque hemos dado un respiro a los músculos.

Eso sí, la relación que Silverman planteó entre “acceso a las tentaciones” y voluntad es creciente hasta un punto, a partir del cual, comienza a disminuir. Si comemos una porción de pastel de chocolate nuestra voluntad sube porque reducimos el uso de la misma (descansamos), pero si nos relajamos demasiado y comemos hamburguesa, pizza y pastel llega un punto que entonces la voluntad cae en picado. Gráficamente la relación sería algo así:

Hemos llegado así a la clave del asunto con un modelo muy sencillo. Si de vez en cuando descansamos nuestra voluntad, ésta nos durará más tiempo. En el caso de Silverman, su mejor manera de descansar la voluntad era tomando un pastel de chocolate, lo cual podía chocar a sus colegas, pero su razonamiento estaba en realidad bien fundamentado. Si nuestras preferencias por el consumo no cambian de manera permanente, la única manera de llegar lejos con la dieta es descansar de vez en cuando.

Por supuesto, la parte artística del problema es calibrar el nivel de descanso que dinámicamente te permite seguir sin cargarte tu voluntad. ¿Cuántos días tienes que descansar entre sesión y sesión de gimnasio para no agotarte, pero sin perder la motivación para seguir yendo? ¿Qué pequeños caprichos puedo permitirme en la dieta sin perder la disciplina que marca la voluntad? Efectivamente, el pastel de Silverman le hacía adelgazar más lentamente, pero a cambio llegando más lejos, por lo que se trata de una estrategia inteligente a largo plazo.

Si este modelo no es suficiente para convencerles para ceder de vez en cuando a una pequeña tentación, vaya aquí un breve argumento más, de nuevo muy económico. En esta ocasión la idea nace de otro gran economista, esta vez amigo personal mío, quien con ocasión de una comida en un conocido restaurante de hamburguesas en Madrid decide pedirse de postre un delicioso brownie de chocolate con helado. La ocasión lo merecía, nada que objetar por lo tanto. Lo chocante fue cuando, en el momento del café, pide al camarero que le traiga sacarina en vez de azúcar. ¿Cómo alguien aparentemente tan inteligente pide sacarina tras un postre así? El beneficio marginal de esa sacarina es tan nimio, que ¿para qué molestarse? La respuesta de mi amigo fue “¡todo suma!”. Efectivamente, asentí y tomamos el café. Cada caloría suma, y es decisión de cada uno ingerir 200 o 201 calorías.

Como conclusión final de un economista que decide ponerse a dieta, diría:

“Cada caloría suma, pero algunas te permiten llegar más lejos con la dieta.”                        

Por fin, comienzo la dieta con la motivación de saber que deberé tomar de vez en cuando algo de chocolate… y con la incertidumbre de no saber si podré calibrar mis tentaciones.

Queda bautizado así este modelo irracionalmente lógico como «el modelo de la dieta de tarta de chocolate«.

Artículo escrito por Andrés Alonso

3 Comentarios

  1. Francisco Dentista

    Unos buenos consejos, aunque algunos gobiernos intenten cambiar la dieta por una permanente en la que nada tendremos que llevarnos a la boca, desde luego adelgazar si que adelgazaremos ese es su «modelo económico para hacer dieta duradera».
    Un saludo.

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  2. Max Greco

    Me encantó el análisis, también la mención a la economía conductual que esta en auge.

    Sólo un apunte bastante tonto que no puedo evitar mencionar, he leído que el consumo de edulcorantes como la sacarina «puede» provocar obesidad, al menos hay correlación.

    (Aquí en EDocet lo explican muy bien: http://www.experientiadocet.com/2012/06/de-como-el-consumo-regular-de-productos.html )

    un saludo!

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  3. Luis Odontolgo

    Excelentes consejos, especialmente para mi país, donde hacer dieta es todo un presupuesto debido a la creciente inflación. Los alimentos están muy caros, y estos consejos me son de mucha utilidad. Excelente post. Saludos cordiales.

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