El eterno día de la marmota. Sobre el regeneracionismo (I)

24 febrero 2015

Cada mañana, junto al café y las tostadas, nos desayunamos con un nuevo escándalo: tarjetas black, fortunas de dudosa procedencia, cuentas en Andorra, Suiza o cualquier otro paraíso fiscal, puertas giratorias, nepotismo, tráfico de influencias… La realidad se ha tornado tan grotesca y absurda que más que ver el telediario se tiene la sensación de asistir a un moderno esperpento valleinclanesco con personajes tan caricaturescos y bufos como el Pequeño Nicolás –“el conseguidor”, experto en trapichear con el poder político, sin más méritos conocidos que su “fotogenia”-, Isabel Pantoja –“la folclórica”, encarcelada por su ciego romance pasional con un político corrupto- o Iñaki Urdangarin –“el truhan” que enloquece de amor a una Infanta de España y la conduce a la perdición-.

“MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.”

Escena XII.- Luces de Bohemia

Lilian_Fernandez_Sintetia_Regeneracionismo

La realidad ratifica día a día la existencia de una telaraña de oscuras relaciones entre clase política, empresarial y -¿por qué no ser políticamente incorrectos?- tercer sector y medios de comunicación. Todos ellos conforman una élite que se ha creado su propio ecosistema en el que las instituciones se ponen al servicio de sus intereses, extraen sustanciosas rentas del resto de la sociedad y se resisten a poner en marcha reformas reales que limitarían su capacidad para seguir exprimiendo este modelo. Es indudable que para que este país pueda asentarse sobre las bases de un crecimiento económico sostenible es necesario terminar con este capitalismo castizo y tabernario, más propio de una película de Torrente que de un país del siglo XXI. Así, entre una ciudadanía hastiada y cansada se asienta la idea de que las reformas ya no son suficientes, sino que son necesarios cambios muchos más profundos de índole ético-moral, es necesario regenerar el sistema político, cuando no dinamitarlo.

Regeneración política es la palabra “cool” del momento, caldo de cultivo para demagogos y populistas, auténticos vendedores ambulantes cada vez más parecidos a aquellos mercachifles de los Westerns de nuestra niñez que se subían a un cajón vociferando los asombrosos, maravillosos e insuperables beneficios de un crece-pelo mientras una crédula multitud agitaba sus dólares para llevarse uno de esos extraordinarios frascos de potingue. Pero conviene no olvidar nuestra historia, una historia que parece estamos irremediablemente condenados a repetir en un eterno día de la marmota. Escribe Arturo Pérez Reverte –y es que una tiene sus debilidades, y sí, me confieso “muy fan” de sus artículos descarnados, cuando no brutales- en su artículo Unamuneando:

“Es que aquí no pasa el tiempo, oigan. O lo parece. Hace ya 120 años, en 1894, Miguel de Unamuno publicó un ensayo titulado Sobre el marasmo actual de España. Leerlo tiene su puntito aterrador, porque algunos de sus párrafos parecen haber sido escritos para la España de hoy. O más bien, nota trágica del asunto, para la España de siempre: la que no muere, y una y otra vez nos mata…”

Y leyendo a Unamuno, a Joaquín Costa, a Lucas Mallada…. Una se da cuenta de que poco más de un siglo después, resurge en esta crisis la misma preocupación por la eterna decadencia de España y que, bajo una pátina de modernidad, seguimos anclados en los mismos problemas como nación. Tan es así que se recupera el mismo término acuñado a finales del XIX para representar una alternativa a un sistema bipartidista y caciquil, atenazado por una corrupción sistémica y una oligarquía económico-política… Y gran parte de sus análisis siguen vivos:

“¿Qué nación hay en el mundo, ni jamás la hubo, donde con tanto descaro, y tan a mansalva se saqueen los fondos del estado y se derroche la fortuna, pública?… al paso que vamos, tendremos que admitir que robar al estado no es robar… Uno de los rasgos más notables de la inmoralidad pública española es la impunidad. En el arte diabólico de explotar al Erario no hay quien nos iguale…..La administración de justicia no tiene que ver con esos asuntos, pues por muchos robos que se cometan en España, no irán a la cárcel más que los ladrones…vulgares”

LOS MALES DE LA PATRIA.- Lucas Mallada

Regeneracionismo_Sintetia

Al repasar la lista de los integrantes de ese movimiento regeneracionista -intelectuales y escritores de la talla de los ya citados, Unamuno, Costa y Mallada, junto a otros como Macías Picavea, Ramiro de Maeztu, Giner de los Ríos, Ramón y Cajal, Baroja, Emilia Pardo Bazán …-, no se puede sino recordar aquello que escribía Ramón y Cajal –“España es un país intelectualmente atrasado, no decadente”– y conectar su pensamiento crítico y su búsqueda de propuestas solventes para transformar aquella España del XIX, con la levedad del griterío actual. Ahora, en este país plagado de tertulianos televisivos en busca de sus 15 minutos de gloria, -que diría Warhol- o de un puñado de votos, se aborda el futuro y como atajar males endémicos –corrupción, bipartidismo, oligarquías, déficit democrático, despilfarro…- con la misma frivolidad y futilidad con que se comenta el futbol tomando una copa de Soberano en la barra del bar. Aunque justo sea reconocer que, entre tanto graznido, emergen voces cargadas de sensatez y lucidez -por citar algunas: Luis Garicano, Cesar Molinas, Daniel Lacalle (desde una orientación económica), el imperdible blog Hay Derecho o las de mis queridos compañeros de este Think Tank que es Sintetia-, pero desgraciadamente no son las que más se amplifican.

“En la actualidad las cuestiones cruciales que conciernen a la vida colectiva conocen el mismo destino que los discos más vendidos de los hitparades… Es esa destitución y trivialización de lo que antaño fue superior lo que caracteriza el narcisismo (posmoderno)… Eso es precisamente el narcisismo, la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos… “

LA ERA DEL VACÍO.-Gilles Lipovetsky

En esta era posmoderna marcada por el crepúsculo del deber y un hedonismo vulgarizado, los análisis tienden a simples palabras huecas con fines propagandísticos y electorales: casta, sistema, vieja política, austericidio… y, hasta sorpréndanse, demoniacos mercados. En el desprestigio generalizado de lo público en sentido amplio, con las dos esferas que lo componen, política y administrativa, se forma un tótum revolútum que dificulta encontrar los remedios a las dolencias que nos aquejan. Las soluciones tienden al reduccionismo. Transparencia, participación, representación, regeneración democrática… son el Santo Grial que acabaran con todos los males que atenazan a España y corrompen la democracia, conceptos que a fuerza de trivializarse han quedado vacíos de contenido. Al final, acaba primando la audiencia, la activación de framings para movilizar a un electorado hastiado y las medidas de cosmética Maybelline, que diría mi querido Sebastián –sirvan como ejemplo, la Ley de transparencia o las propuestas de reforma de la Ley de Régimen Electoral-

Y así, entretenidos, seguimos condenados a repetir una y otra vez nuestra historia en este eterno día de la marmota.

Artículo escrito por Lilian Fernández

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