Krugman, la banca y los Indignados de Wall Street

14 octubre 2011
Krugman y la banca

A pesar de la imagen que muchas veces podamos dar, sí que hay cuestiones en las que existe consenso entre los economistas. Y hoy vamos a hablar sobre uno de esos consensos: para toda la profesión, Paul Krugman era un maravilloso divulgador de la teoría económica. Sus artículos en la revista Slate durante la década de los 90 son citados frecuentemente como clásicos de la divulgación. Krugman conseguía, a través de pequeñas historias, hacer comprensibles fenómenos macroeconómicos relativamente complejos.

Por ejemplo, en su artículo “Baby-sitting the economy” explicaba el mecanismo por el cual una política monetaria restrictiva puede provocar una recesión. En “The accidental Theorist” explica cómo los aumentos de productividad pueden causar disminuciones sectoriales del empleo pero cómo eso no tiene por qué ser malo, sino todo lo contrario. En ”In praise of cheap labor” analiza la situación de los trabajadores en los países en desarrollo.

Y déjenme recomendar, por último, mi favorito entre todos sus artículos: “La competitividad, una obsesión peligrosa”, publicado en Foreign Affairs, en el que Krugman carga contra el mal uso que se da a la palabra competitividad al aplicarla a los países. No tengo ningún en reparo en reconocer que dicho artículo despertó mi pasión por el tema, al que he dedicado tres artículos ya (aquí, aquí y aquí) en los que se puede ver una gran influencia de sus ideas.

El Krugman post-Slate

El aumento en la notoriedad y en la influencia política de Krugman tuvo dos consecuencias. Por un lado, pasó a ser columnista habitual del New York Times y a difundir sus artículos a nivel internacional. Por otro lado, siendo consciente de su posición de influencia, comenzó a utilizarla de una forma racional: si eres un individuo que quiere promover unos valores “progresistas” o “de izquierdas”, tu misión es escorar o atraer hacia dicha posición a la mayor parte posible de la población. Y la mejor forma para conseguirlo es escorar hacia la izquierda su opiniones escritas en materia de política económica. Los demócratas sumaron una valiosísima voz para su causa, los republicanos se ganaron un formidable enemigo y todos los amantes de la economía perdimos a un grandísimo divulgador.

El Nobel no hizo sino aumentar aún más su influencia y su carisma como creador de opinión, y podemos decir sin miedo a equivocarnos que hoy en día se trata del economista más influyente a nivel mundial. Su blog en el NYTimes tiene millones de seguidores y sus posts levantan incendiarias polémicas en la blogosfera económica anglosajona. No debemos, por lo tanto, juzgar las opiniones como economista de Krugman, sino su papel como un creador de opinión con responsabilidad en la propagación de valores progresistas. Una tarea que está acomentiendo también a la perfección. Aunque sea difícil ver a Krugman utilizando falacias o razonamientos erróneos, con frecuencia esconde hábilmente los claroscuros de sus razonamientos y consigue hacer pasar con su habilidad retórica juicios de valor como leyes económicas universales.

Krugman, los “Indignados” de Wall Street y la banca

No obstante, en ocasiones hay temas en los que la opinión del ciudadano medio sobre un tema concreto se va tanto de las manos que Krugman siente la obligación de volver a divulgar como un economista puro. Y estos momentos son recibidos con bastante regocijo por toda la profesión. En este caso, Krugman tranquiliza la animadversión generalizada contra la banca, en la que los “Indignados” de Wall Street han llegado a adoptar ideas contraproducentes del republicano Ron Paul. En el artículo, titulado ”Si los bancos fuesen ilegalizados, solo los forajidos tendrían bancos, explica con extrema sencillez la función social del sistema financiero y de la reserva fraccionaria. Traducimos algunos extractos de su artículo:

«El asunto crucial es entender qué hace un banco. ¡Y no se trata de creación de dinero! Lo que los bancos hacen es ayudarnos a mejorar la relación opuesta entre rentabilidad y liquidez. Como mucha gente, mi conocimiento del tema se debe a este artículo de Diamond-Dybvig, uno de esos artículos que abren tu mente a una realidad más amplia.

D&D argumentan que hay una tensión entre la necesidad de los ahorradores individuales –que quieren acceso inmediato a sus fondos en caso de que la necesidad apremie- y los requisitos de los inversores productivos, que requieren un compromiso sostenido de recursos. Los bancos pueden resolver esta tensión ofreciendo depósitos que pueden ser recuperados instantáneamente, mientras invierten casi todos los depósitos en proyectos ilíquidos a largo plazo. Lo que hace esto posible es que solo una parte pequeña de los depositantes querrá recuperar sus fondos en un período dado, por lo que se pueden atender dichas peticiones sin tener detrás activos líquidos que respalden todas las posiciones. Esta solución hace la economía más productiva, la proveé de una mayor liquidez y hace posible más inversión productiva.


El problema, por supuesto, es la vulnerabilidad del sistema a pánicos auto-cumplidos: si la gente cree incorrectamente que un banco quebrará, todo el mundo querrá obtener sus depósitos a la vez, y ,como los activos del banco son ilíquidos, intentar atender a esas devoluciones hará que el banco quiebre. Ello lleva a la necesidad de medidas de política económica: protección de depósitos para evitar pánicos bancarios y regulación bancaria para reducir el riesgo moral al que conducen las garantías de respaldo. Este conjunto de regulaciones nos mantuvieron durante 50 años a salvo de los pánicos bancarios […].

¿Vamos a prohibir la reserva fraccionaria de moneda y sus posibles estrategias? ¿Vamos a prohibir los repos? ¿Y dónde paramos de prohibir? […] Este miedo a la reserva fraccionaria exhibe una característica común a muchas de las cosas que veo en los partidarios de Ron Paul: una noción muy anticuada de en qué consisten el dinero y las finanzas, una visión que pierde de vista la virtualidad del mundo moderno. Aún piensan en el dinero como en papelitos de color verde, cuando ahora son primordialmente unos y ceros en algún servidor. Aún piensan en los bancos como en grandes edificios de mármol, cuando son algo mucho más abstracto que eso. Estamos, después de todo, en el siglo XXI. Las cosas han cambiado».

Artículo escrito por Abel Fernández

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