Tras toda comilona, café con sacarina

11 febrero 2013

Hace unos días, Andrés Alonso describía un pequeño modelo económico que nos podía ayudar a desentrañar algunas claves de las decisiones que tomamos al comenzar una dieta. Dos de los principales puntos básicos eran que (i) la fuerza de voluntad es un stock que se puede agotar y (ii) que es preferible “pecar un poco” antes que agotar por completo dicho stock. El motivo de este post es que, en la parte final del artículo, Andrés hacía referencia a una anécdota con un servidor en la que, después de una buena comilona, se sorprendía por mi decisión de pedir el café con sacarina. Y como la explicación de Andrés sobre mi decisión es incompleta, me gustaría explicarla íntegramente en este post.

Esta “extraña” petición y la posterior explicación de motivos es ya un clásico en las cenas con mis amigos, hasta el punto de que me había planteado alguna vez preparar un PowerPoint con la misma para ahorrarnos tiempo. El PowerPoint no ha sido posible, pero Sintetia me brinda la oportunidad de, al siguiente que se sorprenda, remitirle esta cita.

La clave no está (solo) en la explicación que Andrés ponía en mi boca: “Todo suma”. De hecho, esa explicación no suele ser satisfactoria entre mis amigos, que consideran que si uno ha rebasado todos los niveles “razonables” de calorías, unas más suponen ya poco al lado de las primeras. “¿Para qué cortarse después de una fabada y un chuletón?”. Pues bien, creo que la teoría económica me respalda, y que, si uno está a dieta, después de cometer un exceso es todavía peor idea tomar el café con azúcar.

Vamos a recurrir para comprender esto a un fenómeno que los economistas denominan “efecto riqueza”. Este efecto, junto con el “efecto sustitución”, es uno de los dos grandes motores que mueven nuestras decisiones. ¿Cómo reaccionamos ante la variación en el precio de un bien? Pensemos en el caso de una subida del precio de la gasolina. Por un lado, nuestra decisión marginal de consumo varía; puesto que la gasolina se ha vuelto relativamente más cara que otros bienes, es posible que decidamos gastar un poco menos en gasolina y salir un día más a cenar o comprarnos esa estúpida camiseta que tanta gracia nos ha hecho. A este cambio en el comportamiento se le denomina el “efecto sustitución”, puesto que estamos sustituyendo un bien por otro al cambiar su carestía relativa.

Pero  el efecto sustitución no es lo único que tiene efecto cuando cambia una condición inicial. En el caso de la gasolina, si sufrimos una subida importante del precio pero la necesitamos de todas formas para ir a trabajar… ¡pasamos a ser más pobres de lo que éramos antes! Es decir, tendremos menos renta disponible para consumir, por lo cual el efecto neto de este “efecto renta” es que consumiremos menos cantidad de toda nuestra cesta de consumo. Es decir, todo shock negativo de renta tendrá como efecto un consumo menor de toda nuestra cesta. Lo mismo que pasaría si, por ejemplo, un mes un ladrón nos robase la mitad del sueldo -intentaríamos consumir menos de todo al ser, durante dicho mes, más pobres-.

¿Y qué tiene que ver el “efecto renta” con la decisión de tomar sacarina o azúcar con el café tras una comilona? Imagina que todos (los que estamos a dieta) tenemos una restricción presupuestaria en forma de las calorías que podemos tomar diariamente (o semanalmente). Así, cada decisión de ingesta de calorías ha de ser tomada en función del “presupuesto” semanal (o mensual, o diario…) que nos hayamos propuesto, aunque éste solo sea una aproximación. Pues bien, al igual que sucedía con el shock negativo de renta, después de una gran comilona… ¡somos mucho más pobres en nuestro presupuesto! Disponemos de muchas menos calorías para “gastar” en lo que queda de semana, por lo que el coste de consumirlas sube considerablemente.

Así que, querido lector, si usted cree que tras una comilona está más justificado tomar el café con azúcar porque “las calorías del azúcar suponen poco al lado del chuletón de 500 gramos que acabo de comer”, sepa usted que de nuevo se está engañando, ya que el hecho de haberse saltado su dieta hace aún más importante el tomar el café con sacarina, y no menos importante. Además, como exponía el anterior artículo de Andrés Alonso, tras una comilona no podremos decir que el consumo de azúcar evitará una pérdida de fuerza de voluntad, pues nuestro apetito está saciado. Si estás a dieta, ¡no te saltes la sacarina del café! ¿A qué esperas para dejar de auto-engañarte?

Artículo escrito por Abel Fernández

1 Comentario

  1. Jaime

    ¡Brillante!

    Responder

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Raúl Carrión Estudio, S.L. es la Responsable del Tratamiento de tus datos, con la finalidad de moderar y publicar tu comentario con tu nombre (en ningún caso se publicará tu correo electrónico).
Tienes derecho de acceso, rectificación, supresión, limitación, oposición al tratamiento y portabilidad. Puedes ejercitar tus derechos en [email protected].