La vida es competencia, pero también suerte: el legado de Paul Samuelson

19 diciembre 2012

El objetivo de este artículo es rendir un obligado homenaje a Paul A. Samuelson (15 de mayo de 1915-13 de diciembre de 2009), el primer Nobel de Economía individual (1970), ahora que, justamente por ser mortal, se ha convertido en inmortal. Samuelson es inmortal porque nos ha transmitido un legado en el que se incluyen, al menos, dos «cosas inmateriales» que han sido revolucionarias: unos fundamentos y unos principios. Hablaré de ambos y, posteriormente, cerraré el artículo reiterando su visión de la economía capitalista.

Fundamentos 

La obra fundamental de Samuelson es su libro «Fundamentos del Análisis Económico», que se publica en 1947 y que se había terminado en 1941, a sus 26 años, momento en el que obtiene el grado de doctor con dicho trabajo, que es revolucionario por dos razones fundamentales:

..: primera, porque lleva a que toda la investigación económica posterior de corte teórico se termine desarrollando en clave matemática. La culpa la tuvo Wilson, uno de sus profesores en Harvard, quien había sido discípulo de Gibbs, el matemático, físico y químico de Yale que nos dejó esa famosa frase con la que se abre «Fundamentos»: «Las matemáticas son un lenguaje«.

Consecuentemente, lo primero que le debemos a Samuelson es esa revolución formal, ese cambio permanente del nivel de la investigación en teoría económica, desde la argumentación literaria o gráfica hasta la argumentación matemática.

..: La segunda razón por la que los «Fundamentos» es una aportación revolucionaria es porque anima a ir hacia una ciencia económica basada en el contraste empírico de las teorías. A las alturas de 1941 esto era una novedad en la economía, ya que la economía seguía siendo una ciencia que, por razones que tienen su lógica, daba por válidas sus teorías sin contrastarlas con los datos. Dicho de otra manera, todavía no se había enterado de que el Positivismo Lógico, primero, y Popper después (en 1934, pero en alemán) habían enviado al reino de lo no científico a las argumentaciones no contrastables.

Las cosas empiezan a cambiar en la economía en 1938, con la introducción del criterio de falsación de Popper por parte del metodólogo Hutchison, pero quien hace realmente operativa esta idea es el economista Samuelson. Así, el objetivo que se plantea con «Fundamentos» era el de obtener «hipótesis sobre los datos empíricos potencialmente refutables, aunque sólo sea bajo condiciones ideales«.

En definitiva, Samuelson nos dice que hay que trabajar con conceptos que, aunque no sea directamente, en principio se puedan medir, y que lo demás no tiene ciencia. Esto supone ir por una vía radicalmente distinta de la transitada por la economía en aquella época y Samuelson es muy consciente de ello:

«Antes de mediados de los treinta del siglo XX la teoría de la utilidad mostró señales de haber degenerado en una tautología estéril. La utilidad psíquica o satisfacción no estaba definida, por no hablar de medida«, y esto es justamente lo que trata de cambiar radicalmente con su teoría de la preferencia revelada de los años treinta y, en general, con la propuesta realizada en «Fundamentos» de ir hacia una teoría económica contrastable.

Principios

La propuesta de Samuelson en los «Fundamentos» es, pues, revolucionaria, tanto en lo que respecta a lo que debe hacer la teoría económica para ser realmente una ciencia (formular hipótesis contrastables) como en lo que se refiere a las herramientas que se deben utilizar en la investigación teórica (las matemáticas). Ahora bien, una cosa es la investigación y otra cosa, muy diferente, es la docencia en los primeros cursos de los estudios de economía.

En estos últimos hay que centrarse en el razonamiento literario y gráfico y así nos lo hace ver en su manual de «Economía», cuya primera edición es de 1948. Samuelson es también revolucionario en este terreno, en el que hay un antes y un después de la publicación de su manual. Sin ningún tipo de exageración, se puede afirmar que, con excepciones notables como la «Economía Política» del Nobel Edmund Phelps, todos los manuales de introducción a la economía que se han publicado posteriormente son «variaciones sobre el mismo tema»: el sabio manual de Samuelson que ya va por su decimonovena edición.

Mercado y Estado

Tal y como nos señala Kuhn, un paradigma es un «logro científico aceptado universalmente» y, también, un «conjunto formado por creencias, valores, técnicas, etcétera, compartidos por los miembros de una comunidad científica«. Pues bien, Samuelson nos aporta lo uno y lo otro. Así, por una parte, en las publicaciones de Samuelson hay formulaciones ejemplares en todas las direcciones: desde la microeconomía hasta la macroeconomía, pasando por diversos campos aplicados tales como la economía internacional o la economía pública, en todos los cuales ha desplazado la frontera del conocimiento.

Por otra parte, y como ya he señalado, la técnica matemática es compartida por los teóricos de la economía desde el libro «Fundamentos» de Samuelson y prácticamente todos compartimos su forma de enseñar los principios de la economía.

Finalmente, hay otro legado que, gracias a la insistencia de Samuelson, compartimos (con los inevitables y saludables matices) la gran mayoría de los economistas: la visión del capitalismo en clave de «economía mixta». La razón que nos aporta Samuelson es clara: la vida es competencia, pero también suerte. Por esa razón, porque el azar existe, precisamos una red de seguridad que es la democracia y el Estado del bienestar: «La democracia es el sistema de reaseguro mutuo más importante que se haya inventado jamás. Cuando vemos a un amigo haciendo cola para cobrar el paro nos decimos: ahí estaría yo de no ser por la gracia de la oferta y la demanda«.

En resumen, además de sus «Fundamentos», sus principios y sus muchas investigaciones paradigmáticas, la gran lección que nos deja Paul A. Samuelson, uno de los gigantes de la ciencia económica del siglo XX, es que la competencia es fundamental, pero que el azar también existe. Por ello, y con el objetivo de asegurarnos contra la mala suerte, Samuelson nos dice que el mercado, pilar básico de nuestro sistema económico, se puede y se debe combinar con el Estado. En definitiva, que vivimos y viviremos en una economía mixta.

 

Sobre el autor: 

Cándido Pañeda, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.

Artículo original publicado en LNE, domingo, diciembre de 2009 y cedido a Sintetia

Artículo escrito por Cándido Pañeda

Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo

6 Comentarios

  1. Amalio Rey

    El legado de Samuelson a la ciencia económica, y si pedagogía es tremendo. Estoy de acuerdo que marcó un antes y un después, sobre todo porque sus “fundamentos” pusieron el acento en la contrastación empírica y dotaron de más “ciencia” a una disciplina que era demasiado “proseada”. Recuerdo haber mamado de los libros de Samuelson cuando estudié Economía, y todo eso es verdad. Pero me gustaría aportar dos puntos de vista, más críticos, que aquí se pasan por alto.
    El primero es que el “legado matematista” en Economía también hizo su daño, porque se convirtió en dogma y casi en un fin en sí mismo. Recuerdo que llegamos a un momento en que no se podía hacer una tesis doctoral en economía que no tuviera una densidad matemática y unos modelos muy elegantes desde el punto de vista de la formulación matemática. Esto, que era bueno por un lado porque “parecía” que añadía rigor, hizo mucho daño por el otro dado que obligaba a construir unos modelos tan exactos y depurados que nos alejaron bastante de la realidad. La reflexión matemática era muy rigurosa pero su conexión con la realidad económica (que se supone era lo más importante) muy dudosa. Nos fuimos acostumbrando a “investigar” así, y por esa vía perdimos una riqueza de reflexión humanista y holística que antes tenía la Economía y que la vamos necesitando.
    Lo segundo es más serio. Voy a detenerme en esos “inevitables y saludables matices” a los que se refiere el artículo cuando consagra la idea rotunda y sesgada de que: “la vida es competencia, pero también suerte”, y que ha servido de título al artículo, y que considero una elección desafortunada porque no es lo esencial, ni mucho menos, del legado de Samuelson (aunque sí pueda funcionar como un gancho para atraer a los lectores). Dentro de la argumentación, el autor nos dice que precisamente porque la vida no sólo es competencia, sino también suerte, “necesitamos una red de seguridad que es la democracia y el estado del bienestar”. No, no… es poco serio darle tanta importante a la suerte. Creo que tenemos argumentos científicamente contrastados que demuestran que “la vida es también (y sobre todo) colaboración”, y que la colaboración tiene un peso relevante en las relaciones de naturaleza económica. Y digo que esto es importante porque creo que es de las grandes asignaturas pendientes de los economistas clásicos u ortodoxos… que no se enteran de que además de “competencia”, existe la “colaboración” como variable relevante en la optimización del reparto de los recursos, e incluso en eso que nos preocupa tanto a los economistas y que llamamos “eficiencia”. Ni Samuelson, ni el autor del artículo, ni muchos economistas introducen la “colaboración” en sus modelos, y es un grave error.
    A ese sesgo tenemos que sumarle lo que llamaría la “ingenuidad del purismo liberal” que tanto daño hace a los economistas tecnócratas. Decir: “Cuando vemos a un amigo haciendo cola para cobrar el paro nos decimos: ahí estaría yo de no ser por la gracia de la oferta y la demanda“… me parece una explicación muy simplista. Eso de “la gracia” alias “la suerte” solo explica una parte minúscula de la historia de ese amigo. Y perdonadme si me repito: pero la Economía de hoy necesita nutrirse de las disciplinas humanistas, salir de su limbo matemático, y mezclarse. La relación oferta-demanda está mediatizada por otros factores que tienen que ver con la política, la ideología, la psicología, la antropología y un muchas otras disciplinas que las matemáticas son incapaces de capturar en sus gráficas. Ese amigo está en cola muy probablemente porque, entre muchos otros factores, “manos visibles” desde el “poder invisible” (o no) han intervenido/ponderado el mercado para que la relación oferta/demanda les favorezca. Nuestro amigo no tiene ese poder para hacerlo, y eso poco tiene que ver con “la suerte”. Por lo visto, estamos faltos de un pensamiento holístico, sistémico, en Economía. Y hace bastante daño seguir parcelando el conocimiento en pro de modelos elegantes que no se corresponden con la realidad. Me molesta mucho cuando se sobredimensiona el papel de la suerte, porque entonces parece que es algo natural, espontaneo, que tenemos que aceptar, y no es eso lo que explica buena parte de las aberraciones económicas. Esa es la razón por la que economistas como Krugman o Stiglitz me gustan tanto.

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  2. Javier García

    Amalio…te contestaré a varias cosas que dices, porque creo que son muy matizables. Pero ahora no tengo mucho tiempo

    Cuando dices: «No, no… es poco serio darle tanta importante a la suerte»…me tocó la fibra, justo ahora que estaba haciendo un repaso a toda la obra de Nicholas Taleb…donde dice que casi todo es SUERTE…

    Qué opinas del trabajo de Taleb?

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  3. Amalio Rey

    Por supuesto, Javier, que todas son ideas muy matizables. Eso es lo divertido de la reflexión.
    Conozco el trabajo de Taleb y me parece una aportación inteligente, pero es solo un ingrediente más en esa coctelera tan compleja que se llama «economía».
    Con lo que no estoy de acuerdo en absoluto es en la afirmación de que «casi todo es suerte» [SIC], y menos en ese espacio de intersección entre economía, filosofía y política que afecta a ese amigo hipotético de la cola del paro.
    Por cierto, a mí lo que me tocó la fibra fue el título del artículo.
    Un saludo 🙂

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  4. Javier García

    Cándido ha sido uno de mis mejores profesores. Y precisamente él de los pocos economistas que me han formado (y han sido muchos hasta el doctorado) que defiende con fervor el poder humanista de la economía y contener mucho las mates…te gustaría…

    El título fue cosa mía…por aquello de llamar la atención. Ya veo que lo logré. Voy camino de periodista bueno, ejejej

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  5. Gustavo

    Por Dios, ¿para cuando el boton de impresión?.

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    • Javier García

      pues, si Gustavo…saldrá pronto. Gracias por tu comentario!

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