La aversión a la desigualdad está escrita en nuestros genes

25 septiembre 2012

Hoy iniciamos una (esperamos que) larga serie de artículos sobre uno de los temas estrella de las ciencias sociales: la desigualdad económica. ¿Y por qué es la desigualdad un tema tan importante? Porque es la otra cara del progreso y porque la desigual generación de riqueza es percibida por muchos como injusta. Por absurdo que parezca, la envidia es un poderoso motor del comportamiento humano, e incluso individuos críticos con el llamado “sistema capitalista” reconocen padecer tan humano sentimiento; Gore Vidal lo explicaba así: «Cada vez que un amigo mío triunfa, algo pequeño muere dentro de mí».

La desigualdad y la percepción sobre la justicia supone la primera línea de confrontación política en la mayoría de las sociedades modernas (con recientes manifestaciones en esta misma página, como esta o esta). Y pocas visiones del mundo son capaces de generar tanta polarización de las preferencias, hasta el punto de que la posición frente a la desigualdad es el mayor rasgo distintivo de la clásica división entre izquierda y derecha.

En sucesivos artículos, y sin la pretensión de ser exhaustivos –al fin y al cabo, repetimos, se trata de uno de los problemas más profundos de las ciencias sociales-, intentaremos ir desgranando algunas de los principales tipos de desigualdad y sus causas, así como las propuestas políticas más sensatas para abordar cada una de ellas. Además, como suele ser costumbre en Sintetia, entrevistaremos a algunos de los mayores expertos mundiales en la materia, intentando arrojar luz sobre perspectivas poco conocidas del problema.

El propósito de este primer post es sencillo: mostrar que la aversión a la desigualdad (al menos de resultados) viene implícita en nuestros genes. La economía del comportamiento ha desarrollado numerosos experimentos para mostrar que a los individuos no les gusta la desigualdad que surge de procesos circunstanciales, aunque quizás sería más correcto decir que no les gusta la injusticia (recibir resultados distintos a partir de puntos de partida similares), y que tienden a protegerse contra la misma. Algunos ejemplos son el Juego del Dictador o el Juego del Ultimátum.

La aversión a la desigualdad es innata

Pero una pregunta legítima es: ¿dicha aversión es innata o se desarrolla mediante el aprendizaje cultural? Gran parte de los debates sobre las características del individuo intentan dar respuesta a dicha pregunta, cuyo original en inglés («nature vs nurture») explica mejor el dilema: ¿qué causa un cierto distinto comportamiento o preferencia de un ser humano? ¿Son sus determinantes innatos -preseleccionados genéticamente- o acaso se trata de un comportamiento o preferencia heredado culturalmente?

La pregunta es relevante porque, si dicha aversión fuese un producto cultural, éste podría tarde o temprano eliminarse. Por el contrario, si la aversión a la desigualdad está escrita en nuestros genes, poco podemos hacer por eliminarla y nuestras políticas habrán de convivir siempre con ella, teniéndola en cuenta.

Y, aunque ya se están realizando incluso estudios neurológicos para verificar hasta qué punto la aversión a la desigualdad es innata en el ser humano, hoy os traemos un entrañable video que muestra los resultados del ya clásico «Los monos rechazan pagas desiguales», de Brosnan y de Waal.

En el estudio se enseña a varios monos capuchinos que, a cambio de devolver una piedra que se les entrega, los investigadores les darán un trozo de comida. Los investigadores prueban con varios tipos de comida hasta descubrir una preferencia homogénea: los monos comen tanto pepino como uvas, aunque prefieren claramente las uvas. A continuación colocan a dos monos en sendas cajas contiguas y comienzan a jugar con ellos, intercambiando piedras por comida. El juego comienza como se esperaba. El mono de la izquierda, el sujeto real del experimento, recibe un trozo de pepino a cambio de su piedra y lo come sin mayor problema, lo cual puede llegar a hacer hasta veinticinco veces seguidas. Pero, a partir de ese momento, los investigadores comienzan a dar uvas, en vez de pepino, al compañero a su derecha por realizar la misma sencilla tarea de devolver una piedra. La reacción es asombrosa:

El mono capuchino percibe estupefacto cómo está siendo tratado injustamente y comienza a cabrearse sensiblemente, hasta el punto de tirar repetidamente y con un cierto desprecio los trocitos de pepino al investigador. Incluso intenta verificar la dureza de las piedras que está dando a cambio, pensando que el problema de su injusto tratamiento puede estar en las mismas.

La aversión a la desigualdad, por lo tanto, parece ser una característica con la que habremos de convivir eternamente. Probablemente se trate de una anacronía, pues el entorno que dio lugar a dicha adquisición evolutiva probablemente no es ya relevante, un hecho que se repite constantemente en la especie humana: somos un organismo adaptado para vivir en unas condiciones tremendamente distintas a las que hoy disfrutamos. Pero, en la medida en que una mayor igualdad siempre será una demanda social, nuestras políticas habrán de tenerla en cuenta.

La siguiente pregunta relevante que surge es, ¿cómo podemos separar la simple desigualdad de la sensación de injusticia? Al fin y al cabo, puede que lo que los monos detesten no sea la desigualdad, sino la percepción de estar siendo tratados injustamente. ¿Qué papel juega la posición social de un individuo en su percepción de la desigualdad y la injusticia? Esas son las preguntas que intentaremos responder en nuestro próximo post.

Artículo escrito por Abel Fernández

2 Comentarios

  1. ana

    El comportamiento humano no ha dejado de estudiarse desde el pasado siglo(cientificamente).Desde el Humanismo la envidia entra con mas fuerza que la justicia,sentimiento humano innerente a todos los sujetos.
    La desigualdad social y economica viene dado por siglos de desigualdad real.Donde naces y en que clase social determino hasta donde podias llegar,no te aburro mas.
    Saludos
    pd¿Porque no hechas un vistazo a Maslow y a Mayo o mas actual Delors

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  2. MILL

    El problema es que los seres humanos son diferentes, separar esa diferencia de la desigualdad percibida como injusta no es fácil.

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