De imposibles y estrategias: La columna que sirve para todos los casos menos para el suyo.

26 marzo 2015
IDI España

“Sólo una estrategia hace imposible un objetivo”. De haber hecho de esta autocita un modo de vida, nace esta columna. ¿Hay objetivos imposibles? Por supuesto que sí. En función de la estrategia que empleemos para ello. Piense en uno, un objetivo empresarial que usted pudiera demostrar que es claramente imposible.

Y, si quiere, mándemelo a [email protected] En esta columna iremos diseñando estrategias para objetivos que un experto en el mercado al que pertenezcan podría demostrar que son imposibles de alcanzar. Será divertido.

Para no engañar a nadie, antes de que siga leyendo le diré que en esta primera entrega de esta columna no habrá caso pues, antes de empezar, aun me atreveré a dar una pequeña pista sobre cómo lo haré. A lo más que llegaré, si sigue leyendo hasta el final, es a plantearle el primer imposible que abordaremos en la siguiente entrega.

Y a lo que vamos: cómo un estratega diseña la forma de alcanzar lo que un analista podría demostrar que es imposible. O, lo que es lo mismo, la diferencia entre un mago y su espectador. Porque, para el lector que aún no lo sepa, me parece justo confesarle, de forma que aún esté a tiempo de mandar delicadamente este artículo a freír espárragos, que yo, amén de ingeniero y estratega, soy mago. Sí, de los que hacen juegos de magia. Y, por si eso fuera poco, la esencia de mi trabajo estriba en que las tres palabras para mí son sinónimas.

Así que, advertencias hechas, ya sí, de verdad de la buena, vamos allá:

No podrá culparme si ahora le pido que piense en un juego de magia que pueda recordar. El que más le haya impresionado. Le agradezco que lo concrete tanto como para ser capaz de ponerlo por escrito.

¿Y bien? No sólo se trata de algo imposible ¿verdad?, sino que el éxito del mago reside exactamente en que lo sea. Si no, no tendría producto. Pues el trabajo de un mago consiste en diseñar sistemáticamente formas de hacer lo que todo su público podría demostrar que es imposible. Y, lo mejor del caso, es que su público lleva razón.

Con las premisas que ese mismo público, como experto en los datos que el mago le está ofreciendo, está dando por sentadas, el objetivo que el mago le plantea es imposible.

Y ahí, exactamente ahí, es donde está el truco: mientras el público siga tratando de averiguar cómo el mago fue, por ejemplo, capaz de caminar sobre las aguas, su análisis les seguirá llevando a la conclusión de que aquello no pudo ser.

Sin embargo, el mago, sabe que su misión es otra muy diferente: discernir bien que su objetivo es atravesar un río allí donde todo su público podría demostrar que el río sólo tenía agua bajo sus pies porque, con los datos que su público tenía y sus métodos de análisis, esa era la conclusión “lógica”.

Es decir, el mago jamás pensará en cómo lograr algo imposible. No parecería ese un planteamiento de partida muy favorable ¿no cree? En lo que sí piensa es en cómo lograr algo que sabe que parecerá imposible con el análisis que el público hará de los datos que tenga.

Y lo que él cambia no son los datos con los que cuenta. Lo que cambia es lo que no da por sentado con dichos datos. Es decir, en román paladino: mientras que el público, al no ver nada bajo sus pies, asume que no lo hay, el mago que trata de reproducir el juego, sólo asume que no se ve nada. No que no pueda haberlo. El problema de pensar como público es que, siempre que en su experiencia no han visto nada bajo la superficie del agua, no lo ha habido, por lo que les basta un dato para dar por sentadas cosas que ni pensarán en plantearse.

Ese es el problema de alguien que es muy bueno en manejar ciertos procesos empresariales, cualquiera que sea su área: precisamente por ser bueno en hacer las cosas de una forma, no es capaz de renunciar a esa forma y, su conclusión de que, haciendo así las cosas es imposible alcanzar un determinado objetivo, es indiscutible. Y, además, suele tener un montón de herramientas en su mano para demostrar que de esa manera nada podrá hacerse. No tiene mucho misterio: tiene toda la razón del mundo. De esa manera nada podrá hacerse.

El trabajo de diseño estratégico del mago, en cambio, se articula así: “Tengo que pasar al otro lado del río en estas condiciones en las que a todo el mundo le parecerá imposible (sin que se vea nada sólido por debajo del agua, en un río público de forma aparentemente improvisada, con barcos pasando justo antes y después de mí, con un tipo intentándolo justo antes que yo y cayéndose al agua…). ¿Qué puedo hacer sin incumplir dichas premisas pero sin tener que dar por sentada ninguna otra?

Y, ante esa pregunta, no hace falta ser una de las mentes privilegiadas de la historia para empezar a pensar en poner una plataforma de metracrilato móvil bajo el río, por ejemplo.

Los juegos de magia básicamente no se cuentan porque la respuesta suele ser una tontería bien grande. Lo que no es tan sencillo, el verdadero mérito, es ser capaz de hacerse la pregunta adecuada: ¿Cómo lograré lo que parece imposible sin dar por sentada ninguna estrategia?

Y atreverse a responder la pregunta y a llevar la respuesta a cabo, aun en contra de todos los analistas expertos de un mercado, es algo que sólo los artífices de imposibles hacen, claro.

No hay mucha diferencia entre el más tonto y el más listo en este mundo. Lo único que cambia es la pregunta que se está intentando responder. Mientras el analista se pregunta por qué algo puede o no puede hacerse de una determinada manera, el estratega se pregunta cómo podrá hacerlo cambiando la manera si es necesario.

Recuerde que el éxito de un juego de magia reside en que al público le resulte imposible de explicar. Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme cómo, poniendo el foco en la pregunta adecuada, pensando en cómo hacer algo que pudiera parecer imposible y no que lo fuera; pensando precisamente en cómo podría hacerse parecer imposible… quizás pueda empezar a barruntar cómo puede hacerse ese mismo juego de magia que usted recordó al principio de esta columna.

Lo que está claro, sin embargo, es que una cosa es un juego de magia en el que puede ponerse a pensar desde fuera y otra cosa el mercado en el que trabajamos cada uno de nosotros, y sobre el que ya sabemos mucho. Pero bueno, jugaremos y lo pasaremos bien, yo creo.

Como le prometí, el enunciado del primer imposible que abordaremos: Duplicar los beneficios históricos de una PYME fabricante de bienes asociados a la construcción en tiempos de crisis. Como digo, lo pasaremos bien, yo creo.

Sobre el autor:

José María de la Torre Maroto. Ingeniero Ilusionista.

Fundador y CEO de “OCTIMA, desarrollo de estrategias empresariales.”

Artículo escrito por José María de la Torre Maroto

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