España en la consulta del doctor (III): el mercado laboral

7 noviembre 2012

En la primera consulta al doctor, a la economía española le dolía la recaudación de impuestos; a los pocos días la deuda privada y hoy el mercado laboral. El estado del mercado laboral, le dijo el doctor, no es tanto una enfermedad como una consecuencia. Está fallando el mecanismo productivo y ello hace expulsar unos agentes extraños, los empleados, a los cuales colocas en una situación muy compleja. No obstante, resulta de máximo intereses conocer bien los síntomas para saber hasta qué nivel el organismo productivo de España está fallando allá más de lo normal.

La semana pasada, publicamos un mapa que generó un gran impacto entre nuestros lectores: España se tiñe de rojo y está empezando a hacerlo por el sur. Pero el resto de España no es verde primaveral, sino que el drama se extiende por todo el territorio nacional. Aunque ya hemos publicado parte de los datos que hoy traigo en El Confidencial, en este artículo pretendo acabar de conectar esos datos con una realidad social que me preocupa.

Para digerir los datos, mi objetivo es resolver una serie de preguntas muy básicas para, seguidamente, conectar las respuestas a una reflexión que me gustaría compartir. Empecemos con las preguntas que nos hace el doctor:

:: ¿Cuánto empleo ha perdido España durante la actual crisis económica? Vamos a fijar el tercer trimestre de 2007 como el punto de inflexión. Asumiendo este punto, en 5 años, 3,19 millones de empleos, eso es un 15,55% de toda la masa laboral de España.

:: ¿Esta destrucción de empleo cómo se ha repartido según sexo? De los casi 3,2 millones de empleos perdidos, el 83% se corresponde con varones. En el año 2007, el 59% de las personas que trabaja eran varones, y sólo un 41% mujeres. A pesar de que ese empleo perdido se concentró en los hombres, aún son mayoría en el mercado laboral (55%).

:: ¿Y los jóvenes? Vamos a llamar jóvenes a aquellos que tienen menos de 35 años. Pues bien, en el año 2007, había en España 8,16 millones de personas trabajando que tenían menos de 35 años. Ahora hay 3,077 millones de jóvenes menos trabajando que hace 5 años.Algunos, porque han cumplido años pero la gran mayoría porque ha perdido su empleo.

Como se puede comprobar, 97 de cada 100 empleos destruidos en España se corresponde con jóvenes de menos de 35 años. En España se agrava la situación laboral de los jóvenes trimestre a trimestre.  

:: ¿Y por formación? Tomemos la formación superior en España, que son todas aquellas personas que han acabado la educación secundaria hasta nivel de doctorado. Con ese nivel educativo, España tenía en el año 2007 unos 6,75 millones de personas trabajando. Y hoy tiene 80.000 personas más. Así que el mercado laboral ha premiado la formación, al menos en empleabilidad (mucha gente nos pregunta por sus salarios y sus condiciones laborales). En España todo el empleo destruido se ha concentrado en personas de media y baja formación. Es ahí donde tenemos un problema realmente serio.

:: De ese empleo destruido, una parte se corresponde con trabajadores por cuenta propia (la mayoría autónomos) pero también asalariados. ¿Cómo se han comportado los asalariados? Se han reducido en 2,55 millones de empleo asalariado en los últimos 5 años. ¿Y qué tipo de contratos tenían? El empleo asalariado se ha cebado en los temporales, porque 75 de cada 100 asalariados que han perdido el empleo tenían un contrato temporal. ¿Quién tiene más contratos temporales los varones o las mujeres? Hay menos mujeres asalariadas que hombres, pero en términos de contratos prácticamente no hay diferencia; aunque a pesar de ser menos asalariadas tienen ligeramente más contratos temporales.

:: ¿Y qué pasado con la gente que trabaja por cuenta propia, empresarios y autónomos? El impacto en el empleo es menor, pero sus consecuencias (porque arrastran a más personas con ellas) es importante. La crisis ha hecho que casi 366.000 empresarios en España dejen de serlo. El 48% de ellos ha dejado su actividad de la construcción. También los empresarios agrarios y otros cooperativistas se han visto afectados. En términos relativos, el 66% de las personas que era miembro de una cooperativa, en España, ha dejado de serlo.

:: ¿Y en qué sectores de actividad se han destruido más empleo? Ya habíamos anunciado de existe más de un billón de euros de deuda invertidos en construcción por parte de empresas y de ciudadanos. Esa deuda ha ido creciendo a cifras de dos dígitos durante casi una década, y eso requería construir a un ritmo imparable. Ese ritmo se frenó y el resultado es que en 5 años se han destruido 1,6 millones de empleos en la construcción. Un sector que representa el 10% del PIB ha destruido el 50% del empleo. El resto de sectores están siendo contaminados tanto por la actividad de la construcción (sobre todo las ramas industriales más afines al sector) como por la falta de acceso al crédito por parte de las más industriales.

:: Hablemos un momento del paro. ¿Cuántas personas desempleadas tenemos en España? Casi 5,8 millones. De ellas, ¿cuánta tienen una formación media/baja? Más de 3,2 millones de personas. ¿Cuántos son jóvenes? Con menos de 30 años, hay 1,8 millones de desempleados. ¿Cuántas personas con más de 45 años se han quedado sin empleo y no tienen formación cualificada? Más de 1,1 millones de personas.

:: Hemos hablado que la formación es importante, al menos para la empleabilidad, para poder reinventarte y buscar nuevas vías donde puedas aportar como profesional. Entiendo que todas las personas en paro están formándose en masa, ¿no? Pues no, siento contradecirle. Tenemos 5,8 millones de personas en paro y el 86% no se está formando en nada. ¿Cómo, y cuántos jóvenes están en esa situación? La friolera de 2 millones. Es decir, ¿que los que están en paro tienen un nivel formativo medio/bajo en su mayoría y la inmensa mayoría no está haciendo nada por remediarlo? Me temo que así es.

Ahondando en esta última cuestión, es muy interesante la publicación del Observatorio de Inserción Laboral de los Jóvenes Bancaja-Ivie: “Jóvenes y Estudios: Relación con su situación laboral”. Sus conclusiones son interesantes: En la crisis actual, los jóvenes con estudios universitarios presentan la menor tasa de paro; a pesar de el gran volumen de personas en paro y sin formación, el nivel formativo de los jóvenes que se incorporan al mercado laboral es cada vez mayor y es, precisamente, ese nivel formativo el que les condiciona (para encontrar o no) en el acceso a un empleo; Además, la crisis ha generado menos incentivos a lo que ha pasado durante una década, abandono escolar para ocupar un puesto altamente remunerado en un sector que demandaba empleo de baja cualificación; y, por último un dato sumamente interesante, 1 de cada 5 que abandona los estudios lo hace antes de completar los estudios obligatorios, de ahí que haya esos 2 millones de jóvenes que no los hayan completado y estén en paro.

:: ¿Qué ocurre dentro de los hogares? En este ámbito los datos son francamente interesantes. En España, en la actualidad, hay 17,5 millones de hogares, esto implica 2,4 millones de hogares nuevos desde el año 2005, el equivalente a un 15,6%. 

¿En cuántos de esos hogares no hay ningún miembro desempleado? En casi 13 millones de hogares, ¿cómo ha sido la evolución, en número de hogares, desde el año 2005? Prácticamente no ha cambiado, 7 años después continúa habiendo casi 13 millones de hogares donde ningún miembro está en el paro.

¿Y en cuántos hogares hay al menos una persona en paro? En 4,4 millones de hogares. Si en el año 2005, un 12,3% de los hogares tenía algún miembro en paro, hoy ese porcentaje alcanza casi el 26%.

Parece (no tengo base científica para sostenerlo) que es como si la gran mayoría de los hogares que se han creado durante los últimos años de bonanza están experimentando el problema del paro, mientras se mantiene una base sólida de hogares donde aún no ha llegado de forma importante este problema.

España se encuentra, en definitiva, ante un fuerte desequilibrio entre personas formadas y no formadas; entre los que tienen contratos temporales y los tienen indefinidos; entre los que viven en zonas y otras -sin prácticamente movilidad laboral por el anclaje “de las hipotecas”; entre quien tiene un hogar con un drama del paro y donde esto aún no se produce; entre los que tienen una edad de más de 45 años y no tienen formación y los que con esa edad tienen formación, experiencia y capacidad para reinventarse. España tiene que absorber a jóvenes y mayores, personas poco cualificadas y con baja productividad que hace 5 años estaban en unos niveles salariales y de ocupación históricos y que ahora empeoran cada día. La dualidad del mercado laboral español se acrecienta, los riesgos de exclusión social son cada vez más elevados; el estado del bienestar no se soporta por la caída tan generalizada de actividad económica y todo ello no está afectando de forma directa a toda la población por igual. España necesita un plan de choque laboral y formativo urgente, o la fractura social frenará las posibilidades de crecimiento económico.

Esta ruptura social se produce por varios motivos, pero fundamentalmente por dos: (i) la destrucción masiva de nuevo capital humano más joven, el acceso al mercado laboral de los jóvenes es francamente complejo -ni siquiera para formarse, adquirir experiencia y adquirir nuevas habilidades que le permitan escalar-; y (ii) la existencia de un gran número de jóvenes sin formación, que no se forman y que necesitan adquirir nuevo conocimiento para poder construir unas vidas. De no hacerlo, se alargará un período de incertidumbre, de trabajos poco remunerados y de alto potencial de exclusión social. Por otro lado, personas de mediana edad, con o sin formación, con umbrales de salarios muy ajustados a una situación de empleo y que al verse en paro se encuentran sin instrumentos para actuar. Acaba de ser noticia que en España ya se han producido 170.000 desahucios en los últimos tres años, y la tendencia es creciente.

Y aunque de todas esta realidad se pueden extraer muchas conclusiones, me gustaría centrarme en la relevancia de la cohesión social y en el dificilísimo equilibrio por el que ha de transitar nuestros responsables políticos. Nuestra sociedad, al igual que las del resto de países desarrollados, se basa en una economía de mercado con prestaciones sociales lo suficientemente generosas como para que ninguno de sus individuos haya de vivir en la miseria debido a condiciones adversas. Y este acuerdo social implícito ha funcionado mientras las circunstancias que llevaban a unas u otras personas a encontrarse en una mala situación eran más o menos aleatorias. Una persona de 62 años cuya empresa cierra puede tener muy difícil reciclarse en una actividad; otra que sufre un accidente que le incapacita en la treintena no ha de sufrir además una vida de penurias; una familia numerosa no ha de sufrir privaciones graves porque el principal perceptor de renta se encuentre desempleado. Todas estas apreciaciones son valores que la sociedad comparte en su amplia mayoría, y cuyos costes se asumen de buen grado debido a nuestra innata empatía por el resto de ciudadanos.

Pero, en ocasiones como la actual, algunas de las penurias que hemos descrito en este artículo dejan de ser circunstanciales y aleatorias, y pasan a adquirir un componente estructural y persistente en el tiempo. El desempleo, al menos en lo que llevamos de crisis, no es ya una circunstancia temporal, y los dramas familiares no son puntuales. Y un problema que antaño se resolvía con una cobertura social en los casos puntuales se generaliza hasta el punto de que la cobertura social a todos los damnificados parece tener dificultades para dar más de sí. Y, en ese momento, comienzan a aparecer otras preguntas pertinentes: «¿hasta cuándo va a durar esta situación?», «¿y si la crisis tiene un caracter estructural?», «¿podrán las finanzas públicas soportar indefinidamente esta mayor demanda de protección social?».

Y tampoco es ni será raro observar una cierta tensión entre «protectores» y «protegidos»: «¿qué oferta laboral ha de rechazar alguien que cobra una prestación para que esta se le retire?», «¿y si el cambio en el desempleo es estructural y las personas poco formadas solo podrán encontrar trabajo con salarios significativamente más bajos?», «¿y si solo estamos en un proceso de desapalancamiento pero ninguno de estos ajustes ha de preocuparnos tanto?».

Y esta es la tensión social que nuestros representantes han de manejar: una vez eliminados los gastos supérfluos, todo recorte irá dirigido mayoritariamente hacia los individuos más necesitados. En la medida en que los cambios sean estructurales, estos recortes serán injustos pero prácticamente inevitables. Pero en la medida en que la situación sea coyuntural, además de injustos serán tremendamente ineficientes, pues cercenarán las oportunidades de ciudadanos que ya se están llevando la peor parte, y cuyo capital humano se deteriora cada día adicional que pasan desempleados. Difíciles decisiones en tiempos de incertidumbre, pero una fractura social es lo peor que le puede pasar a España en estos momentos.

Artículo escrito por Javier García

Editor de Sintetia

4 Comentarios

  1. Edy

    Buen artìculo y muy completo. Sobre el tema del paro y la formación, la percepción que se tiene es que, cuando se termina una carrera universitaria (excepto en algunas titulaciones) las posibilidades de encontrar trabajo son muy bajas, y muchísimos terminan trabajando en puestos que requieren poca o ninguna cualificación.
    Yo, siendo ingeniero industrial, y dentro del grupo de los jóvenes, he estado mas de un año sin encontrar trabajo, incluso habiendo ampliado mi formación. Ésto lleva a muchos a pensar…»para qué estudiar, si al final tampoco encontraré trabajo, o si lo encuentro será de cualquier cosa distinta a mi lo que estudie».
    Parece que tener formación universitaria incrementa las posibilidades de trabajar debido a que se está contratando, por ejemplo, a ingenieros para trabajar en líneas de montaje, restaurantes, talleres, etc. Un empresario, por el mismo coste, prefiere tener a alguien con cierto nivel educativo en un puesto aunque no se necesite cualificación.

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  2. Javier Cernuda

    Muy buen artículo,
    Lo que más me ha sorprendido es que desde 2007 el
    número de familias que tenía y hoy tiene todos los miembros trabajando es de 13 millones. Con lo que el
    número de » empleo total familiar» no se ha movido y esto,
    creo, refleja la burbuja de empleo precario/ ficticio con el
    que se ha vivido durante mucho tiempo en la ilusión de una
    bonanza económica que no era tal.
    Saludos,
    Javier.

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  3. Ataulfo Calso Navarro

    Claro que la educación y la formación complementaria, son exponentes necesarios en la vida y no precisamente supeditados al trabajo, aunque sea muy conveniente, pero la triste situación española es que con los políticos tan mediocres que hemos y estamos sufriendo, la falta de educación en el pueblo es utilizada para poder manejarla a su conveniencia.

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  4. ANCASALE

    Siempre había tenido la creencia de que la tenencia de una casa en propiedad era una rémora para la movilidad laboral y para la empleabilidad de un trabajador. Con este artículo se confirman «mis sospechas». Muy interesante y muy trabajado. Enhorabuena.

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