Enric Lladó: «Si seguimos funcionando en base a objetivos vamos directos al colapso de la civilización»

2 junio 2020

Los objetivos llenan nuestra vida, y ahora me entero que nos la colapsa. Lo que puede ser nuestro aliado, resulta, que nos puede bloquear o impedir conseguir aquello que queremos. Esa es una de las muchas tesis que Enric Lladó trasmite en su nuevo libro, Mejor sin Objetivos. Un libro que, cuanto menos, te permite pensar, levantar la mirada y asumir que las cosas que dice tienen sentido. Son misiles de cómo hacemos las cosas y cómo tenemos que cambiar. Por eso esta conversación con Enric creo que puede ser realmente interesante para nuestros lectores.

Enric es un gran experto en comunicación, en cambio, ha escrito muchos libros de impacto; es licenciado en Marina Civil por la Universitat Politècnica de Catalunya, Consultor Master en Desarrollo Organizativo y Consultoría de Procesos por GR-Institute de Tel Aviv y Master en Coaching y Programación Neuro-Lingüística.

¿Se puede pedir más? Relaja tus objetivos para hoy y lee esta entrevista 🙂

.. Enric, Mejor sin Objetivos ya llama la atención desde el título… ¿pero si los objetivos están presentes en todos los sitios, ya es como el aire que respiramos? Entraremos en más detalles ahora mismo, pero apórtanos tu argumento central para ese título…

Se nos ha ido la mano con los objetivos.

Hemos pensado que son la receta mágica para conseguir todo lo que ambicionamos. Las tesis “mainstream” de psicología de las organizaciones, del desarrollo personal y del coaching giran alrededor del gran ídolo de oro que son los objetivos.  Las empresas y los gobiernos funcionan con objetivos e incluso nos marcamos objetivos para ser felices, para comunicar mejor o hasta para superar la impotencia sexual. Así nos va.

Porque los objetivos no sirven para nada de eso. Afortunadamente.

Allá va un dato del National Weight Control Registry de USA: el 80% de las personas que consiguen adelgazar más de un 10% de su peso en menos de un año, lo recupera e incluso lo sobrepasa al año siguiente.

¿Qué está pasando con toda esta gente? ¿Qué pasa con los que ni siquiera consiguen adelgazar ese 10%? ¿Es que tienen poca fuerza de voluntad?

Ni mucho menos. Vale ya de machacar y de culpabilizar a la gente. Estas personas son completamente normales, funcionales y capaces de cambio y desarrollo.

El problema son los propios objetivos. Porque no solo no sirven para conseguir todo esto, sino que resulta que precisamente es por culpa de los objetivos que no lo van a conseguir nunca.

Los practicantes de Kyudo, el ancestral arte del tiro con arco japonés, saben muy bien que cuanto más te obsesionas en dar en el blanco, más probable es que falles.

Uno no se propone dar en el blanco. Simplemente se permite fluir con los pasos correctos, desde el estado mental, emocional y espiritual correcto. Entonces no puede evitar que la flecha y el blanco se encuentren. El arquero ha dejado de ser el obstáculo.

Es algo que suena paradójico: quien se enfoca demasiado en conseguir algo, acaba impidiendo que suceda.

Quien quiere enamorar a alguien, le ahuyenta, quien quiere dormirse acaba pasando la noche en vela, quien quiere conseguir la fama es rechazado y de la misma manera, quien quiere cambiar, sigue siempre igual. 

.. Conectas los objetivos con el talento, la pasión y algo más trascendental… ¿Cómo podemos exprimir nuestro mejor yo sin fijarnos objetivos?

No hay un mejor yo ni un peor yo.

Hay un yo verdadero y un yo falso, este último también conocido bajo el nombre de “ego”.

Al ego le gustan los objetivos, le gusta exprimir, le gusta conseguir logros, recompensas, reconocimiento, tiene el foco en lo externo. Mientras no lo consigue, nos hace sentir mal. Si lo consigue, siempre quiere más…

Algunas personas consiguen todo lo que se propusieron en la vida y ya no saben que más conseguir. Entonces acaban en la cama con depresión. Porque lo han conseguido todo, sí, pero…¿Para qué? ¿Cuál era el sentido de toda esa “carrera”?

El foco del yo verdadero, en cambio, está en lo interno. En el fruto que puede aportar en cada momento, en cada situación. El resultado no es lo importante, solo una consecuencia colateral.

El valor está en expresar aquello que llevas dentro y que ha venido a traer a la existencia. Convertir en acto aquello que es en potencia. Libremente, sin miedo sin ninguna expectativa, sin objetivos.

Cuando el yo se expresa, estamos realmente viviendo, porque estamos siendo nosotros mismos. Cuando el que se expresa es el ego, entonces solo estamos sobreviviendo en una especie de muerte en vida, es una experiencia Zombie.

… ¿Qué papel juegan en el rendimiento y, si me apuras, en la felicidad, palabras que usas mucho: ‘sentido, propósito, intención’…?

Pongamos por ejemplo que estoy hablando con un cliente con el propósito de venderle algo. Si ese es mi propósito, la persona lo percibe y en cierto modo puede sentir que para mí es solo un medio que me permitirá conseguir mis objetivos. Entonces, como es natural, desconfía, se pone a la defensiva y le vendo poco.

Es decir, cuando mi propósito es conseguir algo, mi rendimiento es residual, porque la presión que ejerzo sobre mí mismo y sobre los demás me impide expresar todo mi potencial. Cuando quiero conseguir algo, yo mismo evito que suceda.

Pero por ejemplo si cuando estoy con ese mismo cliente lo que hago de corazón es tratar de ayudarle con todo aquello que está en mis manos, si lo que me importa es la persona y cómo puedo serle útil, entonces también lo percibe y se siente tratado como un ser humano. Entonces, sin buscarlo, resulta que me compra lo máximo que me podía haber comprado.

Es decir, cuando funciono con el extraño propósito de aportar a los demás, sin expectativas, simplemente fluyendo al entregar, al aportar, entonces, sin buscarlo, consigo lo máximo, estoy en mi máximo potencial, entrego el mayor rendimiento posible.

El éxito se consigue cuando no se persigue.

… Dices en el libro: «Es posible pasar una vida entera peleando con uno mismo y llegar a la tumba sin ni siquiera habernos dado cuenta». Creo que a mí me pasa, siempre peleando contra mí, ¿y cómo lo afrontamos? ¿dejamos de pelear, sin más?

¿Qué nos da miedo de dejar de pelear?

Que pensamos que perderemos algún tipo de batalla. Pero en realidad, si lo pensamos bien, cuando la batalla es contra uno mismo, solo puedo perder.

Si trato de reprimir esa parte de mí que no me gusta, tarde o temprano volverá a aparecer con más fuerza. Y eso en el fondo todos lo sabemos porque lo estamos experimentando continuamente.

Pero, ¿y si pudiera comprender plenamente esa parte que no me gusta de mí? ¿Y si me diera cuenta del sentido que tiene? ¿Y si esa parte estuviera ahí precisamente por lo mucho que me he machacado a mí mismo durante toda la vida?

No es posible vencer, solo es posible integrar y no se trata de una batalla, sino de un proceso de aprendizaje. Lo que no se comprende y no se acepta, no se integra y no puede trascenderse. Entonces no hay cambio y seguimos en conflicto continuo.

… Hablas de resistencia, de tensión… ¿qué opinas de esas formas de supuesto liderazgo de látigo (a los que les encanta repartir estrés) para lograr objetivos y metas cada vez más complejas en las empresas?

Bueno, para mí eso no es liderar, eso es dar órdenes y oprimir. Cuando solo das órdenes y latigazos, al final la gente te acaba entregando lo mínimo posible. Has matado a la gallina de los huevos de oro, que es la motivación. Tu obsesión por conseguir más hace que no lo consigas.

Y si aún y así sigues sacando suficiente rédito económico, ¿Para qué quieres ese dinero? ¿Para qué quieres esos resultados? Si vas a seguir siendo el mismo desgraciado de siempre…

Cuando lo que te importa es el empleado como persona, cuando tratas de ayudarle en todo lo que buenamente puedas, con todas tus fuerzas, la mayor parte de la gente te responde igual, dándote lo máximo. Si las personas dan lo máximo, el negocio funciona a máximo rendimiento…

Pero cuidado, si lo haces buscando ese rendimiento, ya no funcionará.

En la empresa lo importante son las personas. Y el negocio…ya vendrá.

… ¿Cómo imaginas la gestión de una empresa sin objetivos, muchos lectores se preguntarán esto? Si no hay objetivos la gente no sabrá que hacer, a dónde dirigirse y todo se hundirá, ¿qué les dirías’

Los objetivos en la empresa fallan más que una escopeta de feria.

Y lo más divertido es que en el fondo, todos lo sabemos. En realidad son un autoengaño que nos hacemos.

Por ejemplo, cuando fijamos los objetivos del año, el jefe nos los pone para que lleguemos más lejos, pero nosotros los negociamos a la baja, para que no nos aprieten excesivamente, no sea que no vayamos a conseguirlos. Y una vez marcados, procuramos no sobrepasarlos demasiado, por miedo a que el año siguiente nos pongan un objetivo mucho mayor…Entonces no sirven para llegar más lejos, más bien nos frenan, ¿no?

O por ejemplo, a veces nos ponen unos objetivos importantísimos y seis meses más tarde ni nos acordamos de cuáles eran. ¿Pero no eran tan importantes? ¿Qué extraño, no?

O si la cosa va mal y estamos muy lejos del objetivo, lógicamente nos desanimamos y entonces el objetivo, ¿motiva o desmotiva?

Si por el contrario la cosa va muy por encima del objetivo, entonces ¿de qué sirve el objetivo?

Y si la cosa va muy justa y estamos muy cerca del objetivo, entonces ¿para qué necesito el objetivo?

Los objetivos en la empresa tienen un punto importante de superstición.

Mete a una gallina en una caja cerrada, con iluminación, un orificio para poder alimentarla y otro orificio para poder observarla, lo que en investigación del comportamiento se denomina una caja Skinner. Cada 5 minutos introduce sistemáticamente un grano de maíz. Entonces ocurre lo siguiente.

La gallina piensa que la aparición del primer grano tiene que ver con algún gesto que acaba de realizar. Entonces, para comprobar que esto es así, empieza a repetir el gesto más y más. Lógicamente, cuando al cabo de cinco minutos aparece otro grano de maíz, cree que es por el gesto que ha estado repitiendo, con lo que lo repite ahora con mucha más intensidad. Su “deducción” se “confirma” porque al cabo de 5 minutos aparece un nuevo grano de maíz.

Al cabo de una hora, si miras dentro de la caja, te encuentras con una gallina que repite como loca el mismo gesto una y otra vez.

Si pones diez cajas Skinner una al lado de la otra, te encuentras con diez gallinas locas que repiten frenéticamente cada una un gesto diferente.

No nos engañemos. Con los objetivos nos pasa como a la gallina. Ahora mismo las empresas son cajas Skinner y el gesto loco son los objetivos.

A la gente en una empresa no se le motiva con objetivos. A la gente en una empresa se le motiva tratándole como a un ser humano y ayudándole a desarrollarse. 

En el libro explico que los objetivos en la empresa son necesarios, pero que no sirven para crecer más que muy residualmente en comparación con el verdadero potencial disponible. La utilidad real de los objetivos es más bien mantener lo que hay, la homeóstasis.

El potencial solo se libera cuando siendo capaces de mantener lo que hay, nos liberamos de miedos y supersticiones y dejamos a la gente crecer y crear, sin objetivos.

… En tiempo digitales, dices «no se puede liderar por mail». ¿Nos estamos olvidando demasiado del contacto humano en las empresas?

Consideramos a la persona como una extensión de nuestro ordenador, al que solo hay que dar input. Porque la persona es un medio y lo único que importa es el objetivo.

Si te escribo un e-mail pidiéndote una manzana, ¿mi petición está clara? El 99,9% de la gente me contesta que sí. Pero entonces les pregunto, de qué color la iban a traer, si era una manzana grande o pequeña, verde o madura, si la iban a traer pelada o sin pelar, si la iban a traer cortada, en un plato, en un bol….

La comunicación es un proceso bidireccional y el email es unidireccional. Yo tengo muy claro lo que quiero decir, pero en realidad no tengo la más remota idea de lo que ha entendido el otro.

Y te estoy hablando solo de la “letra” del e-mail. Porque si hablamos de la “música”, entonces el problema es aún mucho mayor. Yo puedo tratar de ser muy amable con una petición por email, pero si el que lo recibe está cabreado porque justo antes de leerlo acaba de tener una bronca monumental con su mujer, entonces lo va a interpretar con muy mala leche. La “música” del e-mail, la pone el que la recibe. Es decir, no tengo control alguno.

No nos entendemos en persona ¿y pretendemos entendernos por mail? ¡¡¡¿Liderar por mail?!!! 

… ¿Alguna lección que creas que podemos exprimir de esta crisis del COVID-19?

Funcionar con objetivos nos ha llevado hasta aquí. Si seguimos funcionando en base a objetivos vamos directos al colapso de la civilización.

… Para ti hay una poderosa fuera, el AMOR (con mayúsculas), quiero acabar la entrevista con este tema, ¿Por qué es importante y en qué facetas (no sólo en lo personal sino también en los negocios)?

Porque el verdadero amor consiste en dar sin esperar nada a cambio. Repito, sin esperar nada a cambio. Consiste en entregar a los demás el fruto que llevamos dentro.  Sin miedo, sin expectativas.

Entonces el amor es la gran fuerza creadora. Porque somos capaces de generar algo a cambio de nada. Si somos capaces de generar algo a cambio de nada, entonces las posibilidades son infinitas.

A diferencia de la ambición, que es la emoción que está detrás de los objetivos y que al buscar siempre algo a cambio, tiene poca fuerza creadora.

Su potencial creador es muy limitado y suele acabar siendo más bien una fuerza conservadora que nos lleva a la homeóstasis, a la suma cero.

Porque al buscar optimizar el beneficio, simplemente se llega a un punto de equilibrio entre las partes y se estanca. La ambición lleva a lo que vendría a ser una especie de equilibrio de Nash: un punto óptimo para las partes en competencia pero que en realidad no permite explotar todo el potencial disponible.

Artículo escrito por Javier García

Editor de Sintetia

1 Comentario

  1. Emilio Muñoz

    Cuando era adolescente pasé unas cuantas semanas de verano trabajando en el campo. Hacía de todo, desde que salía el sol hasta bien anochecido, de lunes a sábado. Los domingos teníamos la suerte de trabajar solo hasta media tarde. En una ocasión, un campesino me comentó, riéndose: «¿Para qué riegas, si mañana va a volver a estar secotodo? ¡Es de tontos!» Era una verdad de perogrullo y tramposa, porque los frutos de la huerta seguían creciendo y madurando…

    Al revés de lo que suele ser habitual, en esta ocasión no estoy de acuerdo con el enfoque, aunque si estoy de acuerdo con el fondo de la cuestión que se plantea. Los seres humanos tendemos a culpar a entes inanimados de nuestros errores. Es una forma de desviar la atención respecto del meollo de la cuestión, que es nuestra responsabilidad y son nuestras actitudes, valores, hábitos y decisiones.

    Los objetivos siempre están ahí, porque responden a un propóstio, y no sabemos vivir sin un propósito (sería, además, un sinsentido). el problema no es trabajar en base a objetivos, que siempre los tenemos, estén o no estén explicitados; el problema reside en los objetivos que seleccionamos, la prioridad con qué los ordenamos y la dimensión que les damos. Y ahí coincido con Enric Lladó en que los que utilizamos pueden colapsar nuestra civilización. Pero la solución es tan sencilla como cambiarlos.

    Pero nos topamos con un gran problema: cambiarlos no es tan fácil. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión, porque para cambiar los objetivos y definirlos de tal manera que armonicen la vida humana y la relación con el entorno natural requiere de un cambio de mentalidad y un cambio muy relevante de los valores de nuestra sociedad. ¡La madre de todas las guerras!

    Centrarse en los objetivos como raíz del problema es desviar el foco de atención. Centrarlo en los valores es cuestionar al ser humano en sus cimientos. A mi humilde entender, lo realmente importante sería preguntarnos si no nos estamos pasando con nuestro elevada codicia por acumular y nuestro vicio por consumir. Si no nos dejamos llevar irracionalmente por el afán competitivo, necesario para conseguir salir victoriosos en lo anterior. Si fruto de todo ello no estaremos poniendo en peligro la sostenibilidad de ese ecosistema (de equilibrios frágiles) llamado medio ambiente, tanto en lo que respecta a la contaminación como a la disponibilidad y calidad de los recursos naturales.

    Valores, mentalidad, cultura, por ahí deberíamos empezar (o hasta ahí deberíamos llegar) si hablamos del posible colapso de la civilización. Riesgo que no considero irreal.

    Y respecto al éxito, un mito tan abstracto como perjudicial ¿qué hacemos? ¿Nos ponemos a no perseguirlo para, precisamente, conseguirlo? Parece un contrasentido…

    Gracias por tanto artículo de este blog que nos hace reflexionar profundamente sobre nuestra civilización. Es una labor digna de alabar.

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