Como manipular la contratación pública

14 octubre 2013

maniCuando la administración realiza un procedimiento para la selección de un proveedor de bienes o servicios necesita elegir aquel con la oferta más conveniente entre ellos. Esto obliga a comparar entre los distintos precios ofrecidos pero también entre otras características de las ofertas relativas a esos bienes y servicios, que son generalmente heterogéneas. Por ello es preciso establecer en los pliegos del proceso una fórmula matemática (algoritmo) que convierta, esas distintas características, en una única variable que será la que se utilice para elegir finalmente al ganador.

Esta fórmula es por tanto importantísima para que la administración termine eligiendo lo que más le conviene, entre las distintas opciones disponibles. En ella está expresando su “ecuación de demanda” o, en otros términos, cómo define la mejor relación calidad-precio.

Sin embargo, la típica fórmula empleada durante muchos años por las administraciones españolas es irracional y no permite transmitir bien lo que la administración quiere. Pero además, como se verá a continuación, permite en algunos casos manipular el resultado del concurso. En este caso, la manipulación se define como cualquier estrategia de un oferente que le permita aumentar su probabilidad de ganar el concurso sin que eso beneficie a la administración que lo promueve.

Esta fórmula irracional empieza por el reparto de puntos máximos entre las distintas características y precio. Así, por ejemplo, para un concurso para un producto con dos características técnicas valorables, se asignarían 60 puntos máximos al precio, 20 a la característica A y 20 a la característica B. El error surge al determinar los puntos de cada oferta por características. Así típicamente se dirá que se asignarán puntos de tal manera que la mejor oferta en la característica A reciba los 20 puntos y la peor 0 puntos en ese apartado. El resto de participantes obtendrán los puntos que surjan de una regla de tres.

Así, si a este concurso se presentan tres ofertas (I, II y III) el resultado se puede ver en la siguiente tabla. Como se puede observar, la ganadora es la oferta número II, que es la mejor, tanto en precio como en la característica A, por lo que se lleva todos los puntos en esas dos características (60 y 20). Además, tiene una situación intermedia en la característica B, por lo que se lleva 8,89 puntos.

Imaginemos que el oferente I intuye que se puede producir esta situación. Dado que estas características son secretas hasta que se produce la apertura de las ofertas, lo puede intuir por experiencias pasadas, ya que sabe cuáles son los puntos fuertes del oferente II por los que él suele perder los puntos. Además de esta situación intuitiva, la posibilidad de manipulación aquí descrita le incentivaría a utilizar métodos ilegales para obtener esta información.

Concurso inicial con tres ofertas. Ganadora la oferta II

tabla1

Pensando en que simplemente lo intuye, ¿qué puede hacer? Lo ideal para la administración es que mejore su oferta. Por ejemplo, el oferente I puede tratar de reducir el precio hasta 1.000.000 con lo que habrá ganado el concurso con 10.000 euros menos de margen. Aquí no hay manipulación, simplemente es competencia y la administración se beneficia.

Pero, dado que el algoritmo del concurso es defectuoso, el oferente I puede tener una mejor estrategia que le permita ganar el concurso sin favorecer a la administración, esto es manipular el concurso. Para ello, usará una empresa amiga o asociada (la oferta IV) que quizás sea de un colega que hace un favor a la espera que se le devuelva. Este colega presentará una oferta con valores extremos en las características en que II es más fuerte (precio y característica A) para que la regla de tres permita diluir su importancia. Es importante que esta oferta IV sea siempre algo peor que la oferta I, para evitar que por una casualidad gane el concurso. En este caso IV ofrecería un precio de 1.090.000 euros, con un valor de 3 en la característica A y un valor de 11 en la característica B. El oferente I acaba de ganar la oferta ahorrándose 10,000 euros como se puede ver en el cuadro siguiente. Los perdedores, los administrados y el oferente II.

Concurso manipulado con cuatro ofertas. Ganadora la oferta I

Tabla2

¿Por qué una cosa tan tonta persiste en nuestra administración? Pues creo que porque es un precedente aceptado, aunque sea irracional. Pero eso no es motivo, la razón última no la sé, pero tengo dos hipótesis favoritas. La primera es la escasez de economistas en temas de contratación (copados por jurídicos e ingenieros). La segunda se basa en la forma de selección y “formación interna” inicial de los funcionarios basados en métodos memorísticos y en copiar y pegar el precedente, de manera que nunca se piensa en que toda acción de la administración, como es un concurso, tendrá una reacción por parte de los administrados que actuarán de manera que se maximice su bienestar, aunque la norma o el precedente no lo estipulen así.

[Nota: Este post es un extracto del artículo “Irracionalidad económica en la contratación pública y una propuesta de mejora” en dónde se explica lo que la administración debe hacer para evitar ser manipulada].

Artículo escrito por Colaboración

2 Comentarios

  1. Juan

    Gracias Sintetia.

    Pero, realmente, me cuesta creer que la administracion sea tan estupida.

    Estaria bien si algun funcionario de alto rango pudiera justificar el algoritmo.

    -J

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  2. Salvador Robles

    No estoy de acuerdo con el contenido de este artículo.

    En primer lugar, se presenta lo que parece ser un caso singular como si se tratara de una regla general.

    Existen cientos, por no decir miles de fórmulas de valoración diferentes aplicadas en la contratación administrativa: cada pliego-tipo, de los distintos tipos de contratos, de cada órgano de contratación, incorpora fórmulas y criterios de valoración diferentes, según la naturaleza del contrato, su forma de adjudicación, su sometimiento o no a regulación armonizada, etc.

    Menos ajustado, aún, me parece señalar a los funcionarios como responsables de la situación que describe. Los funcionarios públicos, por su forma de selección y por su carrera profesional, tienen un alto grado de preparación, que les obliga, en el caso de la contratación, a una actualización prácticamente permanente, que abarca los distintos aspectos que inciden en la contratación pública: jurídicos, administrativos, económicos, de la actividad, etc. Además, no puede olvidarse la decisiva presencia en las mesas de contratación de representantes de la intervención, funcionarios que, en su mayor parte, son economistas.

    Lo que denuncia el artículo es un supuesto de concertación irregular entre licitantes. Y, por supuesto, en casos de concertación entre licitantes, es difícil encontrar un procedimiento o una fórmula que pueda resistirse. Pero, creo que en estos casos, en vez de culpabilizar a los funcionarios,lo que corresponde es denunciar esta práctica ilegítima ante el órgano de contratación, ante la inspección, ante los órganos de defensa de la competencia, o ante el juzgado de guardia.

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