Economía de la información, política y juramentos

2 noviembre 2010
La economía de la información

En economía se conoce como problema agente-principal aquel en que la situación de un individuo depende de la acción de otro o de la moral que la determina, de las cuales no tiene información perfecta. La teoría distingue tres casos:

– Riesgo moral. En el mercado de seguros, un individuo que compra un seguro pierde incentivos a cuidar aquello que ha asegurado.
– Selección adversa. En un proceso con información imperfecta, como el mercado de coches de segunda mano, es probable que se autoseleccionen para vender aquellos coches con más problemas.
– La señalización, a la que dedicamos el resto de la entrada.

Vivimos en un mundo en que la información excede la capacidad de gestionarla (infoxicazión) por parte de los seres humanos. La asimetría en la toma de decisiones es prácticamente común a todas las decisiones de la vida que podamos encontrarnos. Veamos un par de ejemplos:

Cuando llevamos nuestro coche al mecánico, nuestra situación (seguridad vial, presupuesto financiero) depende de los conocimientos (asimétricos) de mecánica que tiene el técnico del taller (agente), y yo como simple dueño de un coche (principal).

Cuando vamos al médico y nos exponemos (principal) al análisis clínico de un especialista (agente) que recomienda uno u otro tratamiento, cuya composición, efecto, y mera justificación de por qué deberíamos tomarlo desconocemos.

En ambos casos no podemos conocer quién es el mejor proveedor de un servicio (mecánico, médico) antes de usarlo (en puridad, tampoco a posteriori). Por ello, la señalización nos dice que este problema de agente – principal se puede solucionar aportando desde el agente al principal una señal costosa, que demuestre al principal su incentivo a ayudar en el sentido deseado por éste.

El ejemplo más claro y general de señalización lo encontramos en el mercado laboral: un licenciado adquiere no sólo conocimientos técnicos, sino una señal a los demandantes de empleo cualificado de que posee ciertas características deseadas para desempeñar un trabajo: capacidad de estudio, disciplina, comprensión de un sistema de evaluaciones, etc. No se trata de una demostración fehaciente, pero podríamos decir que es significativa la probabilidad superior de encontrar dichas cualidades en un licenciado que en un no licenciado.

El juramento como señalización

Ex ante, un mecánico se sumará a una marca de reconocido prestigio, pagando un cánon importante por ello. Y un médico … tiene una solución más clásica y más poderosa: el juramente hipocrático.

Veamos el texto de dicho juramento:

«Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Higía y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que éste mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento. A aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mantenimiento y si lo desea participará de mis bienes. Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo. Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer pesarios abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi arte en la inocencia y en la pureza.

No cortaré a nadie ni siquiera a los calculosos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica. A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos.

Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro.»

¿Que consigue este juramento? Eliminar, desde el principio, cualquier incentivo de un médico a no sanar a su paciente, voluntariamente. Es decir, el médico y el paciente gozan de información asimétrica (el médico o agente conoce anatomía, bioquímica, farmacia, etc y el paciente no). Pero, ahora sabemos, que ambas desean sanar al cuerpo del paciente, por encima de cualquier otra cosa. El médico ha jurado esto, antes de hablar de dinero, etc… y el paciente desea su propia sanación. Por lo tanto, si el juramento es creíble (su solemnidad así lo hace, aunque también parece depender de la fé en la existencia de poderes divinos), nos encontramos ante la mejor señal posible en un problema marco de agente – principal.

El problema agente-principal en la política

Veamos ahora, por fin, el caso de la política. Se trata de un problema de agente – principal(es), en un sentido agregado. La agregación de intereses individuales con información asimétrica depende de la acción de un político (democráticamente) elegido. De nuevo, los incentivos del gestor político están guiados por su propia información, la cual difiere de la información que posee “el pueblo”. Es decir, una serie de principales (pueblo) desean contratar un servicio (agente) a un gestor político, que les guíe en el establecimiento de su mejor situación agregada (equidad, justicia y bienestar).

Aquí nos encontramos dos problemas: el problema de agregación, el cual lo solucionamos con la elección democrática. Y el problema de los incentivos del agente y el principal, el cual ¿cómo solucionamos?

Antes hemos visto que la solución a este problema de información asimétrica no es la mejor información del pueblo en realidad, ya que es tan abundante, técnica y complicada dicha tarea, que en realidad el pueblo no desea preocuparse por aprender sobre política económica, social, laboral, impositiva, legal, etc. A la ciudadanía solo le interesa “estar bien” (justicia, equidad, bienestar).

Pues bien, una posible solución es la señalización. Demostrar al pueblo que el agente es una persona capaz, y que tiene el mismo incentivo que “el pueblo”. Hemos alineado los intereses individuales con los colectivos mediante la elección democrática del gestor político, pero ¿cómo nos señala éste que una vez elegido se mantendrá alineado con la situación del pueblo?

El incentivo natural (a falta de moralidad jurada) es la maximización del poder político. La tarea (egoísta) del político (democráticamente) elegido es mantenerse en su puesto de trabajo. Del mismo modo que podríamos decir que inicialmente el médico sin juramento desea mantener enfermos a pacientes para que sigan acudiendo a su consulta, o el mecánico no arreglar los coches para mantener la demanda de reparaciones.

Una respuesta es que el político, el mecánico y el médico se exponen a la señalización más típica ex post: la reputación. Si un médico no me cura, cambio de consulta. Si un mecánico no me arregla el coche, el valor de su marca de taller cae, y pierde un futuro cliente. Pero un político ha sido elegido por cuatro años, luego su señal ex post, su reputación, está acotada temporalmente. Entonces, ¿existe alguna señal ex ante? Podemos pensar en el juramento del Presidente del Gobierno, que dice así:

«Juro/Prometo cumplir fielmente las obligaciones del cargo de Presidente del Gobierno con lealtad al Rey, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener en secreto las deliberaciones del Consejo de Ministros».

Es decir, que “se mantendrá en la legalidad”. Pero, el resto, permanece apoyado sólo en la confianza. Y en análisis económico la “confianza” sin incentivos o sanciones carece de valor.

De aquí que muchos analistas políticos hayan llevado a recomendar que los Presidentes de Gobierno no pueden estar más de dos legislaturas (8 años) al mando del Estado. Porque la solución a la agregación de intereses (primer problema) lleva demasiado perjuicio a la solución del segundo problema (la señalización). Y es que la señalización exige renuncia, que tenga un coste, para que sea creíble.

La conclusión final, en un momento político tan movido como el actual, lleno de reformas “técnicas” y de cambios de gobierno “comerciales”, cabe reflexionar si deberíamos instaurar una señal robusta en política. Planteo tres, que surgen inmediatamente de esta lectura:

Imponer un máximo temporal legal al mandato de un Presidente.
– Un juramento solemne hipocrático – político.
– La exigencia de una cierta cualificación (estudios de economía, derecho, sociología, lenguas extranjeras) y experiencia profesional contrastada para los gestores políticos.

Y es que la política es una tarea que deberíamos respetar mucho más, pues su alcance no sólo es superior al propio de servicios como la medicina y mecánico, sino que es intergeneracional y abarca absolutamente todos los aspectos (conscientes e inconscientes) de la vida.

Hoy por hoy, la función política sólo ha solucionado un problema: la agregación de intereses individuales mediante la elección democrática. Pero nada nos indica que una vez elegido un presidente de Gobierno, éste acepte a tomar medidas con elevado coste político para el bienestar del pueblo. Ni ex ante, ni ex post.

Artículo escrito por Andrés Alonso

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