Uno no puede decir que está viviendo en un país extranjero sin haberse esforzado en conocerlo mínimamente.
Entender comportamientos que nos resultan complejos o ajenos, tratar de discernir costumbres chocantes en su apariencia, desgranar realidades distantes… todo ello debería formar parte de la rutina vital de cualquier expatriado. Todavía me atrevo a ir más allá: estoy convencido que el propósito de nuestros viajes, tanto interiores como exteriores, no es sólo ver y entender cosas nuevas, sino compartirlas a nuestro regreso. Esta y no otra es la intención de los artículos que desde los Estados Unidos estoy escribiendo para Sintetia: esforzarme como novicio en el conocimiento de este apasionante país y transmitirles lo mejor que sepa los resultados de tal esfuerzo.
Hace unas semanas, animado por ese afán y por sugerencia de un laborioso tuitero, Andrés Cainzos (@Ancalu), alma máter de “Trabajar en Europa” (@TrabajarEuropa), interesante blog dedicado a analizar los mercados laborales y las condiciones de trabajo de varios países europeos, me propuse tratar de entender y explicar de manera comprensible el complejo entramado del sistema de pensiones estadounidense.
Metidos como estamos de lleno en la “reforma” de nuestro propio sistema y en el debate sobre su viabilidad, parece oportuno contrastar su funcionamiento con el de un país tan diferente a España. He entrecomillado a propósito la palabra “reforma”, porque como muy bien escribió Abel Fernández en esta misma casa hace unos años:
“El debate sobre el futuro… suele girar en torno a los ajustes menores que es necesario realizar para que el sistema de reparto sobreviva. Pero rarísima vez contempla una reforma parcial o integral del sistema hacia la capitalización.”
Y así ha sido, de nuevo. El esfuerzo principal de las recientes modificaciones en nuestro sistema de pensiones ha consistido en intentar hacerlo sostenible en el tiempo. El estado sigue empeñado en garantizar los derechos de jubilación, pero omite de manera flagrante el hecho de que no hay una sola manera de hacerlo. Además, en el ámbito privado, los productos financieros creados ex profeso para que un trabajador complemente sus ingresos en el momento de la jubilación adolecen de defectos que los hacen muy poco atractivos: los planes de pensiones son, en su mayoría, caros y malos; la transparencia, variedad, flexibilidad y calidad de los productos (y de su gestión) deja mucho que desear; persisten las barreras de entrada para grandes gestoras internacionales; la información exhaustiva al ciudadano sobre alternativas financieras brilla por su ausencia, y el tratamiento impositivo general del ahorro y patrimonio para los participantes en el sistema… qué les voy a contar. Un infierno tributario.
En esta cuestión, importa tanto el cómo como el qué. Hay varias maneras de llegar a una solución viable. Estudiando las pensiones en Estados Unidos podemos visualizar algunas de dichas opciones y someterlas a examen crítico. Les anticipo que el sistema dista mucho de ser perfecto. De hecho, se cuestiona la viabilidad económica a medio plazo de ciertos elementos (los sujetos a financiación pública, cómo no). No obstante, las evidencias empíricas demuestran que los recursos dedicados a la jubilación han mejorado de generación a generación. Los trabajadores estadounidenses retirados disponen hoy en día de mayor bienestar material que sus predecesores. Asimismo, los niveles medios de pobreza de los mayores de 65 años han ido disminuyendo con el paso de las décadas. Las estadísticas de ingresos y gastos señalan que una mayoría creciente de los hogares puede mantener su nivel de vida durante su jubilación. No está nada mal para un sistema tan aparentemente “capitalista” y poco “intervencionista” como el estadounidense, aunque en la realidad no sea tanto de lo uno ni tan poco de lo otro.
En el recorrido que les propongo durante los próximos artículos, comprobarán que hay elementos totalmente exportables a nuestro país y que podrían ayudar a compensar las deficiencias actuales. Al final, como en tantos otros aspectos de la vida, todo se reduce a una cuestión de voluntad, coraje y competencia.
Les espero en la próxima entrega.
1 Comentario
Dicen que los latinoamericanos residentes en EE.UU aportan gran fuerza de trabajo y que en 50 años le darán sostenibilidad fiscal al sistema pensional