El camino que va desde la magia a la innovación

8 enero 2014

Estas navidades he leído un libro delicioso, La Rama Dorada, de J. G. Frazer, un libro publicado en 1890 y en el que Frazer hace un estudio de las conexiones existentes entre magia, religión y conocimiento a través del estudio de los mitos que distintas culturas replican en cualquier parte del mundo. En efecto, se percibe un tronco común en toda la saga mitológica del ser humano, replicando respuestas y reacciones a los mismos estímulos independientemente del lugar o zona geográfica, aunque adaptando por supuesto esa respuesta a las condiciones del entorno. Así por ejemplo la mujer suele tener siempre un papel muy concreto en las narraciones mitológicas, por lo general subordinado y secundario. Es cierto que desde que se publicó el libro ha tenido muchas revisiones intelectuales y, como es lógico, algunas de las teorías de Frazer no se sostienen hoy, pero a mí me interesa el libro, aparte de porque está deliciosamente escrito, por esas conexiones que establece entre magia, religión y conocimiento. Y es que yo, empeñado en pensar constantemente Out of the box, e incluso Against the box, me puse a pensar entre las conexiones existentes entre la magia y la innovación, cómo hemos sido capaces de evolucionar de un pensamiento mítico y lleno de creencias infundadas a uno racional y que persigue la excelencia en la evolución basada en la razón. 

Ya cuando estudiaba la carrera de filosofía comprendí que posiblemente el mayor salto mental que ha dado el ser humano fue el pasar de una comprensión religiosa de la realidad a una racional. Fue el salto que dieron los filósofos milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) que fueron capaces de separar (o al menos comenzar a hacerlo) las creencias y explicaciones religiosas de la realidad por una búsqueda racional de esas explicaciones. Evidentemente lo importante de ellos no es tanto las respuestas que daban como esas preguntas que se hicieron. Así, por ejemplo, al hablar del origen del todo (arché) Tales respondió que era agua, Anaximandro que era el ápeiron y Anaxímenes respondió que era el aire. Sin embargo ese salto mortal racional que supusieron sus preguntas es el inicio de la reflexión racional.

Digo todo esto porque, evidentemente, no hay una desconexión total entre religión y razón, no hay un una ruptura mental, sino que una es resultado de la otra y la otra sigue existiendo cuando la razón ya se ha aposentado como camino independiente para llegar al conocimiento. De hecho no es casualidad que la filosofía naciera en torno al mar Egeo y la Grecia antigua, que incluye la costa occidental de la actual Turquía. La religión griega era sobre todo una religión ausente de dogmas, con unos dioses muy cercanos y familiares, además no había una religión oficial, por lo que el flujo de ideas y teorías, aunque en un primer momento fueran fundamentalmente religiosas, era fundamental. Vemos aquí una de las claves para que aflore el conocimiento, la libertad de pensamiento, que permite no cerrarse a ninguna posible teoría ni a cualquier influencia que pueda venir del exterior.

En este entorno, tan importantes como los filósofos son los poetas. Así, mientras que los primeros solían ser filósofos de la naturaleza, con una visión hacia el exterior, los poetas volvían su mirada hacia el interior de los hombres. De este modo dice W. K. C. Guthrie en su magnífica Historia de la Filosofía Griega, “ambos, de acuerdo con su carácter peculiar, relegan a los dioses a un segundo plano, y las explicaciones del origen y la naturaleza del mundo como obra de divinidades antropomórficas no les parecen más apropiadas que la noción de una providencia divina rigiendo los asuntos humanos. Por otra parte, una vez llegado el momento de abandonar las formas de pensamiento mitológicas y teológicas, su desarrollo se vio facilitado por el hecho de que, ni aquí, ni en ninguna otra ciudad-estado griega, las exigencias de una forma de sociedad teocrática impedían la libertad de pensamiento, como sucedía en los países orientales vecinos.”

¿Y qué papel juega la magia en todo esto? Pues en realidad la magia es otra forma de explicar la realidad, es una forma que el ser humano utilizaba para aprehender y en cierto modo controlar el entorno en el que se encontraba, una forma de moldear lo que ocurre a sus deseos. Con la magia, previa a la religión y, al mismo tiempo, contemporánea de ésta, el ser humano busca comprender la realidad desde una posición activa, tratando de influir en ella. ¿No creen que mucho de lo dicho en este párrafo podría decirse de la innovación?

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Frazer resalta la importancia de la magia simpatética, que se basa en una ley de simpatía según la cual los elementos que tienen algún tipo de conexión o cercanía se influyen de alguna manera. A su vez divide esta magia simpatética en dos: la magia homeopática y la magia contaminante. La primera se rige por la ley de la semejanza, según la cual si imitamos un comportamiento o un efecto deseado este ocurrirá. Es lo que pasa por ejemplo cuando en la magia vudú se manipula un muñeco que se asemeja a una persona para que lo que le pasa al muñeco le ocurra a la persona real.

Por su parte la magia contaminante se rige por la ley de contacto, que dice que podemos influir en una persona si manipulamos un elemento que haya estado en contacto con esa persona, formara o no parte de su cuerpo. Por ejemplo, cuando se toma un mechón de pelo de una persona para hacer alguna pócima que le pueda afectar a él.

Evidentemente toda esta magia carece de sentido racional y su utilización no sirve para comprender el mundo, por mucho que sus usuarios así lo creyeran o lo sigan creyendo. Pero sí resulta muy interesante el modelo de pensamiento que se ve en esa división mencionada. Así, empecemos por la magia homeopática, un modelo de pensamiento en el que lo semejante produce lo semejante. En este caso se busca un acercamiento natural entre la causa y el efecto de modo que el hecho acaecido se trae a una causa que creemos real y se crea un nexo en torno a la semejanza. El razonamiento es evolutivo, puesto que esa semejanza crea un nexo de unión continuo (las cosas que son semejantes siempre lo son, siempre están conectadas). Se establece una relación directa y conectada de causa y efecto y es un modelo de pensamiento que favorece las redes de relaciones conceptuales. El salto de lo semejante a lo semejante es propio de un modelo de innovación evolutiva o incremental.

La magia contaminante, con su ley de contacto, sigue otro modelo de razonamiento, aunque tanto la homeopática como la contaminante beben de la simpatética. Para la contaminante la clave no está en la permanencia, en mantener un estado de semejanza, como en la homeopática, sino en un hecho puntual, en un contacto físico que pudo haber en el pasado. Supone la asunción de partir de un punto para llegar a otro, de tomar una referencia desde la que evolucionar y trabajar por una transformación. Los elementos que forman parte de la magia de contacto no tienen que ser semejantes, ni estar cerca, ni siquiera formar ya parte de la misma realidad, basta con que en un momento pasado lo estuvieran. Se observa por tanto que el foco de este tipo de razonamiento está en la influencia que nace de una conexión puntual, del conocimiento que esa conexión deja en el sujeto que la gestiona. Es propio de la innovación disruptiva, que define un modelo de innovación, que partiendo de un punto de conocimiento (un servicio, un producto, una tecnología…) llega a otro punto completamente distinto pero que, evidentemente, tiene puntos de contacto y en común con ese origen.

La magia se presenta, para sus usuarios y creyentes, en una fuente de conocimiento a través de esos distintos modelos de relación. Por supuesto, es una estrategia de conocimiento equivocada pero que está en el origen del conocimiento actual. De hecho el propio Frazer hace otra división interesante dentro del grupo de la magia

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Como se observa ya Frazer encuentra esa distinción entre una parte teórica de la magia, que busca una comprensión teórica (que no racional) de la realidad desde las propias enseñanzas que la magia ofrece; y por otro lado una magia práctica, más cercana al arte/artesanía, como manipulación y aprehensión física del entorno.

La conexión con la religión, y por ende con el conocimiento científico, me parece evidente. En un origen en el que el mundo es hostil el ser humano trata de conocerlo, comprenderlo y dominarlo. La magia es un primer paso hacia esos objetivos, paso que pronto se ve enriquecido con la religión, que interpreta en clave de ley universal elementos que se repiten una y otra vez y que, por lo tanto, necesitan de un origen sólido, permanente y estable dentro de la comprensión del ser humano de entonces, los dioses.

El paso hacia el conocimiento científico es fruto de la libertad, de la facilidad con que una sociedad como la griega acepta opiniones diferentes a las supuestamente oficiales. La magia, aprender haciendo, búsqueda de un moldeado de la realidad; la religión, el conocimiento dado, el conocimiento estable y eterno, y el conocimiento científico, un conocimiento estable y con deseo de permanencia pero que se sabe falsable y en constante revisión, son tres caras de una moneda extraña pero absolutamente imprescindible para conocer el pensamiento y la evolución del conocimiento humano. Por supuesto, no se trata de decir que la magia permanece en el conocimiento científico, o que la religión deba influir en las teorías del conocimiento. Tampoco se trata de fundamentar la innovación en principios extraños y ajenos a nuestro conocimiento actual, pero sí es interesante reflexionar sobre los orígenes de nuestro saber, es interesante pensar “fuera de la caja” y observar cómo nuestros antepasados establecían reglas que para ellos eran lógicas y que explicaban adecuadamente su mundo. Me pregunto qué pensarán de nosotros nuestros descendientes dentro de varios siglos.

Artículo escrito por Juan Sobejano

Fundador de Innodriven, consultor de innovación en Innolandia y profesor

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