La liberalización de los horarios comerciales no creará empleo

20 diciembre 2011
La liberalización del horario comercial

La Comunidad de Madrid acaba de anunciar una liberalización total de los horarios comerciales. Las reacciones han sido las esperadas: las grandes cadenas ocultan su satisfacción, los pequeños comercios claman contra la medida, los sindicatos se preocupan por los horarios de los trabajadores y la Comunidad de Madrid argumenta que la medida creará empleo. ¿Cuánta razón tiene cada agente?

  • La primera preocupación, la del pequeño comercio, es inevitable, legítima… pero poco se puede hacer por la misma. Sí, la ampliación de horarios comerciales llevará al cierre a numerosos comercios, sobre todo en las zonas céntricas, que perderán clientela ante la dificultad de ajustar los precios cuando el alquiler es una parte importante del coste total de un producto. Parte de la dificultad proviene también de que, para una óptima rotación del personal, a menudo es necesario un tamaño mínimo crítico, o las reducciones de horario y el reparto de horarios pueden imposibilitar la ampliación de la apertura para negocios pequeños.
  • No obstante, la reivindicación de los pequeños comercios cae ya en saco roto. El progreso tecnológico y los avances organizativos tienen siempre algunos perdedores, y hace tiempo que nuestra sociedad ha aprendido a soportar dichos costes en beneficio del consumidor. Si hubiese sido de otra forma, aún estaríamos hilando la lana y copiando los documentos a mano.
  • Los horarios de los trabajadores no deberían preocupar, en la medida en que ya existe suficiente flexibilidad legal para realizar contratos de las horas necesarias. Si un comercio desea abrir 16 horas al día los 7 días de la semana y tener dos trabajadores en todo momento, existen innumerables combinaciones con un variado número de trabajadores que proporcionan las 224 horas de trabajo necesarias para atenderlo.
  • La Comunidad de Madrid argumenta que la medida creará empleo. Y aquí hemos de mostrar un desacuerdo rotundo. La medida no puede generar empleo por sí misma porque busca aprovechar mejor un capital físico (las instalaciones comerciales), que mientras está cerrado no es productivo, para ofrecer una misma cantidad de servicio (distribución de bienes y servicios). Con lo cual el efecto a corto plazo será un mejor servicio al consumidor, un mayor aprovechamiento del capital… y una silenciosa destrucción de empleo.

Es comprensible que la Comunidad de Madrid no cuente toda la verdad sobre el asunto. Pero no nos engañemos: se trata de una sustitución de trabajo por capital, puesto que las grandes superficies son mucho más eficientes en trabajo a la hora de proveer sus servicios de distribución. En el largo plazo solo sobrevivirá el pequeño comercio que proporcione un servicio diferenciado. Y por poco romanticismo que puedan llevar consigo este tipo de mecánicas, se trata de un ejemplo de libro de lo que es el desarrollo económico: la sustitución paulatina de trabajo humano por capital.

La eterna pregunta es, como siempre, ¿dónde se colocarán los trabajadores desplazados? Y aquí reside el gran enigma de los sistemas de mercado: nadie lo sabe. La respuesta se encuentra en la inherente dificultad para emprender: ¿cuál será la siguiente actividad de éxito? ¿Hacia dónde habrán de desplazarse los recursos? Nos gustaría al menos que los lectores no cayeran en la falacia apocalíptica de que la sustitución por capital crea paro; de ser cierto dicho mecanismo, la revolución industrial habría dejado a todo el mundo desempleado, cuando la realidad es precisamente la opuesta: a lo largo de todo el siglo XX (exceptuando las recesiones), la proporción de población empleada en los países desarrollados ha aumentado.

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Artículo escrito por Abel Fernández

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