De la supuesta elegancia del fracaso a la autodestrucción

11 septiembre 2017

Escuchando a Carlos Mayoral en una entrevista radiofónica acerca de su novela “Etílicos”, me adentro en la difícil relación de Heminway o Edgar Alan Poe con el alcohol y la creatividad literaria. Cuenta Mayoral que no le interesan detalles morbosos de adicciones ni intimidades traumáticas, sino la necesidad de existencia del alcohol para dar luz a la faceta creativa de tan grandes monstruos literarios. Finaliza su exposición con una conclusión magistral: la parte positiva y creativa del genio literario que esconde una enfermedad como el alcoholismo, sin olvidar nunca la decadencia física y personal que conlleva.

A veces, algo tan claro y tan evidente nos deslumbra y nos hace ignorantes ante determinadas modas con las que estoy francamente en desacuerdo. Como es la del fracaso. Ahora el lema, en muchos círculos, es que si no has fracasado no eres nadie. Es más, tienes que fracasar para tener credibilidad, y nada más lejos de la realidad. Creo que la visión más acertada, por lo ecológico que tiene para el ser humano, es asumir aquellos fracasos como parte del aprendizaje, pero no me parece conveniente alentar a que las personas fracasen, al menos sin un plan B o sin haber valorado las consecuencias de los mismos.

Hacer apología del fracaso como palanca de cambio hacia el éxito no es el enfoque más adecuado. Otra cosa es aprender de cada error cometido, salir fortalecido de la experiencia del fracaso, construir nuevos caminos desde la ruta equivocada…. ¡eso sí! Pero ¿fomentar el fracaso? No seré yo quien apoye esta “moda”, sobre todo teniendo en cuenta un sistema educativo y social que desde pequeños nos castiga con la lacra del fracaso. Para poder hacer del fracaso una parte del éxito debemos empezar por cambiar paradigmas y aspectos mucho más profundos y complejos, sin lanzarnos de cabeza a fomentarlo en el mundo profesional y empresarial.

Todavía impactada por la entrevista de Mayoral, en un largo viaje a Granada que hago en soledad, el respaldo del asiento delantero del autobús me invita a ver “El cisne negro”. No creo en las casualidades, y circunstancias como esta que te cuento ahora, me lo confirman cada día.

Si no has visto esta película, te la recomiendo encarecidamente. No es una película fácil de digerir, no deja todo al descubierto y te impulsa a que busques en lo más recóndito de tus pensamientos con qué personaje te identificas y qué resultados esperas conseguir en la vida. Quizás fuese el momento en el que la vi, pero a mí, me tocó…

Te cuento esto porque en la película permanentemente habla de otra moda, muy vinculada a la anterior, y que me genera el mismo repelús: salir de la zona de confort. Una bailarina prodigiosa, cuyo éxito se basa en el esfuerzo y la disciplina, es “forzada” a salir de su zona cómoda y probar nuevas técnicas, nuevas vías de aprendizaje, pasando obviamente por el inminente fracaso. La película supone una lucha interna del personaje magistralmente interpretado por Natalie Portman y dirigida por Darren Aronfsky , cuyo final prefiero que desveles tú, pero que a mí me acabó llevando a este post.

La famosa zona de confort, esa de la que todo mundo te empuja a salir, está de moda porque nos invitan a vivir en el riesgo, en la zona crítica y conseguir llegar al éxito una vez superado el miedo. Esa zona de confort… ¡es tuya! Y tú la gestionas cómo te parece y cuando consideres que en esa zona ya no aprendes nada, estás limitado o estancado, ahí es cuando es bueno moverse y buscar nuevas zonas menos cómodas.

El problema surge cuando la realidad te empuja a salir de una zona de confort, porque sí, porque todo el mundo lo hace, porque el riesgo “mola”. Pero cada uno de nosotros debe gestionar sus propias limitaciones, riesgos y consecuencias, ya que es muy fácil invitar al otro que explore la zona de pánico mientras lo hacemos desde nuestra posición segura e inamovible.

Estoy hablando de emprendedores, profesionales en proceso de cambio o transición laboral, de personas en crisis con sus relaciones. ¿De verdad la solución está en empujar a las personas a que saltan al vacío y abandonen esa zona de confort sin antes haber explorado todas las opciones? Y cuando hablo de opciones, me refiero a indagar si en realidad en esa comodidad no hay más posibilidad de crecimiento, de objetivar el descontento con la situación actual que se está viviendo. Me refiero a sopesar todas las opciones posibles, con sus consecuencias correspondientes, de ponerles nombre y apellidos, fecha y sobre todo COSTE: económico y emocional. Porque sí, que no te engañen ni te dejes engañar, el salir de la zona de confort tiene muchos costes. Y si no es mayor la ganancia que la inversión, habrás perdido. Y te aseguro, que no siempre hay beneficios.

Una vez te hayas dejado empujar a salir de esa zona de confort en la que vivías bien y podrías haber salido en cualquier otro momento en el que estuvieses realmente preparado… llegará el fracaso, para el cual tampoco estabas preparado. Y alguien te dirá, con alguna cita extraída de Instagram, que para poder llegar al éxito, primero has de pasar por una estrepitosa ruina para la que nadie te ayudó a calibrar. Eso sí, te lo dirá desde la seguridad de su zona de confort que no tiene previsto abandonar hasta que no le apetezca: ¡eso sí es una buena gestión de la zona de confort!

Cuando veas, de nuevo o por primera vez, el final de “El cisne negro” recuerda este post y valora si quien decide salir de tu zona de confort eres realmente tú, y si lo que hay fuera de ella es mejor de lo que tienes actualmente.

Si tienes ganas de más, no dejes de leer esto de Javi Garcia, el editor de Sintetia: «Déjate de chorradas, ¡no salgas de tu zona de confort!«

Artículo escrito por Jéssica Buelga

4 Comentarios

  1. Armando Villalpando

    Muy interesante punto de vista. Me gustó mucho el artículo.

    Saludos

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  2. Enrique

    Me parece un artículo excelente. La idea de impulsar a salir de la zona de confort es muy cómoda de transmitir para personas que no necesitan hacerlo por la seguridad de su situación.
    Es muy sencillo, por ejemplo, animar a otro individuo a cambiar de ciudad de residencia o a abrir un negocio, cuando alguien tiene un puesto de trabajo estable como empleado al lado del sitio en que nació y no piensa renunciar al mismo.
    Un 10, Jéssica

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  3. Jéssica Buelga

    Me alegro que así te lo haya parecido, Armando. Creo que muy importante cuestionarse siempre las modas, luego ya veremos si las seguimos o no, en función de si nos sirven. Y eso, es lo que he hecho. Un fuerte abrazo y mil gracias por dedicar tu tiempo a hacerme llegar tu opinión.

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  4. Jéssica Buelga

    Muchísimas gracias por comentar y valorar el post de esta forma, Enrique. Me alegra saber que compartimos visión respecto a la comida de impulsar en otros desde nuestra atalaya de seguridad: nada menos coherente y más contraproducente. Cada uno debemos gestionar nuestros ritmos, cambios y riesgos (muy olvidados en esto de la zona de confort «per sé»)
    Un fortísimo abrazo y mil gracias por aportar tu visión.

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