El dilema del déficit comercial entre Estados Unidos y China

30 marzo 2010

Sean Graber es analista del Gobierno Federal de los Estados Unidos.

El déficit comercial de Estados Unidos es comúnmente señalado como uno de los grandes problemas estructurales de la economía americana. La historia oficial cuenta que la disminución de la competitividad de Estados Unidos y el surgimiento de los países previamente no desarrollados –con costes laborales bajos y actitudes poco estrictas hacia problemas como los derechos laborales, la conservación del medio ambiente o la protección del consumidor– han dejado a los Estados Unidos menos capacitado para competir efectivamente en el la economía mundial.

En Estados Unidos, como en muchos otros países, las consecuencias de la globalización han iniciado acalorados debates. Por un lado, los defensores de los mercados libres resaltan los beneficios del comercio que aparecen en la forma de precios mas bajos y una mayor variedad de bienes y de servicios. Por otro lado, los sectores que se ven más adversamente afectados por la globalización culpan a–lo que ellos caracterizan como– la competencia desleal.

Actualmente, la relación económica bilateral entre Estados Unidos y China es la mejor representación de este conflicto. En 2009, Estados Unidos marcó un déficit comercial con China de unos 226.000 millones de dólares en bienes y servicios, déficit que supera por quinto año consecutivo el umbral de los 200.000 millones. Debido a la recesión, la relación comercial con China se ha convertido en uno de los asuntos más polémicos de la actualidad y muchos políticos lo han citado como uno de las principales razones del malestar económico americano.

El próximo 15 de Abril, la Administración de Obama enfrentará una prueba muy importante que definirá su actitud hacia su contraparte económica cuando el Tesoro publique su informe bianual sobre la gestión de las divisas mundiales. Muchos economistas creen que China mantiene un tipo de cambio artificialmente bajo que disminuye el valor relativo de sus exportaciones y que le otorga una ventaja injusta en el comercio mundial. Estos economistas, junto a un número importante de políticos, han aumentado la presión sobre la Administración de Obama para etiquetar a China como manipulador de divisas.

Si la Administración de Obama decidiera etiquetar a China de esa manera, se iniciarían negociaciones aceleradas con China sobre una revaluación de la moneda. En el caso de que estas negociaciones no fuesen fructíferas, muchos políticos ya han indicado que apoyarían la imposición de fuertes aranceles sobre las exportaciones chinas. Este abrumador escenario podría desencadenar una avalancha de represalias y podría tener efectos desastrosos para una economía que todavía está intentando salir de una de las recesiones más severas de la historia.

Pero, ¿qué pasaría si la situación no fuera tan sencilla? ¿Qué pasaría si la magnitud del déficit con China no fuese tan gran de como parece? Sorprendentemente, éste puede ser el caso. Para entender el por qué, hemos de echar un vistazo al modo en que se miden las estadísticas del comercio mundial. A pesar del hecho de que muchos bienes se producen parcialmente en varios países – lo que los economistas llaman el “efecto del valor agregado” – las estadísticas convencionales del comercio internacional ignoran la composición multinacional de estos bienes e imputan el valor total del bien al país dónde éste se termina.

En 2007, la Fundación Alfred P. Sloan publicó un informe que examinaba el llamado “efecto del valor agregado” del iPod. Este estudio arrojó que sólo 4 dólares, el 2,7% del valor de un dispositivo valorado en 150 dólares, se produce en China. No obstante, cada iPod que se transporte a Estados Unidos genera un aumento de 150$ en el déficit comercial entre los dos países socios. Según varios economistas, si se tomara en cuenta este efecto para todos los bienes y servicios, el déficit comercial con China bajaría un 30%. Actualmente, hay varias maneras en que los economistas pueden tomar en cuenta el efecto de los bienes intermedios, pero no están exentas de problemas. La manera más común consiste en clasificar los productos como terminados o intermedios según su código arancelario. Sin embargo, no existe consenso absoluto sobre qué productos pertenecen a cada categoría ni tampoco hay manera de determinar si esos bienes intermedios acaban siendo reexportados como parte de un bien terminado.

Al fin y al cabo, como suele pasar en el estudio de la economía, las estadísticas se pueden usar para contar una historia u otra. La Administración de Obama debería darse cuenta de las deficiencias de las estadísticas y la capacidad de muchos agentes de manipularlas para lograr sus fines políticos. Con el reto de China y su inmensa importancia en la economía mundial, Obama se encuentra en una situación precaria. Tiene que mostrar que Estados Unidos y la comunidad internacional no permitirá la manipulación de las divisas sin provocar a una China cada vez más agresiva. Su habilidad para resolver este conflicto tendrá importantes repercusiones en la economía mundial.

Artículo escrito por Colaboración

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