Política monetaria planificada

12 marzo 2015

Inmersos aún en la flexibilidad monetaria por exigencias del guión de una realidad económica global aún debilitada, la Reserva Federal, pionera de la heterodoxia, ha empezado a replegar velas cerrando con ello un ciclo expansivo de su política iniciado hace casi ocho años.

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Un endurecimiento monetario que lanzaría el mensaje de una economía en buena forma, capaz o no de ejercer un efecto arrastre sobre otras regiones. Pero que también tendría efectos colaterales en los mercados globales, especialmente de renta fija y divisas. Y mientras nos preparamos para ello, uno de los fenómenos más curiosos es cómo el camino se va allanando a través del lenguaje, y cómo ciertas palabras copan titulares y forman parte de los modelos y conjeturas de la predicción de tipos de interés.

Cierto es que, con el precio del dinero en el 0% desde finales de 2008, el trabajo cualitativo ha adquirido más importancia, y las interpretaciones entre líneas marcan la diferencia a las puertas de una subida de tipos.

Porque la política monetaria ha perdido frescura y el efecto sorpresa con el que el principal banquero central podía pillar con el pie cambiado a los mercados parece quedar diluido en un propósito de “no alteremos a los mercados no vaya a ser que descarrile la recuperación”. El efecto sorpresa ha de ser minimizado (con el permiso de Suiza y el agujero en los cortos de franco suizo), y la estrategia monetaria a seguir se anuncia cual entrada de Cleopatra en Roma.

El debate de las palabras.

Semanas después de cada reunión de la Fed, las actas de lo tratado en la misma se hacen públicas (un sistema que desde este año también se emplea en el BCE). Con ello, los analistas tienen acceso a lo que en cada comité se ha debatido o quién ha sido partidario de qué medida y bajo qué argumentos. Los textos son examinados minuciosamente comparándose incluso con los de meses precedentes, ofreciendo en sí mismas pistas sobre la estrategia futura de la institución. Las actas funcionan como un diálogo entre la Fed y los mercados.

Desde hace tiempo las respuestas que se buscan son al cuándo y cuánto subirán los tipos en EE.UU. Y ello ha pasado de interpretar cláusulas como “por un tiempo considerable” (“mantendremos los tipos de interés en el 0% por un tiempo considerable una vez que concluyan las compras de bonos”), gracias a la cual los inversores yacían tranquilos. El término desapareció de las actas el pasado mes diciembre siendo interpretado como que en el plazo de seis meses podrían subir los tipos, y fue sustituido por el de paciencia, interpretado como un “no hay prisa, no hay prisa”.

Muchos miembros de la Fed empiezan a estar incómodos con el término argumentando que resta flexibilidad. Se espera que en la próxima reunión de marzo el término caiga también, sugiriendo que la Fed podrá subir tipos en cualquier reunión posterior… Eso sí, siempre que los datos económicos lo respalden. Eso sí es flexibilidad la suya.

Los tipos de interés dependerán de los datos macro, que a día de hoy reflejan una recuperación continuada del mercado laboral y aunque la inflación está muy alejada del 2%, esperan, con un “nivel de confianza razonable,” que en el medio plazo vuelva a niveles objetivo.

No me digan que no es todo un arte de la retórica. No es de extrañar que las expectativas sobre la evolución de los tipos del mercado no encajen con las de la mismísima Fed, poniendo en evidencia el optimismo de los inversores con el riesgo de tipos.

En definitiva, cuándo y cuánto subirán los tipos. En el cuándo el consenso de mercado apunta a algún momento entre junio y septiembre, con voces disonantes y de momento minoritarias que lo aplazan a 2016. En el cuánto, absoluta unanimidad en que el ajuste será gradual, y aunque es poco del estilo de la Fed (vean la rapidez en el endurecimiento de los tipos) los tiempos han cambiado.

Dicen de Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, que es muy metódica, planificada y organizada, ya desde su infancia haciendo los deberes. Ahora la Fed ha entrado en una etapa de planificación para marcar la evolución de los tipos de interés. No han sido tiempos fáciles para ser un banquero central, y no parece que vayan a serlo en exceso a partir de ahora donde el éxito se mide saber jugar al juego de las siete y media.

Y dirá usted, ¿en qué me afecta que suban o no tipos la Fed? Directamente nada, más allá de que le guste la macro, trabaje en los mercados financieros o tenga su dinero invertido en renta fija americana. De hecho, ante tal derroche de paciencia de la señora Yellen, apodada en algunos círculos como el hada madrina de Wall Street, cabe interpretar la señal de tensionamiento monetario como positiva, pues será la respuesta a que la economía americana tiene músculo suficiente para lidiar con las debilidades de otras áreas (Europa, Japón y muchos emergentes). Ya para entonces tocará desterrar términos como decoupling tratando de analizar si EEUU podrá ejercer un efecto de arrastre sobre el resto del mundo.

Artículo escrito por Montserrat Formoso

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