Financiar el tratamiento de la Hepatitis C conduce a una pregunta clave: ¿Quién paga la innovación?

4 marzo 2015

Uno de los asuntos de actualidad más importantes de las últimas semanas es el de los enfermos de la hepatitis C en España y su acceso a tratamiento. Existe una enorme movilización social porque el Gobierno no ha incluido en el sistema nacional de salud el nuevo tratamiento que ha demostrado por fin su eficacia para curar la enfermedad, que tenía efectos mortales.

Encierros en hospitales, marchas, apoyo de grupos políticos y horas y horas de cobertura informativa sobre una enfermedad, que hasta hace poco, sólo los pacientes y sus allegados conocían. El motivo: los 50.000 € que cuesta un nuevo tratamiento que ha demostrado una gran eficacia, frente a los 5.000 – 7.000 del tratamiento anterior. Sin embargo este otro tratamiento sólo servía para determinados casos.

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A principios de 2014, la Agencia Europea del Medicamento aprobó la utilización de este medicamento para el uso en los países de la UE, y a partir de entonces comenzaron las negociaciones entre los Gobiernos y las farmacéuticas propietarias de las patentes. La empresa propietaria de la patente ha fijado precios de 70.000 € para Alemania y Francia; y de 50.000 € para España. En el mismo momento en el que ha permitido la fabricación de genéricos en India, por un coste de 400 €, según se ha publicado por algunos medios.

La explicación de la farmacéutica es el de que se precisa recuperar los elevados costes de investigación del tratamiento que ha durado muchos años. Hasta aquí los hechos objetivos, que podéis consultar en diferentes medios de prensa de todos los colores.

Cómo se traslada el gasto de I+D al consumidor

Mi opinión personal en este caso particular es que el Estado debe asegurar el acceso de los ciudadanos a los derechos básicos, como es la Sanidad (a pesar de que hace unos días se presentó un plan para buscar una solución financiera a este problema, parece que hay letra pequeña que está haciendo que los afectados aún no se vean atendidos). Los número a largo plazo parecen indicar que es más rentable este tratamiento que no el agravamiento de la enfermedad, que podría incluso a costar 200.000 € por paciente.

¿Cuál es el aprendizaje de todo esto para los profesionales de la innovación? El cómo se traslada el gasto de I+D al cliente o consumidor final es un tema absolutamente clave. Años y años de investigación que suponen muchos costes y que las empresas esperan rentabilizar con las ventas de los productos. Esta realidad, no se puede negar.

Una empresa que invierte en innovación lo hace porque espera recuperar el dinero invertido, bien a través de más ventas (innovación en producto, marketing, modelo de negocio) o bien como menores costes, traducidos en mayor margen de beneficio (innovación en proceso u organizativas).

Y las farmacéuticas, que son el tercer sector en inversión en I+D, son un claro ejemplo de ello. Para responder a la pregunta de quién financia la innovación, vamos a explicar tres casos reales, basados en mi experiencia:

1.- Veamos un caso de manual de cómo se debería financiar la innovación.

Una empresa, del tamaño que sea, ha definido unos retos a los que responder a través de proyectos de innovación. Han generado una serie de ideas internas o externas que han ido madurando hasta convertirse en potenciales proyectos. En ese momento, la empresa analiza los proyectos en función de su riesgo y grado de maduración, así como la capacidad de recursos financieros que tiene y prioriza.

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Asigna equipos y presupuestos y entonces, y sólo en ese momento, analiza las ayudas que las Administraciones Públicas asignan para la innovación. Esta empresa no incluye las posibles ayudas públicas en el cálculo de la rentabilidad financiera del proyecto, sino que la innovación debe ser rentable por ella misma, sin ayudas externas. Porque luego pasa lo que pasa: los pagos se retrasan y se produce la asfixia financiera.

2.- Ahora veamos el caso que ha ocurrido realmente en el mercado, hasta hace 3 años

Una empresa, habitualmente pyme, recibe la invasión comercial de consultoras, centros tecnológicos y demás agentes intermedios del ecosistema de innovación ofreciéndole sus servicios para obtener ayudas públicas. La empresa, que tiene un modesto sistema de gestión de la innovación, algunas incluso la certificación UNE 166002, ve una enorme oportunidad de conseguir ingresos extras, vía subvenciones. Porque recordemos que las subvenciones se contabilizan como ingresos.

Entonces la consultora en cuestión analiza qué subvenciones existen abiertas en ese momento y se sienta con la empresa para diseñar un proyecto de innovación que encaje con las ayudas que están vigentes en ese momento. Y si el proyecto no es prioritario para la empresa, da igual, lo importante es la subvención.

El caramelo termina de endulzarse con que la consultora/centro tecnológico asume el coste de financiación (es decir no cobra hasta que la ayuda no se paga por la Administración Pública) y en los últimos años, incluso con proyectos a riesgo: si no se obtiene la financiación, la consultora no cobra. Una oferta irresistible para una pequeña empresa.

3.- La evolución de los últimos años

Desde el año 2010 se ha venido reduciendo la inversión en innovación de las Administraciones Públicas españolas. A cambio, la inversión de la Comisión Europea en innovación ha aumentado, especialmente con el programa Horizonte 2020, que dispone de 70.000 millones de euros hasta 2020 para financiar proyectos relativos a los retos marcados en la Agenda de Lisboa.

Desde las Administraciones Públicas se ha cambiado completamente el discurso, dirigiendo a las empresas que quieren obtener ayudas para la innovación hacia Europa. Y el resultado ha sido evidente. En una de las líneas estrella de este programa, el Instrumento Pyme, España lidera la clasificación por retorno de fondos. Y en general, han aumentado las cantidades de financiación recibidas respecto al programa anterior, el VII Programa Marco.

Pero si bajamos a otros datos más micro, reflejados en la Radiografía de las Empresas Innovadoras en España, elaborado por Innolandia.es, nos sorprende encontrar que casi el 81% de la financiación de la innovación la realizan las empresas con sus propios recursos. Toda esta financiación europea apenas supone el 7% del gasto en innovación de las empresas españolas.

Y con esto volvemos a la pregunta del principio: ¿quién paga la innovación?

¿Quién va a pagar los años de investigación en coches híbridos, eléctricos?

Como hemos visto, existe un modelo en el que la innovación la paga las Administraciones Públicas. Es el caso 2. Y este ha demostrado ser un modelo ineficaz. Los datos recogidos por el INE y analizados por la Fundación COTEC en sus informes anuales indican una caída continua de la inversión en proyectos innovadores, en gasto corriente en innovación (personal contratado) e incluso en el número de empresas innovadoras. Es decir, la inversión pública en innovación en modo subvenciones no ha servido, en líneas generales, para generar estructuras y procesos estables de innovación en las empresas.

Es lo que yo denomino “innovación puntual”: se innova porque hay un incentivo financiero externo (subvenciones, financiación), pero no porque se crea realmente en ella. Como decía Xavier Marcet en esta casa, “lo mejor que pueden hacer las Administraciones Públicas para fomentar la innovación es aplicarse la receta a ellos mismos”.

Por otro lado, los resultados de los programas europeos demuestran que hay una pequeña élite de empresas y organismos innovadores en España capaces de competir, en un entorno tan complejo como este, en las ayudas a la innovación competitiva en Europa, con monstruos tipo SAP o Airbus, y una tasa de éxito de apenas el 6% de las propuestas.

No es suficiente para cambiar el modelo productivo del país, pero sí para demostrar que aquí hacemos las cosas bien. Existe por tanto un tipo de innovación, más centrada en la fase de generación de conocimiento y lejana al mercado que sí puede y debe ser financiada por la Administración Pública.

El riesgo de una distancia respecto al mercado muy elevada en tecnologías como la farmacéutica, aeroespacial o energías puede ser minimizado a través de la participación de fondos públicos, en un modelo consorciado y conjunto con las empresas. De hecho ya existen algunos a nivel europeo como el Factories of the Future (con proyectos liderados por centros españoles), Green Cars o Green Buildings. La coinversión público-privada es necesaria, pero fomentando efectos multiplicadores, como propone el profesor Xavier Ferrás.

Recordemos que muchas de las tecnologías en las que se basan innovaciones de Apple o Google han sido regadas abundantemente con fondos públicos de los Estados Unidos. Pero en la fase más lejana al mercado, dónde el incentivo por invertir por parte de las empresas es muy bajo. El principal aprendizaje que podemos hacer de este análisis es que una empresa debe tener un modelo de innovación sostenible si quiere ser realmente competitiva. En el que la financiación sea un elemento a tener en cuenta, pero no el elemento condicionante.

Un proyecto de innovación, sobre todo los que puede hacer una pyme que está más cercana a mercado, debe ser rentable por él mismo. Al menos sobre el papel. Porque la innovación también puede salir mal, y ese factor hay que asumirlo.

La innovación debe estar orientado a mejorar la competitividad de la empresa vía más ventas o menores costes. Pero no a través de un ingreso artificial. Y ese ingreso lo acabará pagando el cliente. Privado como el IPhone o público, como en el caso de la hepatitis C. Pero es el mercado.

4 recomendaciones para tener un modelo de innovación sostenible en una pyme

Termino este artículo con mi modesta aportación para que las pymes puedan innovar de forma sostenible, sin depender únicamente de las ayudas públicas.

  • Tener claro para qué se quiere innovar. Si no se tiene un objetivo claro y consensuado por todos, es muy probable que todos los esfuerzos iniciales se diluyan y no acaben sirviendo para nada.
  • Aplicar la innovación abierta como estrategia clave de desarrollo de la innovación. Como dice The Economist, España tiene un problema por el tamaño de sus empresas. Y a nivel de innovación ese hándicap puede resolverse aplicando la innovación abierta, bien para captar ideas y desarrollarlas o bien para comercializar la tecnología.
  • Tener una cartera de proyectos de innovación. Si la empresa no tiene una cartera de proyectos de innovación, pueden ocurrir dos cosas: o que directamente no innove o que aplique la innovación puntual, sólo cuando surjan las subvenciones.
  • Tener un mapa de posibles ayudas a la innovación. No sólo de la administración pública. Los modelos de crowfunding, capital riesgo o incluso incubación por otras empresas mayores pueden ser tenidos en cuenta. Pero sobre todo, tener un presupuesto de inversión propia.

La innovación tiene una parte de riesgo. Y las empresas deben asumirlo, igual que con otro tipo de inversiones. Como dice un buen amigo, “No risk, no glory”. Hay que arriesgar en innovación para poder ser grandes en el futuro.

Artículo escrito por Ángel Alba

CEO Innolandia.es

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